Amalia Ramírez Rodríguez (estudiante de Periodismo)
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18 Julio 2022
18 Julio 2022
hace 2 años
El aniversario de Santa Clara ha sido una fecha aprovechada por todos para celebrar y disfrutar lo que amamos de nuestra ciudad: la historia de una villa con más de 300 años de fundada, la música de sus trovadores que inunda los espacios culturales, los edificios y lugares que vemos día a día cuando caminamos por el centro, y que en fechas como estas los apreciamos de forma diferente, tal vez un poco maravillados por lo que hemos construido en estos tres siglos.
¿Qué propósitos tiene la Comisión de Arquitectura y Ciudad de la Uneac?
Desde su creación, en 2008, la Comisión de Arquitectura, Cultura y Ciudad ha variado su denominación, pero su trabajo siempre ha girado en torno a la ciudad y su cultura material, su patrimonio y su arquitectura en sentido general.
«En el primer informe, que se elaboró en 2008, y ha llovido bastante desde entonces, se realizó un análisis integral de la ciudad de Santa Clara. Cada uno de los miembros se ocupó de un área específica de trabajo, desde el crecimiento de la ciudad con la conformación de nuevas barriadas, hasta el estado de las redes y viales. Por supuesto, también la atención a su patrimonio inmueble.
«Sin embargo, después de la presentación de estos documentos, su discusión en la comisión y fuera de esta, en los procesos asamblearios previos al congreso de la organización, y su divulgación a través de los medios, no se obtuvieron resultados concretos, y muchas de esas problemáticas, agravadas, persisten hasta nuestros días ».
¿Qué retos o desafíos enfrenta la comisión actualmente?
Es un desafío permanente a la cultura; muchas personas se ofenden cuando se les señala que algo está mal. La crítica ha sido satanizada en nuestro medio social, hasta el punto de que el crítico es considerado casi como una persona non grata, y nuestra comisión ha sido muy crítica; aun así, su trabajo ha sido puntual.
«En 2018 y 2019 tuvimos un buen momento, insistimos desde el papel que nos toca desempeñar, que es precisamente la crítica, aunque no creo que eso contribuya a resolver nada, porque las estructuras de trabajo están por encima de estas cuestiones, y las instituciones están anquilosadas en un sistema de trabajo que no ofrece resultados, porque tampoco cuentan con los medios o los profesionales para hacerlo como es debido, y de alguna manera también están subordinadas a una estructura superior, más compleja, a la cual obedecen. Todo queda muy lindo en un informe y hasta ahí llegó el problema.
«Yo tuve la oportunidad de trabajar con Miriam Peña Fraga, que fue durante muchos años décadas, diría directora de Patrimonio en Villa Clara, y aprendí mucho de ella, lo cual agradezco. Miriam es una mujer culta, informada y con sentido de la historia. Ella guardaba en su archivo cada gestión realizada desde su oficina y las respectivas respuestas de las instancias a las cuales se solicitaba o recomendaba determinada actuación; la mayoría de las veces, incumplidas por parte de los implicados.
«Cuando te decía que el desafío es permanente, porque se trata de un desafío cultural, es porque si algo padecemos hoy en día es carencia de cultura, en un sentido amplio y también particular. Con todo el respeto del mundo, muchos de los especialistas y funcionarios de ahora no entienden la cultura desde su raíz salvadora, su comprensión es superficial y también efímera, la cultura como algo “lindoâ€, y ese tal vez sea el signo de estos tiempos.
«Hoy resulta muy difícil entender los problemas asociados al patrimonio, porque las dificultades se han agravado y no se ha avanzado en décadas en fortalecer el sistema de la cultura desde el punto de vista institucional. No basta con hacer una exposición o reparar un museo, se trata de diversificar y poner en valor el amplio espectro de manifestaciones artísticas con carácter patrimonial, preservarlo y acercarlo a un público amplio.
«Por ejemplo, un museo para las artes plásticas, porque ese patrimonio, ya casi invaluable, se está perdiendo, agoniza en almacenes en el mejor de los casos, y no está al alcance del público y los estudiosos. Los murales de la antigua Normal para Maestros de Santa Clara fueron recientemente restaurados, lo cual fue una acción bienhechora, pero si no se protegen debidamente, volveremos dentro de muy poco al punto anterior a su restauración hasta su pérdida total.
«Por otra parte, el patrimonio inmueble de la ciudad, sobre todo privado, cada día sufre nuevas agresiones hasta el punto de que ya hay edificaciones casi irreconocibles, fragmentadas, divididas, que perjudican la imagen urbana en detrimento de su antigua coherencia y, por qué no, belleza ».
Teniendo en cuenta los valores arquitectónicos, ¿cuáles son las edificaciones de la ciudad que resaltaría y cuál es su estado actual de conservación?
Para mí, el conjunto de casonas de la calle Juan Bruno Zayas, desde Marta Abreu hasta Martí, es todavía uno de los mejores conservados de la ciudad antigua, tal vez desde la calle Tristá. Es cierto que hay ruinas, derrumbes y maltrato en algunas de estas casas, pero creo que a nivel urbano todavía se puede rescatar mucho en esas edificaciones. Esto debe planearse desde una visión de conjunto, creo que en la Facultad de Construcciones se ha trabajado en ese sentido.
«Además, está la calle Máximo Gómez hasta el parque de El Carmen, un nodo olvidado, y algunas calles que entroncan en el Parque Vidal, incluido este, como Céspedes, Lorda, Buen Viaje, Gloria y Colón, en sus proximidades a la plaza. No me explico, por ejemplo, por qué no se ha rescatado el inmueble del restaurante 1878 de manera íntegra, que abarca, además, lo que conocemos como El Pullman y los establecimientos comerciales que continúan hasta la calle Lorda, la antigua casona construida por Pedro González Abreu, el padre de la benefactora Marta Abreu, hacia 1860 con características palaciegas. Si lo observas bien te darás cuenta de la magnitud de esa edificación, lamentablemente seccionada e intervenida parcialmente y de manera independiente hasta que la perdamos por completo. Por supuesto, el teatro La Caridad, la Biblioteca, la Casa de la Ciudad, el Museo de Artes Decorativas, el Coppelia, y otras edificaciones ».
¿Qué opina sobre las restauraciones que se están llevando a cabo en algunas edificaciones de Santa Clara?
Uno de los puntos en nuestra Comisión ha sido la restauración tal y como se realiza hoy en Santa Clara. Hemos manifestado nuestro desacuerdo con una práctica que es empírica, en muchos casos, y que no es tomada en cuenta como una actividad científica; plantearlo nos ha traído disgustos. Se ha priorizado el efecto estético, «lindo », por encima de todo.
«Si el artesano no entiende o desconoce el lenguaje propio de la arquitectura, no puede intervenir de la mejor manera; si aplica materiales contemporáneos que no se sabe cómo van a comportarse en un período de tiempo determinado, está introduciendo un problema nuevo en la edificación; si retira un elemento arquitectónico original porque el proyectista no lo tenía en cuenta o lo desconocía, está restándole un trozo de historia a ese inmueble; si retira un revoque antiguo sin contemplaciones, está borrando la información que contenía ese muro, desde pintura mural hasta quién sabe qué. El rosario es largo, lo hemos debatido y expuesto, hay quien dice que solo vemos lo malo, pero quien lo dice ni siquiera es capaz de ver lo bueno. Una paradoja ».
De una ciudad con más de tres siglos, ¿qué aspectos distinguiría para sus ciudadanos y visitantes?
Para los visitantes y los ciudadanos hay sitios que nos identifican: el Parque Vidal, por supuesto; pero yo prefiero el parque El Carmen, al cual, lamentablemente, no se le ha dado la atención cultural que merece; ahí está la simiente de la ciudad, su tamarindo. Creo, asimismo, que hay que subir a la Loma del Capiro, al menos una vez en la vida; no hay mucho que hacer allá arriba y hay que llevar suministros, pero es una experiencia inmejorable, es parte del pasado de la ciudad, su nexo más indisoluble con la aldea campesina que fue. También disfruto mucho el sitio del Tren Blindado, el puente de La Cruz, el río contaminado y sucio, pero es nuestro río fundacional, la plaza del monumento es también parte de nuestra historia. Disfruto mucho el edificio del Coppelia, su modernidad que tantas veces maquillada no ha perdido aún su aspecto brutal se concibió en la estética brutalista de la arquitectura. Es un edificio asombroso, si lo observas desde la calle Maceo o el parque, por cómo se integra al tejido antiguo, sus espacios, aunque lamentablemente siempre se ha usado mal, y cada vez que se interviene y pone «lindo » se atenta contra su esencia, pero ahí está.
«A Santa Clara hay que verla con otros ojos, y eso me pasa a mí a diario, cada vez que descubro algo nuevo que ha estado ahí quién sabe desde cuándo, y quién sabe hasta cuándo ».