Friends

Una serie que no pasa de moda es Friends, compañera ideal para las horas libres en casa.

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Friends, serie televisiva
(Foto: Tomada de Internet)
Laura Seco Pacheco
2915
19 Enero 2021

¿Qué sabrán jóvenes de hoy de Friends si no la esperaron sábado tras sábado en Somos Multitud? Sí­, a las tres de la tarde, con el trapeador en la mano y viéndola de reojo mientras fingí­as limpiar la sala.

En esta nueva oleada de fanatismo falta ese factor determinante en toda una generación, que a falta de otras opciones, viví­a esclavizada a los dos únicos canales de la televisión cubana.

Reconozco que Friends me llegó y yo era bastante niña y no me refiero solo a cuestión de edades. Simplemente no la entendí­a. Me parecí­a lejana en el tiempo. Solo la magia de las sitcoms con sus risas enlatadas podí­a arrancarme la carcajada.

Pero le di otro chance en mi época de universitaria. Y entonces sí­ conocí­ el amor. Una semana de llantos me arrancó su final porque ya me sentí­a la séptima pata de esa mesa de seis amigos. De hecho, me sentí­a, y aún me siento, como Chandler.

El capí­tulo final se estrenó en los Estados Unidos el 6 de mayo de 2004, y fue visto por un promedio de 52,5 millones de espectadores. (Foto: Tomada de Internet)

No, ninguna de las tres chicas me representa. No soy una mimada fan de las modas como Rachel; ni vivo en la histeria controladora de Mónica; ni soy tan extraña, única y genial como Pheobe. Menos aún me parezco al coqueto, atractivo y promiscuo Joey ni al sabiondo insufrible de Ross.

Yo soy Chandler. El que se refugia en el humor para ocultar sus miedos y carencias, el de los chistes como bombas soltados en los peores momentos, el que no sabe ligar, el que vive en una sucesión de desgracias simpáticas. Pues ese soy yo y el género no será un obstáculo.

Durante 10 temporadas Friends construyó un mundo a su antojo donde muchos quisimos colarnos. La ternura de las relaciones, lo ridí­culo de las situaciones, lo ires y venires de cada uno de sus personajes, los cameos de otras estrellas del momento…

¡Cómo se me aceleraba el corazón cada vez que aparecí­a en escena algún famoso! Por el set desfilaron Julia Robets, Brad Pitt, Jean-Claude Van Damme, Dany de Vitto, Winona Ryder, George Clooney y una lista bien larga de personalidades de mayor o menor fama. Y yo como una boba con la nariz a dos centí­metros de la pantalla: « ¡Mira, mira, la muchacha de Pretty Woman! » Pequeñas alegrí­as televisivas para una adolescente.

Bruce Willis ganó el Premio Emmy a actor invitado por su papel de Paul Stevens, el padre de Elizabeth, una joven novia de Ross. (Foto: Tomada de Internet)

Adolescente. Esa es otra de las palabras que marcó mi primer encuentro con Friends. No importa cuántas comedias románticas se hayan visto ni cuan adelantadita se sea para la edad que nunca fue mi caso, para disfrutar cada capí­tulo hay que ser adulto. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas.

A partir de cierta edad es que empezamos a entender la necesidad de encontrar un trabajo que nos permita realizarnos como seres humanos, la necesidad de ser padres, la tragedia de tres divorcios antes de los 30, el reto constante de ser madre soltera o dejar ir un gran amor para no convertirse en la Yoko Ono de las ciencias. En la adolescencia, parecen situaciones lejanas e inverosí­miles. Dan gracia, pero no se comprenden.

Veintiséis años después de su estreno Friends continúa removiendo sentimientos, incluso negativos en detractores que se empeñan en acusarla de racista o poco representativa. Yo personalmente me quedo con lo bueno, con lo lindo y con las escenas que me sacan las lágrimas de la risa.

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