Me atrevo a tutearte, porque en el soliloquio de cuanto me gustaría decirte fantaseo con un diálogo amistoso, íntimo, casi familiar. En estos días de confinamiento me gusta imaginarte más atareado que nunca, porque concederías un minuto al ocio, pero no al aburrimiento vacío ni a la pereza intelectual.
Me frustra la certeza de que no me alcanzará la vida para comprender a plenitud la literatura ferviente y el pensamiento volcánico que desarrollaste en solo 42 años, al ritmo de la pluma sobre el papel, los libros y el correo postal, y me entretengo pensándote dueño de la instantaneidad de un móvil.
Tienes todo el derecho a criticar lo que hemos hecho con la tecnología, o lo que ella ha hecho de nosotros. Tú, superlativo de la cortesía, que escribías una carta para agradecer una invitación y otra para disculparte, si los deberes patrios o familiares te impedían llegar a tiempo. Sufrirás por los sietemesinos enajenados, absortos en discusiones irrespetuosas, contenidos superficiales, comentarios hipócritas y seguidores desconocidos, y toda la vanidad de las redes sociales. ¡Ay, Martí, cuánto de aldeano queda todavía dormido!
Mirarás con furia a los cometas camaleónicos que monopolizan también el ciberespacio y tienden trampas virtuales para engullir mundos. Se encenderá tu patriotismo más puro al escuchar cómo tergiversan tu discurso, sacan de contexto tus frases y aluden a la libertad de expresión con montajes mediáticos que matan de vergí¼enza al periodismo. Todo un sacrilegio a la verdad, la moral y la ética.
Después de apreciar lo mejor del arte en todas las latitudes, no tolerarás que un grupo de pseudoartistas profane la cultura con una encerrona a los funcionarios de ese ministerio. Llorarás al verlos rechazar el diálogo abierto, respetuoso, en los marcos de la institucionalidad, para gritar calumnias desde tribunas callejeras y vender un falso clima de inestabilidad en Cuba. ¡Qué fácil resulta maquillar ideologías con los bolsillos llenos! Llorarás, Martí, porque de tu corazón oprimido y bondadoso solo puede surgir lástima hacia ellos, jamás odio.
Pero arderás en gozo al ver que la minoría mercenaria no opaca tu obra luminosa. Intelectuales, campesinos, empresarios, ingenieros, amas de casa, estudiantes, obreros y profesores salen en defensa de los ideales más puros, de los principios sagrados que sustentan esta nación forjada con sangre, sudor, sacrificio y privaciones.
Observarás orgulloso el altar de la patria, adornado con el desvelo del personal sanitario para controlar la pandemia, la persistencia de los científicos en busca de vacunas y nuevos tratamientos, la disposición de los jóvenes de llevar aliento, calma y alegría a los centros de Salud; el compromiso humano de quienes producen y prestan servicios vitales, la voluntad gubernamental de superar la adversidad y preservar intacta la soberanía, y el espíritu de un pueblo que no retrocede, que encara los problemas con una sonrisa, que trabaja por un futuro más esperanzador y lleva en el corazón tus doctrinas, Maestro.