Los vemos a diario en las calles de comunidades, pueblos y ciudades, a cualquier hora del día, bajo sol o lluvia, calor o frío intensos. Allí los observamos, atentos al control del tráfico, vigilantes del cumplimiento de la ley y el orden, ayudando a un anciano desvalido o facilitando el cruce de una vía a un grupo de niños.
En cada lugar donde ellos se encuentran la gente respira más tranquila. Saben que están ahí para cuidar, salvaguardar, asegurar, socorrer, evitar; para garantizar que las personas caminen sin temor, para que los enamorados disfruten en un parque sin sobresaltos, para que los padres no se preocupen cuando sus hijos jueguen fuera de casa.
Los observamos cada día, exigiendo cumplir lo establecido, las leyes. En estos convulsos meses de pandemia han sido claves en la lucha, y han arriesgado su salud con tal de poner orden en colas, enfrentar a los molestos coleros y acaparadores, y velar por el uso correcto del nasobuco.
Sus batallas no son de ahora, sino de hace más de seis décadas. De cuando Girón, la Crisis de Octubre, el sabotaje al barco La Coubre, los ataques a objetivos económicos del país, las acciones de grupúsculos contrarrevolucionarios, los petardos y bombas.
Han estado presentes en el enfrentamiento de ciclones e inundaciones, en la salvaguarda de los bienes de la población, en la organización de actos y concentraciones, en el esfuerzo constante por mantener el orden y la disciplina.
Cada día se enfrentan al peligro por el bien de todos, y algunos han perdido la vida. Sufren miles de calumnias de los enemigos de la Revolución, que los catalogan de instrumentos represivos del Gobierno revolucionario; pero ninguno ha puesto la rodilla sobre el cuello de ningún ciudadano ni ha matado a quemarropa a nadie por ser negro o inmigrante.
Y allí están, codo con codo con el pueblo, el mismo de donde salieron todos y adonde pertenecen. Hijos de campesinos y obreros, de médicos y maestros, de amas de casa e intelectuales, de familias comunes y humildes, plenas de valores morales.
Esos son los policías cubanos, hombre y mujeres del pueblo, cuidando la tranquilidad de todos.