Como un espacio que estimula el pensamiento y remueve las emociones, las pasiones y los compromisos, calificó Díaz- Canel el X Congreso de la Uneac, concluido hoy en La Habana. Y antes de transmitir a los participantes sus mensajes conclusivos, evocó a los que ya no están con nosotros y que «estuvieron muy activos» en los encuentros de debate con miembros de la organización. Se refería a Corina Mestre y Pedro de la Hoz, ambos vicepresidentes de la Uneac.
Tras el aplauso que estos nombres provocaron, Díaz- Canel compartió con los presentes un grupo de ideas en torno a la cultura, esencia del trabajo de la Uneac, la cual no se detuvo durante la pandemia de Covid- 19, cuando fue preciso salvar la vida de los compatriotas y en la que se destacaron artistas y escritores, cultivando espiritualidad y llevando el ánimo al pueblo.
«Creo que hicieron muy suyo algo que les pedí en el último Congreso. No lo dejaron morir, y aportaron, por el bien de la nación, en estos cinco años trascurridos», expresó, y les aseguró que como también se hiciera con los acuerdos de la anterior cita, los de ese Congreso contarán con el seguimiento y el apoyo de la dirección del país.
Recordó que en el trascurso de estos cinco años, el país ha sufrido trascendentales impactos socioeconómicos que se suman a los más de 60 años de guerra económica que ha desarrollado el imperio contra Cuba, y se ha agudizado, extraordinariamente, la persecución de Estados Unidos contra el país. En esas circunstancias, la cultura no ha estado ajena a estos impactos, tanto en términos materiales como en la propia espiritualidad de la nación, puntualizó.
Frente a las amenazas, la cultura tiene un papel determinante «como generadora de ideas y valores, y espada y escudo de la nación», destacó, y recordó a Fidel quien muchas veces dijo que «la cultura es lo primero que hay que salvar».
«Esa idea va mucho más allá del arte, va a las raíces, a la identidad, a la cubanía, en fin, a lo que somos». Por eso, celebró el lema de este Congreso, «La cultura es la Patria», precepto de otro grande, Don Fernando Ortiz, «que nos dice lo mismo, en otras palabras».
Salvar la cultura es salvar la Patria, sostuvo, y comentó: «¿Y qué puede hacer la cultura para salvarse a sí misma, que es salvar la Patria? La respuesta la estamos construyendo entre todos, acotó: «La han dado ustedes y estoy seguro de que la seguirán dando siempre».
«No hay manera de imponer la creación. El arte y la cultura auténticos son expresión de sentimientos e ideas propios. Lo otro es calco y copia. Lo verdadero, lo que perdura, tiene como valor distintivo la originalidad. La poderosa cultura cubana es la mejor prueba de ello».
Díaz-Canel recordó que fue en el combate donde se forjó nuestra identidad, y contra la dependencia, después, combates guiados por intelectuales y creadores, «cuyas huellas están impresas, de forma indeleble, en obras magnas de la cultura nacional, como el Himno de Bayamo».
De la cultura, distinguió, que «nos permite reconocernos como cubanos, esencia y parte del proyecto de nación que inició en 1868 y transformó una colonia en un país con carácter e identidad», y remarcó que «la cultura estimula y refuerza el sentimiento de Patria»; al tiempo que es «el alimento fundamental e indispensable para la espiritualidad del pueblo».
Un auditorio, que lo aplaudió varias veces, y se mostraba atento a cada argumento, lo escuchó decir que la cultura es «es sustancia fundamental de la unidad, que es, a su vez, el elemento estratégico de supervivencia de una nación pequeña y asediada por un imperio siempre hambriento de poder, que jamás ha renunciado a poseernos, por la fuerza o por la seducción».
Dijo también que es por la cultura que no nos han devorado, por ser ella «tan poderosa, tan fuerte de la raíz a la copa, como la ceiba del monte cubano. Y tan auténtica, que no puede ser suplantada ni poseída», por más que se lo propongan, aseguró.
A los intentos de colonizarnos culturalmente habrá que contraponer estrategias descolonizadoras y colectivas, y señaló que «ejercer y fomentar el pensamiento crítico es crucial para entender el momento que vive el mundo y los valores de la causa que defendemos».
Para el Presidente, solo la cultura y la educación pueden promover el ejercicio del pensamiento crítico, único antídoto contra la manipulación y la idiotización de las audiencias acríticas. Por ello, corresponde a la crítica cultural, orientar y contribuir a promover y desarrollar ese pensamiento crítico, oportuna y permanentemente.
El Jefe de Estado exhortó a desarrollar las fuerzas culturales y espirituales de la nación cubana, capaces de generar emociones, apasionar, y comprometer, las que «nos asientan en nuestras raíces históricas y culturales, acrecientan los valores patrióticos, humanistas, afianzan las convicciones revolucionarias y, sobre todo, el orgullo de ser cubanas y cubanos».
Sin espacio para el descanso, en la inmensa batalla espiritual que libra el país, indicó que «hay mucho que hacer, para apoyar lo mucho que decimos; hay mucho que hacer para perfeccionar, para fortalecer; hay mucho que hacer en el trabajo cultural comunitario, en la enseñanza de la historia, en perfeccionar la educación, en crear riqueza económica para distribuir, con justicia social, y poder sostener la inmensa obra social de la Revolución, para crear más riqueza espiritual».
Con hermosas certezas cerró su intervención: «Trabajando unidos, con participación, con el alma arraigada en la tierra, con resistencia creativa –que implica resistencia cultural robusta– con ética y con belleza, con ciencia y conciencia, con inteligencia, implementando y dando seguimiento a lo abordado en este histórico Congreso, solo así, encontraremos las soluciones».
La ovación estremeció la sala en la que, horas antes, los artistas y escritores continuaban proponiendo nuevos modos de arropar la cultura, haciendo mejor arte y defendiendo, con ella, la patria cubana. ( Madeleine Sautié)