Incongruencias de un presidente

Donald Trump vuelve a sorprender a todos. Pero no por un cambio en su retórica.

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Donald Trump
(Foto: Tomada de Internet).
Por Alejandro Gavilanes Pérez, estudiante de Periodismo.
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25 Septiembre 2017

Donald Trump vuelve a sorprender a todos. Pero no por un cambio en su retórica. Sus palabras en el 72 º perí­odo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas constituyen la coronación de sus locuras, si se me permite el término despectivo.

Incoherencias, repeticiones banales que nada dicen, salvo que Trump resulta un demagogo titular, devienen los adjetivos con los que se podrí­a caracterizar su extenso discurso, sin hablar de la egolatrí­a manifiesta en la enumeración de muchos de los logros que desde las elecciones presidenciales hasta la fecha ha obtenido su administración. A saber: la disminución del desempleo, el record alcanzado por el mercado de valores, el regreso de las empresas a territorio nacional, los casi $700 mil millones que gastará en cuestiones militares y de defensa y el hecho de que el ejército norteamericano «pronto será el más fuerte que haya existido ».

Parece poco razonable que luego de echar en cara al mundo su poderí­o imperial en extensión, declare que «queremos armoní­a y amistad, no conflictos armados ». Y es que el presidente Trump olvida que precisamente es los Estados Unidos el causante de la mayor parte de las guerras que hoy tiene lugar en el planeta.

Para colmo, un poco más adelante en su discurso, luego de acusar al gobierno norcoreano de «depravado régimen », asegura que su paí­s «tiene gran fuerza y paciencia, pero si se ve obligado a defenderse a sí­ mismo o a sus aliados, no tendremos más remedio que destruir totalmente a Corea del Norte ». ¿Mediante qué medios? Necesariamente con el armamento creado con los miles y millones de dólares que emplean anualmente en la industria armamentista, los que bien pudieran destinarse a solventar los mismos problemas que al inicio de su intervención refirió. Y ¿por qué no?, para contrarrestar además, el cambio climático, el tráfico de personas, potenciar la investigación cientí­fica a favor de la salud humana, eliminar el hambre que hoy afecta a más millones de personas que poco tiempo atrás.

También habla Trump de soberaní­a, de naciones y pueblos soberanos. ¡Puras injurias, señor presidente! ¡Cómo hablar de autodeterminación de los pueblos y reconocer, a la vez, que Estados Unidos realizó un ataque con misiles en la base aérea siria por supuestas agresiones de dicho paí­s contra su población civil! ¡Cómo apuntar descaradamente que «debemos resolver nuestros problemas, construir nuestra prosperidad, asegurar nuestro futuro o seremos vulnerables a la decadencia, la dominación y la derrota » y acotar, luego, que el pueblo venezolano, por ejemplo, deberá esperar el apoyo de los Estados Unidos, como vecino y amigo responsable, para recuperar su paí­s y restaurar la democracia!

Claro, hablar de democracia y de soberaní­a resulta un privilegio cuando solo en América Latina, los Estados Unidos cuenta con 77 bases militares, según un conteo del 2014, «y que están prestas a intervenir en cualquier  punto caliente  del hemisferio en no más de 24 horas »*.  

Cuba también tuvo su apartado en las palabras del presidente norteamericano. Llamar al gobierno más estable y menos corrupto del Nuevo Continente como un régimen desestabilizador es falsear la realidad, pero también mostrar ignorancia y prepotencia. Chantajearlo y exigir «reformas sustanciales » (cambio del sistema socialista de la Isla e implementación del neoliberalismo) no es más que violar la tan proclamada soberaní­a. Afirmar que el socialismo, «donde quiera que se ha adoptado (…) ha generado angustia, devastación y fracaso » y llamar los paí­ses latinoamericanos a cambiar sus modelos sociales, es asegurarles la eternización de un futuro plagado de toda clase de males.

O enfrentársele radicalmente o sentarse a esperar que Dios, ese al que en varias ocasiones Trump hizo mención, bendiga, en efecto, a las naciones del mundo y a los Estados Unidos, pero que imponga un poco de orden y juicio en de la cabeza de su propio presidente, tarea harto complicada.

* Boron, A. (2016).  Socialismo del siglo XXI. ¿Hay alternativa después del neoliberalismo?  Editorial de Ciencias Sociales: La Habana.

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