Elecciones presidenciales en EE.UU.: ¿De nuevo el infausto Donald Trump o nos esperanzamos con Joe Biden, el vicepresidente demócrata de Barack Obama en 2009?
El 8 de noviembre de 2016 una noticia política alucinante recorrió a la velocidad de la luz los cuatro puntos cardinales. Contra todos los pronósticos, el candidato republicano Donald John Trump ganó las elecciones generales. El 20 de enero del siguiente año, el excéntrico magnate norteamericano juró como presidente: el número 45 de la omnipotente nación.
Tras doblegar con el voto obrero al establishment más poderoso del mundo, el trumpismo abría una etapa de incertidumbre. Entonces, pensando en el complejo proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales y los acuerdos alcanzados hasta el momento entre Cuba y EE. UU., dije para mis adentros: « ¡Se acabó todo! ». Sí. Todo lo que Barack Obama llevó más lejos de lo que realmente muchos imaginaron, sin el gesto definitivo de levantar el bloqueo ni devolver la base naval de Guantánamo.
Conocidos los resortes del sistema que transportó a la silla presidencial al jactancioso y petulante lobo rubio, no esperaba ni un cuarto de pelo del sobrio y simpático lobo negro, aunque en última instancia se trataba de un bien pensado y explícito cambio de método de la gran nación, a ver si los «nuevos » daban mejores resultados y, ¡al fin!, caía la fruta madura.
Y no fue una simple corazonada. En el día a día, mientras la vida de Liborio en la islita continuaba diligente y trabajosa, pero tranquila y segura, Trump se volvía más agresivo, banalizaba una y otra vez la verdad con técnicas de reality show y bocadillos de Twitter, y daba rienda suelta a sus ofensas, excentricidades, histrionismos, barbaridades y supuestos desquicies. De ahí que, al margen de la voluntad de la dirección cubana de promover una convivencia pacífica con nuestro vecino, para mí el camino hacia la normalización se empedraba más de lo que dicen está el que conduce al infierno.
Y así ha sido, hasta llegar prácticamente a un punto muerto. Ahora con la inclusión de Cuba en la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo, la escalada agresiva contra el personal diplomático de la isla no solo en EE. UU., sino en otros países, las campañas mediáticas contra médicos y científicos cubanos, y el recrudecimiento de las sanciones económicas que desde hace seis décadas nos llegan del como nunca «Norte revuelto y brutal », presidido por un sociópata jactancioso interesado solamente en su propio poder, en sus contingencias electorales, y al cual le importa un comino lo que sucede en su país y en el mundo.
¿Qué se puede esperar del futuro de los nexos de Cuba con la nación norteamericana en medio de una nueva crisis económica global que la COVID-19 adelantó y se augura como la recesión más difícil de las tres grandes que han afectado al mundo en lo que va de siglo?
Una respuesta la dio el lunes Carlos Fernández de Cossío, director general para EE. UU. Del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, quien afirmó a Prensa Latina que el futuro de los nexos de la isla con la nación norteamericana dependerá de lo que permita la clase política y otros sectores tanto del Partido Demócrata como del Republicano a la Casa Blanca; entre ellos, quienes abrazaron el acercamiento con Cuba durante los dos últimos años de la presidencia de Barack Obama.
Como honorable diplomático, Fernández de Cossío no puede azuzar confrontaciones ni utilizar un lenguaje soez, ofensivo o descarnado contra un enemigo cínico así lo catalogo yo que elabora listas para denigrar, embestir e injuriar a nuestro país, que no se subordina a designios ajenos.
Tampoco le corresponde, por su rango y tradición, descender a la altura de un mandatario que no exige al Departamento de Estado responder a los reclamos de Cuba sobre el ataque armado de un individuo a la misión diplomática en Washington, el 30 de abril. Uno más de una larga relación que pasa por el asesinato en Nueva York (1980) de un funcionario de la misión cubana en Naciones Unidas.
Para mí, EE. UU. no tendrá consideraciones con Cuba, como no las ha tenido con ningún país en toda su historia de invasiones y satrapías, dado su carácter crudo, desigual y decadente, génesis de todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes que ocurren actualmente, y de los que se culpa invariablemente a inmigrantes latinos y afroamericanos.
El largo conflicto entre Cuba y EE.UU. tiene raíces históricas y geopolíticas de larga data, y hasta el momento Trump solo ha dado marcha atrás a lo alcanzado por su antecesor en materia de relaciones y negociaciones, regresando a un escenario de Guerra Fría donde se ha vuelto especialmente trágico y mentiroso, cuando en realidad sus teorías de conspiración implican consecuencias graves.
El 3 de noviembre de 2020 se celebrarán elecciones presidenciales, y según encuestadores y politólogos, «hay señales de que el presidente republicano Donald Trump está en problemas para alcanzar la reelección ». Pienso que lleva ventaja en una economía relativamente fuerte, pero habrá hechos como pronostica un experto que le pesarán en contra, digamos su deplorable respuesta a la COVID-19 y la ola de protestas en el país tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis, el 25 de mayo.
Para la reelección le restan cinco meses. Y amén de que ocurran eventos execrables similares a los de Floyd, y el SARS-CoV-2 continúe silencioso y desafiante en una segunda oleada que puede ser peor, no releguemos que los norteamericanos, además de pragmáticos, suelen ser olvidadizos.
Nos queda la esperanza Joe Biden, vicepresidente con Barack Obama en 2009, cuya campaña se centra en propuestas para empoderar a la clase media a través de mejoras en los programas de educación, inversión en instalaciones escolares, una reforma fiscal en favor de la clase media y garantías a la salud universal, especialmente para grupos vulnerables. Y no olvidemos que si bien Trump continúa siendo singular e históricamente impopular, también es impredecible. ( ¿Quién en su sano juicio pensó que una victoria de Trump sería posible en 2016?)
Así que preparados para la que avecina, aunque esta vez, estoy segura, no diré para mis adentros: « ¡Se acabó todo! ». Y si renace algo, que sea como siempre Cuba, empecinada en mantener su independencia y soberanía, con condiciones sobre la base del respeto mutuo y el Derecho internacional.
Mientras tanto les propongo mantener el ojo aguzado, la mente despierta, el corazón caliente, y las manos y el cuerpo dispuestosal trabajo y la acción.
En materia de lobos, sean de pelambre rubia o de pelaje negro digo yo, ¡ni un pelito así!