59 años de una gran familia

Crónica por el aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) este 28 de septiembre.

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Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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28 Septiembre 2019

En Cuba resulta casi imposible encontrar a alguien que no se relacionara alguna vez en la vida con los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Desde la adolescencia ya nos volví­amos miembro de la masiva organización, a veces hasta sin darnos cuenta.

La primera vez que me dijeron: «Niño, coge un saco y recoge las latas y botellas vací­as que veas por la cuadra », pensaba que era parte de un juego, hasta que me dieron un diploma con mi nombre, acompañado de aplausos. Nunca antes un bulto de recipientes vací­os me habí­a puesto tan contento.

Aniversario 59 de los CDR
(Ilustración: Alfredo Martirena)

Por eso digo que pocos pueden negar haberse involucrado en alguna actividad en su barrio. El más pinto de la paloma ha recolectado tarecos, ha barrido calles, ha pintado los contenes de las aceras con cal, ha adornado la cuadra con arecas y cadenetas, o al menos, darle una probadita a la caldosa. Casi lo llevamos en los genes.

No se puede negar que los CDR han sido como una gran familia a la cual, de una forma u otra, todos pertenecemos. Además, podemos catalogarla como la organización más inclusiva de todas, porque si analizamos bien, a ella pertenecen hombres, mujeres, niños, blancos, negros, mulatos, chinos, viejos, intelectuales, obreros, estudiantes, religiosos, ateos, discapacitados, gente con dinero, gente arrancá’, abstemios, bebedores, y cuantos grupos sociales existan. Todos juntos, sin discriminación.

Algo que recuerdo con cariño son las guardias pioneriles. Las disfrutaba como si fuera un cumpleaños. Cuando realicé la primera, me parecí­a ir a una fiesta. Las calles llenas de muchachos con sus uniformes, vigilantes y activos. Todos inspirados en los muñequitos de Chuncha y Cecilí­n y Coti, pues estábamos locos por coger a un ladrón. Cosas de la inocencia.

Las fiestas también han constituido momentos de alegrí­a y confraternización. La cuadra se moviliza en pos de celebrar cada aniversario. En la noche se reúne la gente del barrio, incluso hasta los que ni siquiera amarraron una penca de areca  o armaron cadenetas. Se pega todo el mundo.

La actividad se ha vuelto tradicional, hasta el punto de sobrevivir en los momentos más duros del Perí­odo Especial. Aunque existen cuadras donde ya no se celebra como antes, o ha mermado la participación, en otras los vecinos mantienen el entusiasmo por las nubes.

Allí­ involucran a las nuevas generaciones, que aunque hayan nacido en las era de las hornillas eléctricas e inducción, también disfrutan al ver cómo la rústica leña encendida cocina la sabrosa caldosa.

Ya han pasado 59 años del nacimiento de la gran organización. Sin importar la edad, no deja de hacer y crecer. Con cada generación de jóvenes renueva sus fuerzas, pero necesita atemperarse a los nuevos tiempos.

En fin, no puede hablarse de sociedad cubana sin mencionar a los CDR, porque sin proponérselo, se ha convertido en la gran familia del caimán del Caribe.

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