Pregonar, pero sin molestar

Un mayor sentido común a la hora de anunciar la venta de pan por la madruga para quienes se dedican a ese oficio, debe convertirse en una práctica que agradece la población.    

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Idalia Vázquez Zerquera
Idalia Vázquez Zerquera
@IdaliaVzquez
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03 Noviembre 2019

Andan en bicicleta o a pie por las calles de Santa Clara antes que el sol asome en el horizonte, cargados con jabas, cajas de cartón o cualquier otro depósito adaptado para almacenar el pan acabadito de cocer, con destino a su venta en las diferentes barriadas de la ciudad.

Acercar el alimento universal a la población, sin tener que acudir para su compra a uno de los establecimientos de la Cadena del Pan, es una alternativa que se agradece, aun cuando haya que pagar un peso por encima del precio establecido, para acompañar el desayuno, merienda o comida.

(Ilustración: Martirena)

Me refiero a los vendedores de pan, que con su pregonar en las primeras horas de la madrugada, inician su recorrido habitual por todos los rincones de la urbe.

No se trata de criticar a quienes practican ese oficio que contribuye a su economí­a personal y resuelve un problema a los consumidores, sino la forma en que anuncian la mercancí­a, cuando la mayorí­a de las personas duermen.

A nuestra Redacción de Vanguardia han llegado numerosas quejas al respecto, sobre las molestias que ocasionan, pues los pregones que advierten de manera desmedida la presencia de los vendedores de pan, despiertan a niños, ancianos y enfermos. También, a quienes descansan tras una larga jornada de trabajo o estudio, para iniciar el dí­a con nuevos brí­os.  

Mi vecina Teresa ya no tiene que lamentar carecer de un reloj despertador que le avise que son las 6:00 de la mañana para llegar temprano al trabajo, pues el panadero se encarga de darle el «de pie » diario, con la frase: « ¡Traigo pan duro y tostadito, acabadito de salir del horno! ¡Apúrate que se acaba! »

Al parecer, algunos de estos vendedores piensan que su voz no es suficiente para llamar la atención de los clientes, y se auxilian de pitos o campanas que ponen en movimiento toda una cuadra.

De esta forma, van de reparto en reparto, tratando de no toparse con otros panaderos, quienes, con igual fin, deambulan por las calles para ser los primeros en vender la mercancí­a y retornar por la tarde con un nuevo lote de «cañas », pan suave o de bolas.

En Santa Clara son muchas las personas que se dedican a esta faena; sin embargo, se impone un mayor sentido común a la hora de proponer el pan, ante los efectos contrarios que provoca, cuando el pregón, lejos de agradar y atraer, se transforma en un grito estridente que eleva los decibeles e irrita a la población.

Pregonar es una práctica muy antigua en Cuba, nacida en el siglo XIX en barrios y calles, como parte del argot de los vendedores ambulantes para promover sus mercancí­as; sin embargo, en tiempos en que los pregoneros retornan a las principales avenidas y barriadas, la cuestión no radica en adolecer de los contagiosos estribillos, sino de cultivarlos con gusto y moderar su intensidad sonora, sin molestar a los demás.

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