
Apenas puedo escribir afectado por la tristeza y la rabia. Aún no digiero la brutal realidad de que ya no esté con nosotros un ser tan hermoso en toda su dimensión humana como Ileana Margarita Rodríguez Martínez, una amiga de un corazón enorme.
Conocí a Iliana en el periódico Vanguardia, donde colaboró de vez en vez con sus acertadas críticas sobre películas.
Su sabiduría sobre el cine era admirable. Como especialista y crítica de la cinematografía cubana y mundial ella sobresalió como pocos. Y mucho más admirable al hacerlo desde su terruño, echando por tierra eso del fatalismo geográfico.
Gracias a Ileana, Santa Clara y Villa Clara gozaron de espacios para el debate y el análisis del séptimo arte. Ella fue una emprendedora en ese aspecto.
Nos enseñó a valorar la belleza y la valía artística del género erótico, apartando tabúes y prejuicios aún relegados en estos tiempos.
Su prestigio en el ámbito del cine era tal, que convocaba a figuras de la gran pantalla, quienes acudían a los eventos organizados aquí. La respetaban y querían, por derecho propio.

Cuando se hable del quehacer cinematográfico en Villa Clara hay que mencionar, sin falta, el nombre de Ileana Rodríguez, porque se entregó a él en cuerpo, corazón y alma.
También, se dedicó a la docencia, formando a futuros críticos y realizadores. No guardó su sabiduría para sí, sino que la entregó por el bien de la cultura y el arte.
Ileana fue una buena amiga, de las de verdad. De las que siempre tenía una sonrisa a flor de labios, por muy difícil que estuviera la vida y las circunstancias. Solo con la recomendación de una buena película te cambiaba el día y te enseñaba que no todo estaba perdido.

Una de las últimas veces que chateamos estaba en un centro de aislamiento por la pandemia, pero por suerte salió todo bien. Se preocupaba por el funcionamiento del local y señalaba lo mal hecho como para no dejar enfriar su desempeño de buena y aguda crítica.
No queda otro consuelo que recordarla como fue y de seguir amando el buen cine y el verdadero arte, que sería una manera de saber que sigue junto a nosotros.