¿Y dónde están tus manos?

Hay personas que viven la vida desde la acera de enfrente. Solo se enfocan en lo suyo, y aquello que quede fuera de su cí­rculo de prioridades no existe.

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Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
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10 Septiembre 2019
mosquitos
(Ilustración: Linares)

Hay personas que viven la vida desde la acera de enfrente. Solo se enfocan en lo suyo, y aquello que quede fuera de su cí­rculo de prioridades no existe.

Mantienen su casa limpia y con eso les basta; aunque en el patio común del edificio habite el 90% de la población mundial de mosquitos.

Dentro de su apartamento colocan la basura en los lugares previstos, el piso brilla; pero cuando están en la calle, lanzan los desechos para cualquier parte por tal de no caminar hasta el cesto más próximo.

A sus hijos les enseñan las mismas actitudes. Así­ se normalizan posturas incorrectas y se multiplica la indisciplina social.

Recuerdo trabajos voluntarios para eliminar vectores en que nos encontrábamos con hombres y mujeres saludables, sentados en el portal de su casa, mientras otros dedicaban su tiempo libre a limpiar su entorno. A la viejita enferma y sola,   a la madre soltera con niños discapacitados, se les buscan manos, si es necesario, para que ayuden a dejarle el patio impecable, pero al resto no se le puede exonerar de sus propias responsabilidades.

En ocasiones, las personas esperan a sufrir en carne propia el dengue o que alguno de sus familiares pase por un estado crí­tico de salud, para tomar conciencia y hacer lo que siempre debió.

Más allá de los problemas reales con la recogida de basura, que no se pasan por alto y mucho menos se minimizan, también hay una parte que le toca a la responsabilidad social, a las reglas de civilidad.

No vivimos en la jungla de Tarzán, aunque algunos se comporten como tal. Nadie tiene que venir a quitar la hierba del frente de tu edificio. Nadie tiene que venir a velar por que tus tanques estén tapados. Nadie tiene que venir a recoger tu patio: eso te toca, me toca, nos toca.

No basta con que solo algunos pongan sus fuerzas. En este empeño hacen falta todas las manos.

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