Cuella: un poeta entre Feijóo y Vitier

Cuella es quizás el hombre más osado que conozco. Padre, abuelo, dirigente, agricultor, guajiro, poeta, lector empedernido y, sobre todas las cosas, cubano.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Cuella participó en la Limpia del Escambray, fue mecánico de molinos, secretario de la UJC, administrador del central San Pablo (Francisco Pérez) y segundo secretario del Sindicato Azucarero en la provincia de Sancti Spíritus; pero asegura que sus inicios en la literatura se lo debe a los decimistas de la zona.
Dayana Darias Valdés
1816
20 Octubre 2020

Buscando entre algunos de mis libros favoritos encontré una selección de poemas de Samuel Feijóo hecha por Cintio Vitier. A bolí­grafo negro, con una letra poco legible y debajo del tí­tulo decí­a: Aquí­ están también mis décimas. Además, incluí­a una dedicatoria: A mis hijos y nietos.

Se trataba de uno de esos libros que los amigos te prestan y nunca se devuelven. Pertenece a Cuella, mi vecino de arriba, hombre de campo y contrincante en nuestras noches de controversia. A sus 76 años, Cuella sigue pensando que Saturnino Ví­ctor es un nombre muy largo para él.

Portada del libro con las anotaciones de Cuella.

Luego de la portada se encontraba la habitual página en blanco, solo que esta no estaba tan en blanco, ya que Cuella habí­a puesto algunos versos en ella:

                    Prólogo

Para este prólogo hacer

Yo no tengo más remedio

Que colocarme en el medio

De Samuel y de Vitier

Debo de permanecer

Neutro sin buscarme lí­o

Aprovechar el vací­o

Que la imprenta despreció

De eso cultivarme yo

Y colocar versos mí­os.

Unas páginas y 100 décimas después, los versos octosí­labos ya eran demasiado provocadores. Aquel señor que, junto a mi abuela, me habí­a metido en el mundo de la décima ahora aprovechaba los espacios en blanco que la imprenta dejó para “publicar” sus propios poemas.

«Te lo presté hace tiempo, ese libro me lo regalaron por mi cumpleaños y no me gustó. Yo he leí­do todos los libros de Feijóo y, la verdad, esos poemas no me gustan. Son como de otro Samuel, no del que yo conocí­ en El sensible Zarapico, no el que describió René Batista, no es un Samuel guajiro, gracioso ».

En el prólogo del libro, Vitier recorre las diferentes etapas literarias de la vida de Samuel Feijóo. Al decir de Vitier la vastedad, la incesante abundancia han sido algunas de las causas, junto a la polifacética personalidad del autor que han obstaculizado el acceso a su lí­rica y han retardado su cabal jerarquización por parte de la historiografí­a literaria nacional.    

Cuella escribió sus décimas en cada espacio en blanco que encontró en el libro.

A esta explicación Cuella responde:

Feijóo te pido perdón

En el nombre de Vitier

Por no poder entender

Nada de su colección.

Ojalá en otra ocasión

Recoleccione otros temas

Con poesí­as amenas,

O al menos del gusto mí­o

Porque ha dejado vací­o

El dulce de mis colmenas.

 

Aquí­ acabo de leer

Esta bella introducción

Que ha hecho en esta ocasión

Nuestro gran Cintio Vitier.

Juro que hay que tener

Una tremenda cultura

Pues el prólogo es de altura

Al estilo Feijoosiano

Y Vitier quiso mi hermano

Ponerme la cosa dura.

 

Aquí­ comienzo a leer

Ahora la segunda parte

Y voy a ver si mi arte

Se apega a Cintio Vitier.

Ojalá que pueda ser,

Para eso tomo cuidado

Aunque estoy muy preocupado

Por no poderlo entender

Pues este Cintio Vitier

Escribe muy enredado.

Su familia asegura que cada noche aparece con un libro entre sus manos, y después de una breve lectura se sienta y escribe sus opiniones en verso.

«No tengo nada en contra de Vitier, es de las personalidades que tengo en más alta estima, pero este libro me decepcionó, me dejó versos de un Feijóo que no reconozco, me dejó palabras que no entiendo porque no están al nivel de un guajiro como yo. Para mí­ Feijóo siempre fue un amigo que me acompañaba al monte, a las canturí­as, gracias a él comencé a escribir y a leer ».

Cuella, lápiz en mano no para ni un minuto, noche tras  noche para convencer al sueño, año tras año, ya le cuesta contar las décimas escritas, los espacios en blanco de los que se ha aprovechado en un intento más por vivir de sus letras convulsas.

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