Aficionado y practicante del baloncesto, fútbol, natación, ajedrez, voleibol, natación, la pesca, y, más trascendente aún por su interés por el béisbol, en la entrevista al periodista italiano Gianni Miná (1938-2023), que derivó en el surgimiento del texto Un encuentro con Fidel, el Comandante en Jefe, como solía hacer, realizó una afirmación sorprendente:
«Realmente debiéramos haber sido futbolistas, porque fuimos colonia española. Y los españoles no juegan béisbol, jugaban fútbol. Creo que es el resultado de la influencia norteamericana y el prestigio de las Grandes Ligas, la gran publicidad.
«Creo —enfatizó— que el fútbol como ejercicio, es un deporte más completo (…) El fútbol me ayudó a tener voluntad, a ejercer mi capacidad de resistencia física, me produjo placer, satisfacción, espíritu de lucha y competencia».
Según contó el propio Fidel, su amor por el más universal de los deportes comenzó en quinto grado en el colegio Dolores, en Santiago de Cuba, en un patio de cemento: «Era delantero, corría bastante», afirmó.
Cuando estudiaba en el Colegio de Belén, el principal centro jesuita de enseñanza de La Habana, se encontró con el sacerdote español Pedro Pablo Ferré, entrenador de fútbol de la institución, quien apreció en él sus sobresalientes cualidades deportivas y se interesó por que formara parte del equipo de la escuela, oportunidad que no dejó pasar Fidel; entonces, fue ubicado como atacador en el interior derecho en aquel sistema que se definía como 1-2-3-5 y que posteriormente fue desapareciendo.
Según relata en un trabajo publicado en el diario español El País, bajo el título «El delantero Fidel Castro», uno de sus compañeros de equipo, Armando Montes de Oca Arce, lo catalogaba como «un futbolista de calidad regular, pero era corpulento, musculoso, un jugador muy fuerte y, sobre todo, muy bravo. Ocasionalmente jugaba. No era un jugador titular en el equipo, pero le gustaba el fútbol».
Montes de Oca Arce recordó que, en 1942, Belén goleó 4-0 a la Casa de Beneficencia y Maternidad, donde tomaron una de las pocas fotografías de Fidel futbolista. «No recuerdo si marcó un gol ese día, pero sí cómo formó la delantera: Piélago, Fidel, Diego, Ignacio y Oscar Pasín», sustentó.
El golazo más grande en la vida de Maradona
El astro argentino Diego Armando Maradona y el líder histórico de la revolución cubana se encontraron por primera vez en La Habana, en julio de 1987, cuando el Pibe de Oro vino a recibir el premio al Mejor Deportista Latinoamericano, ganado en la encuesta de Prensa Latina, sobre todo por su gran actuación en México, en 1986, cuando guio a los gauchos a la segunda de sus tres coronaciones en los campeonatos mundiales de fútbol.
Luego de conocer al mandatario de la Mayor de Las Antillas, señaló: «Dicen que él arrancó con 12 hombres y tres fusiles en la Sierra Maestra y ahora me doy cuenta de por qué ganó: tiene una convicción de hierro. Fidel Castro es una personalidad difícil de olvidar. Es una historia viviente. Yo defiendo mi fútbol como él a su pueblo».
A partir de ese año comenzó la amistad y admiración entre ambas personalidades, la cual se acrecentó en los constantes viajes de el Pelusa a la principal urbe cubana para ser atendido por sus especialistas y someterse a tratamientos contra la adicción. Asimismo, esa fuerte hermandad se reflejaba en las misivas y palabras de apoyo de Diego a los cubanos.
En octubre de 2005, el Comandante en Jefe y el Pibe de Oro coincidieron en el programa Mesa Redonda, donde Maradona señaló: «Fidel es el golazo más grande de mi vida».
Por esas raras coincidencias ambos partieron físicamente el mismo día, aunque con diferencia de años: el líder histórico de la Revolución Cubana el 25 de noviembre de 2016, y Maradona el 25 de noviembre de 2020, un cuatrienio después de quien consideró como su segundo padre.