De niña, cuando observaba una foto suya decía: «Él es mi tío ». No tenía en cuenta la diferencia en el color de la piel. Era lo que me había enseñado mi papá. Que los héroes de la patria formaban parte de la familia.
Cuando más tarde crecí, me di cuenta de que mi padre solo me inculcaba el amor por los hombres honestos, humanos, solidarios y patriotas.
En la escuela aprendí canciones sobre su vida. Conocí de su profunda amistad con el Che y Fidel. De su humor criollo. De su entrega por defender los derechos de los más pobres.
Con sombrero alón y amplio sonreír, mi admiración por el Comandante Camilo Cienfuegos aumentó cada vez más, sobre todo después de leer el libro de William Gálvez: Camilo, el hombre de mil anécdotas.
Así era él. Compañero entrañable, guerrillero a toda prueba, jaranero por excelencia; en esencia, un cubano cabal.
Cada foto suya lo trae al presente, a este siglo XXI donde las batallas no son pocas, y al cumplirse hoy 89 años de su natalicio, Cuba toda lo recuerda por su sonrisa de pueblo.