¿Qué sientes cuándo maltratas a una mujer? Sí, te pregunto a ti, que la golpeas, le gritas a diario, la humillas y la reduces casi a nada. ¿Acaso te hace más poderoso, más implacable, se afianza tu imagen de hombre? Siento curiosidad. Jamás he maltratado a una mujer. Por favor, dime qué sientes.
Lo sé, no nos conocemos ni sé cómo piensas; pero, hablemos un poco al respecto, como iguales, de tú a tú, sin tapujos ni medias palabras. ¿Cuánto sientes al lastimarla? Quisiera saberlo porque jamás lo he hecho. No sé cómo hacerlo. Nunca he tenido ese impulso.
Tal vez de pequeño me inculcaron que a las niñas se les dan besitos y abrazos, y a las madres se las ama. Yo amé a mi madre. ¿Y tú? ¡Claro! Cómo no amar a quien te trajo al mundo. ¿Imaginas que alguien le haga daño? Por supuesto. Yo también la defendería, ¡con todas mis fuerzas!
Me parece hermoso utilizar nuestra fortaleza para defender a madres, esposa, hijas, hermanas, tías, abuelas, cuñadas, vecinas, amigas, compañeras de estudio, de trabajo, desconocidas mujeres… ¿No crees? Pero, bueno, no vine a hablar de ello. Quiero que me digas lo que sientes cuando maltratas a una mujer.
No te debe ser difícil explicármelo. Estás acostumbrado a ofenderla, insultarla, chantajearla, amenazarla, burlarte de ella, ridiculizarla, prohibirle hacer cosas, aislarla de su familia y amigos… Sí, tú mismo. ¿Por qué lo niegas? ¡Ah!, entiendo. Lo que sucede es que ves como normal la manera en que te comportas con ella.
¿Recuerdas cuando «bromeaste » diciéndole que dejara de comer, que parecía una vaca; o aquella vez, cuando le tiraste el plato al piso porque el arroz le quedó un poquito subido de sal; o el día en que sus mejores amigas fueron a buscarla para compartir juntas y les dijiste que tu mujer no podía salir, y ella pasó llorando toda la noche porque la privaste de disfrutar de un momento agradable? ¡Claro!, para ti es algo normal.
Pero, bueno, lo que me interesa: ¿Qué sientes al herirla? Realmente me mata la curiosidad, porque no sé qué sensaciones experimentas al hacerle daño a un ser tan hermoso y especial. Sí, así mismo. ¿No te has dado cuenta de que todas las mujeres son hermosas y especiales? ¡Claro que sí, hombre!
Solo obsérvalas trabajar a diario, encargarse de los muchachos, de la casa, aportar económicamente al sostén del hogar, lidiar con miles de problemas, no detenerse ante los obstáculos, cómo se preocupan por los seres que la rodean, cómo educan a los hijos, la capacidad que tienen de enfrentarse al mundo y a la vez lucir bellas, incluso sin maquillaje.
¡Ah! ¿No habías reparado en esas cualidades? Imagino. Para ti las mujeres no son como nosotros, los hombres. Pero, para mí sí. Mira, somos tan diferentes como iguales, con los mismos derechos a decidir sobre su vida, a elegir su camino, a trabajar en lo que deseen, a vestir como les agrade, a expresarse sobre cualquier tema. ¡A vivir!
¿Te imaginas si no existiesen? Debe ser terrible un mundo sin mujeres. Aunque a veces para ti ella no exista. Sí. Te he visto ignorarla, no hablarle durante varios días, dejarla con la palabra en la boca, regresar tardísimo a casa y ni siquiera un saludo cuando llegas. ¿Te das cuenta?
Bueno, olvida eso. Dime, ¿qué sientes cuando maltratas a la madre de tus hijos, a tu compañera de la vida, a la mujer que te da todo el cariño y el amor del mundo? ¿Por qué callas? Deseo saberlo, tú puedes explicármelo… ¿Cómo? ¿Vergí¼enza? Por favor, repítemelo… ¡Ah!, ¿que sientes vergí¼enza de ti mismo?
Sí. Lo sé. Era la única respuesta que necesitaba escuchar.