
Hay símbolos que se personifican con sólo nombrarlos. Existen momentos crueles y difusos que se transforman en el punto de partida. Hay vidas que encontraron la gloria más allá de la muerte, y personas que no temen a la caídas porque en su propio ser está la esencia de los nuevos comienzos.
París fue halo de esa luz, cuando por la avenida más hermosa del planeta desfilaron seres impresionantes, héroes de carne y hueso, sinónimos de resilencia y admiración. Entre los Campos Elíseos caminaron los dioses de la resistencia y el cambio. A su paso, el obelisco de Napoleón parecía pequeño. A lo lejos, la tarde regalaba destellos de auroras multicolor. Cerca de 65 000 aficionados observaban la perfección del encuadre.

Banderas de oro, plata y bronce abren las puertas del Olimpo. Sillas de ruedas, gafas oscuras y mutaciones extremas no son obstáculos para sus portadores. Ciento sesenta y ocho delegaciones asumen sus puestos en la avanzada. Cada sonrisa esparce esperanza.
Frigge, esta vez se entremezcla con fotos y entrevistas. Su pierna amputada muestra al planeta una pista de esta versión de los Juegos. Veinte días fueron necesarios para adaptar los centros de entrenamientos, la villa y los estadios.

Una nota de piano transporta al éter la magia de los deportes. Este verano, la Ciudad de la Luz ve brillar al Sena, la Torre Eiffel, el Palacio de Versalles y el Louvre. Hoy, 28 de agosto, es el turno del Arco triunfante, la conquista de Napoleón y los chicos de la Concordia. Dos artistas danzan al ritmo de la fusión entre la música electrónica y teclas blancas y negras. Ambos instando a la felicidad y la armonía. No hay excusa para abrazar la tristeza.

Paso a paso, los colores nacionales llegan a su lugar. Corresponde al lugar 42 en el desfile. De traje deportivo y rojo carmesí visten 21 atletas. La llamada es para el último país de la letra «C»: Cuba, que no impresiona por el tamaño de le delegación, sino por su acostumbrada efectividad en estas lides. La Mayor de Las Antillas engalana el crepúsculo. De cerca seguiremos los resultados. De lejos apoyaremos y gritaremos al compás de un apellido con raíz de gigante.

Otra vez el lente del camarógrafo gira entorno a la criolla que viene rompiendo los récords. Esta será la última de sus grandes batallas. El objetivo es claro y conciso: tres de oro y el reinado absoluto. Omara Durand desfila con sed de velocidad y revancha. París será la recompensa al final dramático de las pistas en Tokio. Todos estamos seguros.
El paralimpismo abre sus puertas bajo la gloria eterna de quienes lucharon, vencieron e implantaron el progreso. Para ellos París encendió el pebetero como símbolo de bienvenida. Durante 12 días su esencia opacará la luz de una ciudad apodada por su espíritu de cambio y libertad.

Hay historias que terminan antes comenzar y otras que renacen para ser recordadas. Hay momentos de gloria y felicidad absoluta; seres cuya belleza radica en la fuerza de su empeño. Existen dioses entre los simples mortales. Luego están ellos, personas de carne y hueso con alma de semidios y corazón de ángel.
Hoy el mundo toma nota de cuánta alegría puede habitar en una pequeña muestra de nosotros mismos. París reabre su cultura y sus calles a lo extraordinario y lo mágico. Hoy los Juegos Paralímpicos 2024 abrieron sus alas y echaron a volar. «¡Bienvenidos a París!», aclama el exnadador paralímpico francés Theo Curin desde la plataforma alrededor del obelisco. En este conteo el final ha sido un nuevo comienzo.