Mientras los demás niños veían animados «normales » y consumían Disney, Dream Works o Pixar, ellos preferían Studio Ghibli. Cuando otros pasaban horas «devorando » comedias románticas o películas de acción, ellos se deleitaban en el Shonen, el Isekai o el Gore.
Esos «muñecos chinos », «gritones », «raros », «pesados »... matizaron su infancia, y aún hoy, cuando los «normales » ya no optan por los animados, para ellos siguen formando parte importante de quienes son.
¿Qué es un otaku?

La expresión otaku proviene de la lengua japonesa y no está incluida en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). En el mundo occidental, se emplea la noción para nombrar a la persona que admira ciertos elementos de la cultura nipona, como las historietas manga o los dibujos animados que reciben el nombre de anime.
Un artículo de la revista española HobbyConsolas y otro de la página web Vandal sistematizan diez tipos de otakus: los del manga y el anime; los de los videojuegos; los cosplayer, que caracterizan y se visten como sus personajes favoritos de anime, películas, series o videojuegos; los gunji-ota: dedican su pasión al mundo militar; los densha otaku, a veces llamados también tetsudou otaku (otaku de trenes, el tren es un elemento vital en la narrativa y la cultura del Japón pos Segunda Guerra Mundial, y a muchas personas les gusta coleccionar modelos y rutas en miniatura).
Los itadakimasu (otakus de comida) también se incluyen; por otro lado están los otakus del folclore, que consagran su afición tanto a las referencias culturales como a los períodos históricos y al legado religioso.

El término se usa también para nombrar a una tribu urbana que acoge a los seguidores del tema. Se trata de grupos disímiles de jóvenes, pero que se visten de manera similar y comparten una jerga, códigos, gustos...
El sociólogo y máster en Antropología Raúl Zarzuri Cortés, en su artículo «Notas para una aproximación teórica a nuevas culturas juveniles: las tribus urbanas », reflexiona sobre la aparición de microculturas o microsociedades que recrean o reconstruyen formas de cultura urbana, en algunos casos, resistentes a la hegemónica.
Más allá de conceptos y clasificaciones, para jóvenes como Damiana Olazábal ser otaku es una manera de vida. «El anime te enseña muchas cosas, su profundidad psicológica te muestra cómo lidiar con las emociones y a interesarte por temas moralmente complicados ».
La cultura otaku en Cuba

A lo largo y ancho del país, varios jóvenes se sienten atraídos por la cultura japonesa, sus manifestaciones artísticas y tradicionales. El proyecto sociocultural OtakuSS, de la provincia de Sancti Spíritus, agrupa a estos muchachos. Su gestor principal, Luis Ernesto Baracaldo, cuenta que «todo comenzó como un pasatiempo, el 11 de diciembre de 2011, con ocho jóvenes que, de forma autodidacta, practicábamos una manifestación de la cultura japonesa. Poco después, se sumaron otras como el vestir tradicional, las actividades festivas, el idioma, la ceremonia del té... Luego pasamos de un proyecto callejero a uno de corte sociocultural, reconocido por las instituciones dentro del territorio y otras internacionales, como la Embajada de Japón en Cuba y la Nippon Foundation ».
De manera similar surgió MangaQba, el 11 de marzo del 2011, en Camagí¼ey. «Queríamos visualizar la cultura pop y tradicional japonesa. El proyecto se lanzó en formato de peña y fue el primero con estas características. Varios de los que lo conformábamos pertenecíamos a la Asociación Hermanos Saíz. Buscábamos desarrollar una conciencia crítica en torno a estos productos, en ocasiones, marginados y mal juzgados », explicó Juan Carlos Gil Palomino, presidente del proyecto.
Al último evento realizado por este grupo asistieron más de 4000 personas. «Creemos que esa cantidad de jóvenes reunidos en una actividad sin alcohol y sin reguetón, representa un logro importante. Expresa una muestra de la comunidad que se ha creado.
«Estos muchachos, por lo general, tienden a quedarse en casa viendo animados o jugando. Por eso buscamos formar una familia, que puedan desinhibirse, contar con un espacio adonde salir y compartir lo que les gusta. Se genera, además, una conciencia crítica sobre lo que se está consumiendo y por qué ».
Fidel Abelardo Nápoles Mustelier consume anime desde los cuatro años y en más de una ocasión ha evitado eventos sociales por temor a no sentirse incluido en el grupo. Elsa María Quintero Bernal confesó a Vanguardia que en un tiempo se burlaban de ella por ser «rara ». «Al final me acostumbré y ellos también. El auge de lo japonés hace que la gente lo vea como algo más normal ».

David Leiva también comenzó temprano a disfrutar del anime, y a la pregunta de si se considera un otaku respondió: «Creo que está feo llamar así a alguien, por el simple hecho de lo mal vista que está esa palabra ».
«La gente debería ser lo suficientemente madura como para no juzgar a otro solo por sus gustos », explicó Manuel Alejandro Pérez Alba.
En este sentido, el sociólogo Raúl Zarzuri Cortés recomienda preguntarnos qué se esconde detrás de esas manifestaciones culturales, qué nos quieren decir, en lugar de estigmatizar, caricaturizar o ridiculizar.
Una alternativa de entretenimiento y formación sana
En la ciudad de Santa Clara se realizan convenciones mensuales en el cine Camilo Cienfuegos. En ellas se proyectan AMV (anime music video), se realizan juegos de participación, concursos y competencias de cosplay.

MangaQba, por ejemplo, desarrolla cuatro eventos de cosplay al año: uno de invierno, dedicado a los videojuegos; el hanami, en honor de la primavera japonesa; otro de verano y el de otoño. Además, acogen uno llamado «Agosto de paz », del 6 al 9 de ese mes, dedicado a los sucesos de Hiroshima y Nagasaki, y con el objetivo de sensibilizar a los jóvenes sobre situaciones de este tipo que han marcado a la humanidad.
Además de los proyectos citados, existen otros como Anime no Kenkyuu (La Habana), Mangakure (Santiago de Cuba) o FreakZone.
«A lo primero que se enfrenta un proyecto de esta índole es a la incomprensión; al principio éramos los muchachos de los “muñequitos chinosâ€. Logramos quitarnos ese estigma con mucha disciplina, respeto y conocimiento. Hemos tenido trabas, pero también el apoyo de muchas instituciones », asegura Juan Carlos Gil Palomino.
Luis Ernesto Baracaldo, por su parte, sueña con un centro cultural exclusivo para la promoción de la cultura japonesa.

«El fenómeno nos plantea nuevos desafíos para quienes estamos investigando en este ámbito. Nos invita a utilizar los cuerpos teóricos de las ciencias sociales como cajas de herramientas que nos permitan afinar las miradas sobre los jóvenes y sus expresiones culturales, y no transformarlas en marcos rígidos, recetas, como ha sucedido y sucede cuando hablamos de ellos », explicó Zarzuri Cortés.
Habrá que buscar entender esta forma de asumir la vida, y sin japonizar nuestra cultura, tomar aquellos elementos positivos que pudieran enriquecernos, aportarnos y convertirnos en mejores seres humanos.