Horarios made in Cuba

El aprovechamiento í­ntegro de la jornada laboral resulta esencial si de elevar la economí­a y subir el salario medio se trata. 

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Claudia Yera Jaime
Claudia Yera Jaime
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20 Abril 2019

«Al que madruga Dios le ayuda », reza el refrán, y Ramona, campesina por excelencia, lo acata. Ella vive en un asentamiento rural a varios kilómetros de la capital municipal, en un campito que solo exhibe entre sus centros de prestación de servicios una unidad de comercio y gastronomí­a.

Ramona despierta al «cantí­â€™o del gallo », monta el café y se ataví­a con las ropas de ir al pueblo; no va a pasear, va a resolver problemas y aminorar necesidades.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

Tras más de una hora de camino, se adentra en el Boulevard y se dirige a las tiendas recaudadoras de divisa, por desdicha no han abierto. En su reloj las manecillas marcan las nueve y cinco minutos de la mañana, de repente la empujan y una muchacha con uniforme le dice: «Señora, quí­tese del medio, que si no, quienes le venden no podremos entrar ».

Ante estos hechos, decide continuar rumbo y se dirige al correo, que casualmente se encuentra cerrado por fumigación; de allí­ prosigue a la Empresa Eléctrica para pagar la factura del consumo de electricidad, todo «abierto y sin cola », mas es martes en la mañana y le informan que ese dí­a hasta en la tarde no se efectúan tales trámites.

Un tanto amedrentada se encamina al mercado industrial y se lo encuentra en inventario. Como «el vena'o hala pa’l monte » y sus intentos han sido infructuosos, decide regresar no sin antes comprar pan y algunos dulces, pues allá, en su campito, «la gente no quiere trabajar y el cí­rculo social, si abre, lo hace tarde y cierra temprano ».

De camino a la terminal, una parada obligada en la farmacia detiene su andar. No hay más de veinte y tantas personas, se reconforta, pero descubre que solo una trabajadora está vendiendo, pues otra fue a resolver «unos asunticos » y la tercera está almorzando y no es ni mediodí­a. Para colmo, le agarran las doce en punto y el cambio de turno exige cuadre de caja. Ramona, cansada de tanto babiney improductivo ahora sí­ parte, pizza en mano.

Aunque esta historia pueda parecerle un acopio de vicisitudes, describe la realidad de cualquier villaclareño de residencia urbana o rural, que sufre ante el incumplimiento y las arbitrariedades de los horarios laborales de las entidades estatales o arrendadas, las cuales, aunque un tanto más estables, no escapan al flagelo.

El Código de Trabajo, en su artí­culo 89, establece: «El horario de trabajo es una medida organizativa para dar cumplimiento a la jornada de trabajo y expresa las horas de comienzo y terminación […]. El horario […] se aprueba por el jefe de la entidad, de acuerdo con la organización sindical, en correspondencia con los requerimientos técnicos, tecnológicos y organizativos de la producción y los servicios, y se inscribe en el Convenio Colectivo de Trabajo »; de ahí­ que la infracción de este o el desaprovechamiento de la jornada devengan violaciones de la disciplina laboral, según el artí­culo 147 del documento citado.

Sí­, desperdiciar el tiempo y las posibilidades ajenas y no ofertar servicios de calidad en el lugar o perí­odo reglamentado, constituye más que una falta de respeto colectiva. Y aunque para el cubano se ha hecho común «esperar » o «regresar otro dí­a », las irreverencias en tiendas, restaurantes, bodegas, oficinas de trámites, sucursales bancarias, farmacias u otros centros de servicio directo a la población, deben, en lugar de amilanarnos, convertirnos en consumidores o clientes activos que hagan valer lo legislado y se protejan a sí­ mismos ante las carencias de otros.

El aprovechamiento í­ntegro de la jornada laboral resulta esencial si de elevar la economí­a y subir el salario medio se trata. La mala gestión de los recursos humanos y la ineficaz planificación menoscaban hoy nuestro crecimiento en valores morales y materiales, y demandan la mirada acuciosa de las autoridades pertinentes. Desgraciadamente eso de que «el cliente siempre tiene la razón » y «es lo primero » no pasa de ser un eslogan, y «los horarios made in Cuba » reclaman presentes y futuros comentarios.

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