Como en cada cierre de verano ambos padres tenían puestos los cinco sentidos en la preparación de los implementos del niño para el inicio del nuevo curso escolar. Uniforme, medias, zapatos, mochila, libros, libretas, cuadernos, lápices, goma de borrar y demás artículos mantenían bastante ocupados a los progenitores, quienes apenas tomaban un respiro para alistar todo antes de septiembre.
El padre periodista y la madre profesora de secundaria básica formaban el típico matrimonio de profesionales que deben lidiar solo con sus salarios para el mantenimiento de una casa y la crianza de los hijos. Hasta el pasado año, los veranos e inicios de cursos devenían una odisea a la hora de cubrir las necesidades del muchacho.
Al reunir el dinero de ambos trazaban todo un plan económico para poder adquirir, sin muchos gastos, los implementos escolares. Varios condiscípulos del niño poseían mejor situación gracias a sus progenitores cuentapropistas o trabajadores del sector empresarial, y exhibían en el aula sus mochilas y calzados de precios astronómicos.
Los atormentados padres apelaban a fórmulas mágicas y buscaban los productos más baratos. El niño, bien educado e inteligente, los acompañaba en las compras y solía comparar el estatus de lo que le conseguían con lo que poseían sus amiguitos.
Ante cualquier reclamo por no tener lo mismo que lo demás, le explicaban de la mejor manera que sus salarios eran distintos a los devengados por los padres de sus compañeros y no podían darse ese lujo. El pequeño comprendía a medias, y se sentía un poco apenado. El papá le acariciaba la cabeza y lo consolaba: «Te prometo que cuando ganemos más, te compramos todo lo que nos pidas ». Pero, la promesa se repetía año tras año, sin hacerse realidad.
Cuando se anunció en el Noticiero Nacional de Televisión las nuevas medidas económicas y el incremento salarial, los felices padres se abrazaron y besaron con la pasión de los primeros días de su noviazgo. La alegría no cabía en la casa, como en miles en todo el país.
La buena nueva llegó como un bálsamo milagroso para la magullada economía doméstica, y ambos profesionales hicieron decenas de cuentas y planes para arreglar la vivienda, comprar electrodomésticos y pagar deudas.
En los meses de vacaciones planificaron el dinero para llevar al niño a varios lugares, aunque se pasaron un poco en los gastos. No obstante les quedó lo suficiente para enfrentar el inicio del curso.
La última semana de agosto salieron con el dinero justo y pensaron en artículos modestos y baratos, como estaban acostumbrados. Antes de entrar a la tienda el muchacho los detuvo y con una sonrisa en el rostro les entregó una lista.
Al leerla, quedaron pasmados: mochila Nike, 30.00 CUC; tenis Converse, 25.00; medias Adidas, 10.00… Miraron al niño con cara de carnero degollado, y el pequeño, sin dejar de sonreír, espetó:
« ¡Ahora sí, papi. Con sus nuevos salarios se va cumplir la promesa! ».