Vivir del talento

La verdadera preparación vocacional debiera ser para los padres, para que ayuden a sus hijos a encontrar el camino de la realización y el desarrollo personales. 

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Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
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20 Enero 2020

« ¿Por qué carrera vas a optar cuando termines el preuniversitario? », le pregunté a un joven amigo que recién comienza a estudiar para las pruebas de ingreso. «Medicina », contestó sin pizca de emoción, mecánicamente, como si repitiera un ritual medio extraño que consiste en invocar por inercia ese bendito sustantivo.

Esta es la quinta, la sexta y hasta la séptima vez y etc. que, por cortesí­a, hago la misma pregunta y recibo la misma respuesta. Ya me preocupa y pienso en las posibles consecuencias que pudiera acarrear la masividad en una profesión tan sublime.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

Pero hoy no hablaré sobre esa arista del tema, que a estas alturas ya peina canas. Hoy me inquietan las causas que impulsan a gran cantidad de jóvenes a evadir perfiles también importantes para el desarrollo de la sociedad cubana; hoy me preocupa que sus familias no se ocupen de descubrir la verdadera vocación de estos, tal vez escondida.

Primero, dinero. Después, perspectivas dictadas por la injusta realidad económica. Un poco de posibilidades de viajar al exterior y otro par de argumentos contextuales que confunden y terminan convenciendo a tu hijo de que en la vida ser pragmáticos es la principal puerta del éxito. ¿Y qué viene después?

Con suerte, frustraciones y profesionales mediocres. Gente no comprometida con su misión, elegida por ellos mismos equivocadamente. Trabajadores que odian los lunes. Personas que si la vida les diera otra oportunidad, comenzarí­an de cero a emprenderse por otros rumbos.

«Dios mí­o, si yo fuera tu madre te obligara a coger Turismo », me reprocharon un par de desconocidos. « ¿Estás loca? ¡Morirás de hambre! », fueron frases que cayeron por su propio peso, expresiones de la catarsis que inundó a gran parte de mis conocidos cuando me decanté por las letras en una universidad provinciana.

Y yo feliz. Jamás estaré arrepentida, porque no hay nada mejor en este mundo que ganar el sustento diario con tu pasión, con lo que más te gusta hacer en la vida, con aquello que no representa una carga, sino una liberación. Si a ello le sumas que te sientes bien sirviendo a los demás con tu trabajo, no hay nada más que pedir.

Los tiempos cambian. En el siglo xxi, el camino exacto, el de la economí­a holgada y la realización, ese lo trazamos nosotros. Depende de nuestra capacidad para emocionar con lo que hagamos, sea cual fuere nuestra profesión u oficio, seamos o no universitarios, artistas, técnicos, obreros o empí­ricos apasionados.

Cambiemos el discurso familiar. No juzguemos, acompañemos en ese complejo proceso de decisiones. La verdadera preparación vocacional debiera ser para los padres, para que ayuden a sus hijos a encontrar el camino de la realización y la base de su desarrollo personales. Les aseguro que no habrá ni el más mí­nimo espacio para el fracaso.

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