¿Quién, sobre qué bases, planifica la programación cultural en Villa Clara? ¿Todos los municipios son igualmente privilegiados con una programación diversa, atractiva y valiosa?
Teatro Escambray es una de las pocas agrupaciones que tiene sede fuera de la ciudad de Santa Clara. En la foto, los actores interpretan la obra Naufragio. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Laura Rodríguez Fuentes y Carlos A. Rodríguez Martínez
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13 Mayo 2017
13 Mayo 2017
hace 7 años
«Aquí se confunde cultura con entretenimiento: un grupo musical en el írea Recreativa, tres pipas de cerveza, el pueblo en masa, bailando, liberando energía… ¿eso es cultura? », se pregunta desde Ranchuelo la escritora Bárbara Yera León.
Y se pregunta con angustia. La actual promotora del Centro Provincial del Libro y la Literatura en aquel municipio no olvida que hasta su pueblo podían acudir, varios años atrás, escritoras de la talla de Lina de Feria o Carilda Oliver Labra a ofrecer, simplemente, un recital de poesía. Ahora no. «Ahora lo común dice Bárbara es el reguetón a todo volumen. Y eso es los fines de semana porque de lunes a viernes no pasa nada ».
Por su parte, varios jóvenes sagí¼eros interpelados por Vanguardia, aseguraron hace poco que «las presentaciones artísticas en la ciudad no satisfacen al público, ni en cantidad ni en calidad ». Ellos aseguran que «las actividades culturales han decaído en los últimos tiempos. ¿Por qué se preguntan ya no hay presentaciones de rock o trova como en años anteriores? »
Hace poco dicen escucharon en la televisión local el anuncio de una nueva peña, en Sagua, de la trovadora Yaíma Orozco. Pero hasta hoy la cantautora no se ha presentado en la ciudad, por razones que nadie explicó.
«Pasan meses sin una sola presentación teatral se lamentan, otra vez. Parece mentira que Sagua haya sido una plaza musical y escénica tan reconocida en otros tiempos ».
Al contrario, en Santa Clara, sede de la inmensa mayoría de los grupos de teatro, música y danza de la provincia, nadie se atrevió a juzgar en semejantes términos el acontecer cultural.
La cantidad y calidad las presentaciones artísticas, las exposiciones de artes plásticas, los espacios de intercambio con escritores, los cine-debates o las presentaciones de libros que acontecen en esta urbe, opacan la magnitud y alcance de las actividades programadas en el resto de los municipios.
Pero, si tomamos en cuenta que la ciudad de Marta y el Che, en su rango de cabecera provincial, sirve de sede a las principales instituciones/centros/agrupaciones culturales de Villa Clara, y que es una ciudad más poblada y que, por ende, cuenta con mayores y más variados públicos; podría pensarse que el panorama es el que debe ser, y que las presentaciones de unidades artísticas nacionales o provinciales, además de las actividades encabezadas por el talento local de cada municipio, deben servir para «conformar » las inquietudes del público en cada región.
Sin embargo, hay que trasladarse a otras ciudades o pueblos (y no hablamos de comunidades intrincadas) para comprobar in situ su panorama cultural el de todos los días, como anticipaban la poeta Bárbara Yera León o los jóvenes sagí¼eros.
Las semanas o jornadas de la cultura, las presentaciones esporádicas de grupos musicales, teatrales o danzarios de rango nacional y las carteleras tan «infladas » de las casas de cultura de cada localidad, no resuelven la ausencia de agrupaciones culturales autóctonas, de alto valor artístico, en cada región.
En la mayoría de los casos, ni el cuadro de instituciones básicas galería, casa de cultura, librería, museo municipal… ni la Brigada de Instructores de Arte José Martí llegan a generar un panorama cultural acorde a los requisitos de masividad y calidad artística pautados en los documentos rectores de la política cultural cubana.
De todas maneras, el diseño de la programación si es balanceado, si es variado, si alcanza a la mayoría de los públicos en todas partes, si no se traza sobre prejuicios o desconocimiento de la historia cultural de cada región podría matizar la percepción que tienen, en otras ciudades diferentes a Santa Clara, la mayoría de los públicos.
Programar
En Santa Clara, una vez al mes se reúnen los programadores y directores de los sectoriales municipales de cultura, así como los representantes de centros, instituciones y empresas de carácter provincial, entre otros especialistas. En ese encuentro «se revisa lo que pasó el mes anterior, los fallos, las deficiencias, y lo que salió bien. También se planifica la programación cultural del mes venidero », cuenta Bertha Guevara Galluez, miembro de ese taller y directora del grupo Guamo para la comunicación de la cultura en Villa Clara.
Allí «la programación no se impone. Los funcionarios municipales tienen libertad para escoger. Los programadores eligen si contratan o no a determinado músico para tocar en su municipio, por ejemplo », refiere Galluez Guevara.
En efecto, «cada municipio elabora sus propuestas partiendo de sus propios diagnósticos socio-culturales », especifica Hilda María García Ibáñez, jefa de departamento de programas de la Dirección Provincial de Cultura de Villa Clara. «Pero nosotros hacemos énfasis en que lo que se programe sea expresión de la política cultural de cada lugar. Pedimos que se trabaje en función de la calidad, el alcance y las necesidades de los distintos grupos etarios », refiere la funcionaria.
¿Y todos los municipios están en igualdad de condiciones?
Cada municipio hace su programación. Aquí las propuestas se tienen en cuenta y se colegian con ellos (los programadores y directores municipales).
Entonces, ¿las instancias municipales son responsables de la situación cultural de sus territorios?
Desde su programa, desde su diagnóstico, desde sus recursos… Nosotros le damos seguimiento metodológico y le damos la obligación a la (Empresa de la) Música, por ejemplo, de hacer extensión, de propiciar, de fomentar que se llegue a todos los lugares. Pero la programación de la provincia no se hace desde aquí (la Dirección Provincial de Cultura).
Pero «la Empresa de la Música y el Consejo de las Artes Escénicas sí determinan las presentaciones y las giras a nivel provincial. De todas formas, como mismo se hace el taller aquí, ellos también lo hacen », acota Hilda María.
Desde el otro lado, donde efectivamente se planifica el panorama cultural de cada municipio, Idelsis Reinoso Marrero, analista de la programación de Sagua la Grande, explica el procedimiento que sigue su grupo de trabajo a menudo: «La provincia nos llama por teléfono y nos dicen las ofertas que tienen, por si las queremos o no.
«Por otra parte, aquí también nos llaman muchos representantes de las agrupaciones. Después, en una junta que incluye hasta la directora municipal (de Cultura) valoramos si tenemos el dinero suficiente para pagar al grupo, si el grupo tiene las condiciones adecuadas, si realmente le gusta a la población… ».
Pero, si en definitiva el panorama cultural depende de los departamentos de programación de cada municipio, ¿cómo configuran los funcionarios involucrados el paisaje cultural de sus propias regiones?
«A partir del diagnóstico sociocultural de cada ciudad o comunidad », dice, otra vez, Hilda María García Ibáñez.
En dependencia del «presupuesto con el que cuenten (en cada municipio) para poder establecer un equilibrio entre todas las manifestaciones, y que todos los grupos etarios estén representados, en cumplimiento de la política cultural cubana », dice, añade, Bertha Guevara Galluez.
De todas maneras, Delia Rosa Fernández Montano, inspectora supervisora de la Dirección Provincial de Cultura en Villa Clara, cree que «hay lugares que lógicamente están más afectados, como (ocurre) a nivel de país ». Según la lógica que ella aplica «No es lo mismo Santa Clara que La Habana », para las instancias que «determinan » no debe ser lo mismo Santa Clara que Placetas, que Caibarién, que Encrucijada.
Según juzgamos en numerosas incursiones a varias instituciones de Villa Clara, las carteleras (de las casas de cultura, sobre todo) impresionan por su inflación, si se tiene en cuenta el alcance y repercusión verdaderos de las actividades programadas. Nada más en el municipio de Camajuaní, solo en el mes en curso, se planificaron 783 actividades culturales, confirmó a Vanguardia Lissettis Ariosa Concepción, especialista del sectorial de cultura en aquella ciudad.
Por eso, «no vayas a ver la cantidad de actividades que hay en los talleres de programación. Numeritos. Son numeritos », nos advertía, en Ranchuelo, la poeta Bárbara Yera León.
Es evidente que frente a la «necesidad » de cumplir planes de trabajo, parece que los programadores y funcionarios de cultura en todas las instancias están «obligados » a potenciar, cuando no queda más remedio, la cantidad de actividades culturales frente a la calidad.
«Aunque nosotros pudiéramos traer al municipio talento nacional, la verdad es que no podemos pagar más de 25 mil pesos por ninguna agrupación confesó la funcionaria camajuanense entrevistada. Por eso, tratamos de traer menos artistas profesionales que cobren cifras tan altas. (Si nos asignan 50 mil pesos al mes y traemos dos grupos, se nos agota el presupuesto) ».
En definitiva, el análisis sobre el diseño de la programación cultural de Villa Clara desemboca, inevitablemente, en bases económicas. De esa manera, tendríamos que reformular una de las preguntas que inicia este reportaje: ¿Qué instancias, sobre qué bases culturales y económicas, determinan el presupuesto asignado a los sectoriales municipales de cultura?
Las respuestas no saltan a la vista. La programación cultural no se urde, únicamente, sobre líneas nacionales de ejecución de la política cultural cubana. En Villa Clara, como en todas partes, intervienen factores económicos, subjetivos, administrativos e históricos, insoslayables a la hora de comprender el panorama cultural de una provincia amplia y diversa.
Por eso, este (solo) reportaje no basta para desentrañar por qué la poeta de Ranchuelo o los jóvenes de Sagua piensan que la «cultura » esquiva a sus ciudades. Nosotros, cuando menos, volveremos a indagar.