Para quienes ejercemos el hermoso oficio del periodismo, ese constante batallar con las fuentes de información constituye uno de los retos actuales para ganar en credibilidad.
Existen fuentes de información muy escurridizas. Otras, no tanto. De las primeras, sobran ejemplos. De las segundas, escasean. Llegar a todas en busca de los datos necesarios para esclarecer rumores callejeros, es uno de los retos de los periodistas en estos tiempos.
Por idiosincrasia diría yo el cubano siempre quiere «estar en todas ». ívido de recibir la última noticia, de saber cuanto acontece, de conocer lo más reciente, pregunta aquí y allá, y ahí mismo echa a correr cualquier «bola », o crea otra a su manera porque, según él, «cuan-do el río suena, agua trae ».
Ahora, por ejemplo, habla de tasas ficticias de cambio del CUC, de supuestos casos de coronavirus, de violencia policial, de alzas de precios de algunos productos en el mercado, etc. Todo un maremoto de temas que usted puede escuchar por doquier.
De ahí el compromiso y la obligación que tienen las fuentes oficiales de proporcionar información fidedigna a los periodistas, y así estrechar sus vínculos con la prensa. Se trata de cumplir ambos el rol social que les pertenece, en aras de darle al pueblo lo que por constitución le pertenece: el derecho al acceso a la información pública y a recibir información veraz, objetiva y oportuna.
Sobre el tema, el gremio periodístico ha debatido incontables veces y en variados escenarios. Sin embargo, todavía existen organismos, cuyos directivos deben consultar a sus superiores antes de ofrecer los imprescindibles datos al periodista, que luego redactará una entrevista o reportaje de acuerdo con la importancia o repercusión de los hechos.
Muchas veces debemos insistir por vía telefónica, para mediante las secretarias o comunicado-res de las empresas concertar el momento del encuentro con la persona que tiene en su poder la información que necesitamos. El proceso se ex-tiende, y el lector, oyente o televidente, continúa a la espera de la noticia, ya demasiado dilatada en el tiempo.
En la actualidad, cuando los canales informativos se han ampliado con el acceso a Internet, no valen las posturas evasivas retrógradas de algunos jefes. A la velocidad de la luz cualquier ciudadano conecta-do se entera de los acontecimientos de su entorno social, antes de que el periódico, la radio o la televisión los publique. Esmerarse «por ir delante de la noticia » como se dice es empeño cotidiano del periodista en su misión de investigar y descubrir temas de interés público, contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y publicarlos, con el respeto por la verdad y el rigor en la búsqueda de la información fidedigna y verificable. Mas, no es tarea fácil.
Para quienes ejercemos el hermoso oficio del periodismo, ese constante batallar con las fuentes de información constituye uno de los retos actuales para ganar en credibilidad. Falta que estas de una vez y por todas cumplan con lo que es su deber, pero también obligación. Para que la verdad se abra paso, para que la agenda pública y la mediática coincidan, oportunamente, sin contradicciones ni vacíos informativos que muy bien saben aprovechar enemigos confesos e insidiosos coterráneos, para que no surjan «bolas » o para que no que sigan creciendo, como las de nieve, cuesta abajo y sin freno.