
«El móvil al que usted llama está apagado o fuera del área de cobertura », repite una y otra vez el mensaje de voz, mientras que el registro de llamadas acumula una veintena de intentos fallidos.
Sus familiares, amigos y compañeros de labor le saben ilocalizable, desconectada y víctima de conflictos geográficos-tecnológicos que la mantienen al margen de la inclusión en términos de informatización y comunicación efectiva.

Proactivo e ingenioso ante las dificultades, como todo cubano que se respete, se ha puesto creativo y ha colgado el celular en una bolsita atada a una columna del portal donde «coge un palito »; ha explorado, móvil en mano alzada, cada esquina del patio esperando el milagro de la disponibilidad del servicio y ha subido la loma implorando, a Etecsa y sus antenas, poder enviar un mensaje o realizar una llamada.
A él y sus coterráneos, pese a la existencia de datos móviles, Nauta Hogar y pleno acceso a Internet, les cuesta identificarse con el concepto de aldea global aportado por Marshall Mcluhan, que apuesta por la ruptura entre fronteras físicas y una interconectividad que nos hace parte de la misma comunidad y propicia los encuentros inter-ciudadanos, interinstituciones y entre ciudadanos e instituciones.
Y es que pese a la voluntad política del Partido y el Gobierno cubanos de avanzar en el proceso de informatización de la sociedad, y garantizar el uso seguro y amplio de Internet, de manera inclusiva y en función del desarrollo del país, todavía hay quienes se encuentran excluidos por brechas digitales.
Mayormente estas «zonas de silencio » de la telefonía móvil se encuentran en comunidades rurales, en las que tampoco abundan los teléfonos fijos, y en las que la transportación hacia capitales municipales y provinciales también se dificulta.
Todos conocemos las limitaciones físicas con la infraestructura y el poco acceso a recursos financieros para inversión con que cuenta nuestro Ministerio de Comunicaciones; mas resulta imperioso que las autoridades pertinentes pongan catalejo, planes e intenciones, en función de mejorar las condiciones de vida de los muchos ciudadanos desconectados, que sí disponen de equipos terminales emisores-receptores de datos (celulares) y el capital para pagar por los servicios.
El derecho a la información es una condición fundamental para el pleno ejercicio de la crítica y la participación del pueblo. Esperemos que las 19 centrales de radiobases nuevas que se instalarán en la provincia por parte de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, con el fin de mejorar el servicio de los datos móviles, se ubiquen para bien de quienes aún no gozan de cobertura.
Aunque la tarea resulte engorrosa, las decisiones deberían tomarse teniendo en cuenta que los costos económicos y sociales de la desconexión cada día son mayores. Mientras, sedientos de interconectividad, miles de usuarios esperan, desesperan y rezan por que nuevas voluntades solucionen su incomunicación.