Desde hace nueve años, prefiero saltarme el tramo de la calle Cuba, en Santa Clara, que bordea el hospital oncológico. Si no puedo evitarlo, arrecio el paso y fijo con los ojos una ruta horizontal, inalterable. No sabría decir de qué color está pintada la fachada ni si algo cambió desde la última vez que entré allí.
Era junio último ciclo de quimioterapia, y el primer amor de mi vida se me moría. En septiembre de 2009, mi abuela ya era una de los más de 5 600 cubanos que engrosaron las estadísticas nacionales de mortalidad por tumores malignos.
De hecho, de acuerdo a la edición del 2017 del Anuario de Salud, dichas patologías constituyen en Cuba la primera causa de muerte de la población de 15 a 69 años, así como la segunda de los niños de entre 12 meses y 14 años. Solo el Hospital Provincial Oncológico «Dr. Celestino Hernández Robau », de Villa Clara, diagnostica anualmente más de 1500 nuevos casos, incluyendo a los provenientes de Cienfuegos y Sancti Spíritus. Sin embargo, amén de números que parecen vertidos a través de un grifo siempre abierto, del 2014 a la fecha, el incremento de pacientes pediátricos y en las primeras etapas de la juventud, resulta una preocupación ascendente para el Minsap.
«Una década atrás, los pequeños con estas afecciones padecían generalmente de leucemias o linfomas explica la Dra. Fe Dora Peñate Tamayo, especialista en I grado en Oncología Clínica y subdirectora de Asistencia Médica del «Celestino Hernández ». En ese entonces, las enfermedades malignas eran más habituales en los adultos mayores o en personas ya maduras, pero hoy, por ejemplo, tenemos a dos niños con tumores de páncreas, y a otros con lesiones cancerígenas en el estómago, la boca, tumores de partes blandas, sarcomas, etc. Es decir, nos sobran razones para alarmarnos ».
O sea, el problema rebasa la mera cuestión numérica, pues tanto las cantidades de pacientes como sus patologías son cada vez peores. Y en una institución con alcance territorial no solo se triplican las cifras de atenciones en el centro villaclareño se proporcionan servicios de radioterapia, quimioterapia y oncología clínica, sino el consumo y la demanda de elevados volúmenes de medicamentos.
De más estaría añadir que los citostáticos y la inmunoterapia de primera línea no constituyen fármacos de factura tercermundista. Los precios son altos y prácticamente restringentes en cualquier nación el orbe, pero cuando deben rebotar entre un país y otro porque «alguien » no admite que los nuestros accedan a los mejores protocolos científicos, lo que ya era costoso se vuelve casi inabordable.
Según la Dra. Peñate Tamayo, el presupuesto del oncológico villaclareño aún no se ha podido ejecutar durante el 2018. ¿La causa?, políticas externas que impiden el acceso y la adquisición «de primera mano » de varios de los medicamentos vitales para el tratamiento de miles de cubanos enfermos: niños que aún no caminan, madres y padres de familias, gente tan joven que no ha tenido tiempo siquiera para cumplir, al menos, uno de sus sueños.
La Ciclofosfamida, por ejemplo, resulta la elección de primera línea para las mamas y los linfomas. La Gemcitabina, también de primera línea para el cáncer de páncreas el más agresivo, con índices de supervivencia, después de cinco años, apenas ascendentes a un 2% se emplea además en las lesiones cancerígenas de pulmón, cabeza y cuello.
Faltan también el Irinotecán, de segunda línea en patologías de las vías digestivas, y el Herceptin, un fármaco de inmunoterapia para los casos con cáncer de mama y Her-2 +, lo cual indica que las posibilidades de reaparición de la enfermedad son superiores en las pacientes con este marcador.
«Con el Herceptin bloqueamos dicho receptor y evitamos que, a largo plazo, las mujeres enfermen otra vez. Pero sucede que los medicamentos de inmunoterapia resultan más caros y difíciles de adquirir que los citostáticos, por lo que tampoco contamos con el Rituximab para linfomas ni con el Avastin, un antiangiogénico cuya disponibilidad actual es muy baja, y que evita la formación de vasos sanguíneos en los tumores y se emplea en casos de cáncer de colon o de vías digestivas », explicó la subdirectora de Asistencia Médica.
Súmele la Ipofamida y la Capecitabina tercera línea en colon y segunda en mama metastásica, la cual, incluso, se administra por vía oral; es decir, humaniza el tratamiento al proporcionarles mayor bienestar y calidad de vida a los enfermos, sin añadir la reducción de gastos hospitalarios y familiares.
Y la demanda creciente de fármacos de único uso no resulta un exceso descontextualizado de los protocolos médicos en una islita del tercer mundo con la mente puesta en lo más alto. Los medicamentos de primera línea no solo son casi insustituibles: constituyen el garante de mejoría de pacientes con afecciones graves, cuya recuperación se ralentiza y prolonga, dolorosamente, cuando sus vidas dependen de un plan B o C.
La Dra. Peñate Tamayo declaró que «estas carencias también hacen diana en la oncología pediátrica. La falta de 6-Mercaptopurina, utilizada en el servicio de oncohematología, constituye una de las ausencias más sentidas. A veces nosotros tenemos citostáticos y ellos no, y viceversa, y nos organizamos para trasladar medicamentos de un centro al otro, con tal de que una mayor cantidad de casos pueda recibir su tratamiento.
«Sin embargo, en esta especialidad se trabaja contrarreloj, robándole tiempo al tiempo, ingeniándonoslas para priorizar casos y salvar todas las vidas posibles, aún sin poder hacerlo con los recursos ideales. El 2018 ha ido un año muy duro para nuestros pacientes y especialistas. No sé cómo pueden conciliar el sueño los responsables por un crimen tan fríamente perpetrado ».
Yo tampoco lo imagino, pero sí sé que, ni una sola vez a lo largo de estas líneas, tuve que mencionar al causante de tantas tristezas. Ustedes lo conocen, por más que al bloqueo se le haya invocado en falso para justificar cientos de nimiedades.
Existe para ahuecarle el alma a quienes solo se sostienen por el deseo de abrir los ojos y continuar.
Existe, aunque por dolor lo haya negado durante los últimos nueve años.
Existe, como mismo existe la esperanza de que, algún día, estos no sean más que recuerdos de otra vida.