Vaivenes de los precios topados en Villa Clara

La decisión adoptada por el Consejo de la Administración Provincial ha sido violada de manera reiterada, y se necesita que predomine su cumplimiento.

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Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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01 Diciembre 2019

La decisión del Consejo de la Administración Provincial de topar los precios a productos agropecuarios que no se habí­an incluidos en las medidas adoptadas el pasado mes de agosto fue justa y necesaria. Ahora corresponde hacerla valer, lo que lamentablemente no ha sucedido a una semana del acuerdo, pues han predominado el desorden y la violación de dichos precios.

Ha sido un contrapunteo entre las autoridades gubernamentales y los vendedores. Un pugilato a ver quién resulta ganador: «tú topas y yo escondo la mercancí­a » o, como han hecho algunos, cumplo, pero a mi manera, y las ristras de ajo son tan minúsculas que dan pena y los potes no son los de helado, sino potecitos minusválidos, si cupiera el término.

(Ilustración: Martirena)

Otros concurrentes han abandonado los sitios habituales de venta y los astutos carretilleros reajustan sus horarios de salida, para evitar tropezarse con los cuerpos de inspectores.

Basta un recorrido por el mercado aledaño al estatal de Buenviaje para percatarse de que han desaparecido aquellas hermosas cabezas de ajo, que hací­an la boca agua a las amas de casa y poní­an tristes los bolsillos por sus altos precios. También, han dejado de mostrar el rostro los mazos de habichuela, las coles y los ají­es. Mientras los pocos tomates que aparecen al precio máximo aprobado de $8,00 pesos la libra lo que dan es pena.

La feria del pasado domingo, sobre todo en el espacio abierto del reparto José Martí­, mostró una cara similar a la descrita; aunque con mejores opciones de precios y productos para la población, en aras de ser justos, pero sin exagerar tampoco, pues varios desconocieron los precios topados y se hicieron los desentendidos.

Similar ha sucedido en el resto de los municipios villaclareños, con unos u otros matices, tal como expresan las opiniones del pueblo.

«Habrá que ir a comprar con el periódico en la mano », le escuché decir a una mujer en áreas aledañas a Buenviaje. En tanto, otro comentaba que hubo vendedores, o quizás, mejor dicho, revendedores, que manifestaron preferir echarles el producto a los cerdos que venderlos a esos precios.

De todo ha habido en la viña del Señor, lo cual no significa que las cosas deban seguir así­; al contrario, pues hay que hacer cumplir lo acordado. Una tarea de todos, y no exclusiva de los inspectores, como muchos arguyen a la hora de criticar el asunto.

Queda claro que corresponde en primer lugar a los consejos de la administración municipales velar y exigir por que los precios topados sean una realidad y no una burla, para lo cual deben movilizar todos los resortes y evitar que sean los especuladores aprovechados los que ganen esta pelea por la equidad y el bienestar de la mayorí­a. No es poco lo que se decide en este enfrentamiento entre el egoí­smo individual y el bien colectivo, y aunque no resulte fácil, debe asegurarse que la ley y el orden sean instituidas en cada municipio y consejo popular de Villa Clara.

Pienso, además, que los cuerpos de inspectores no poseen la varita mágica de la solución. Ni son tantos ni pueden estar en todas partes, amén de que sí­ pueden contribuir más y cambiar estrategias y modos de trabajar, tal como hacen los que intentan evadirlos.

Hay que ir a los lugares donde se conoce que las violaciones están a la orden del dí­a: mercados, ferias, paraí­sos de los carretilleros, como la Carretera a Sagua, la de Malezas, camino hacia el aeropuerto Abel Santamarí­a, con sus precios de boutique, que de nuevo amenazan con renacer; en el reparto Condado, por citar algunos ejemplos de la ciudad de Santa Clara. Igualmente, habrá que cambiar horarios y hacer mayor cantidad de controles sorpresivos.

No puede ser tampoco una campaña, pues cuando el furor pasa, vuelve a predominar aquella conocida canción de Julio Iglesias, La vida sigue igual, algo que ya vení­a pasando antes de esta última decisión que ahora comentamos.

También, habrá que reflexionar sobre las unidades de medida, pues ni mazos ni potes lo son, lo que genera una distorsión adicional. Sin que haya que esperar a que existan balanzas en cada lugar, lo que serí­a ideal; pero imposible en estas circunstancias.

Se trata de hallar entre todos el justo medio, y si hay que cambiar algo de lo decidido, hacerlo con la mayor brevedad, pues corresponde a los consejos de administración en las diferentes instancias ir evaluando la polí­tica de precios máximos con la periodicidad que decidan. Un camino en el que nos resta un largo trecho, pues siguen sin ser incluidos productos del agro como la lechuga, cuya época se avecina, y los famosos ahumados.

Aunque la solución definitiva llegará con la abundancia, topar precios es una medida revolucionaria que beneficia al pueblo en las actuales circunstancias; pero hay que continuar perfeccionándola. Una manera de pensar como paí­s, tal como nos ha llamado el presidente de la República, Miguel Dí­az-Canel Bermúdez, en una Villa Clara que piensa y actúa con todos.

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