Ese «monstruo» llamado miedo

La ciencia asegura que el miedo es una de las seis emociones primarias que todo ser humano posee y, además, cumple una función adaptativa, pues  ayuda a ajustar nuestra conducta al entorno en el que nos encontramos.

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Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
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27 Mayo 2023
La famosa obra El grito, de Edvard Munch, refleja el estado anímico del pintor noruego mientras vivió un momento de miedo atroz y quedó temblando de ansiedad durante un paseo con sus amigos.  (Foto: Tomada de Internet)

Mi hija acaba de conocer el miedo. Lo encontró en un monstruo peludo que le aparece en la oscuridad. A veces, el «bicho» está en el tragante del patio de servicio o llega con el ruido que la asusta. Apenas comienza a tejer su propio mundo de fantasías, en el que viven perros mágicos y mariposas de colores. La veo y me veo en mi infancia, mientras era una niña que inventaba historias apasionantes y le tenía pánico a la penumbra.

A medida que crecemos, el miedo también lo hace junto a nosotros. Ese «monstruo peludo» toma otras formas, colores y texturas. Por lo general, se convierte en una «criatura» mucho peor que la inofensiva imagen de la infancia.

Con los años y los daños comienza el pavor ante la soledad, el desamor; a no llegar con dinero a fin de mes, a las enfermedades y la muerte, a la pérdida de seres queridos, al divorcio, al desempleo... Cada quien tiene su propia caja de Pandora, que guarda en un lugar secreto para ni siquiera despertar sus demonios.

Sin embargo, pocas veces ocultar un problema ha significado resolverlo, todo lo contrario. La ciencia asegura que el miedo es una de las seis emociones primarias que todo ser humano posee y, además, cumple una función adaptativa, pues  ayuda a ajustar nuestra conducta al entorno en el que nos encontramos.

Sirve para ponernos en alerta ante un peligro. De hecho, el miedo se procesa en el llamado cerebro reptiliano, la parte más primitiva del órgano, encargada de las funciones básicas para la supervivencia, como comer y respirar.

Al experimentarlo, se desencadenan en el organismo ciertos cambios fisiológicos: aumenta el ritmo metabólico y la cantidad de glucosa en sangre (para disponer de mayor energía), se incrementa la presión arterial, se dispara la adrenalina, aumenta también la actividad cerebral, y los lóbulos frontales del cerebro se desactivan temporalmente y la mente entera se dedica a evaluar el riesgo o la amenaza.

A nivel físico, pueden producirse reacciones incontrolables, como temblores, sudoración, vasoconstricción, aumento del olor corporal e, incluso, pérdida de control de los esfínteres.

Todos hemos sentido miedo en algún momento de nuestro paso por esta dimensión. Sin embargo, las alarmas se encienden cuando se convierte en un problema que interfiere en el transcurso normal de la cotidianidad.

Si esta emoción nos sobrepasa, pueden aparecer las fobias, trastornos de ansiedad, trastornos obsesivos compulsivos, estrés postraumático, ataques de pánico...

Ya en ese punto resulta vital reconocer lo que nos pasa y acudir a un especialista en busca de ayuda. La existencia es demasiado corta para darnos el lujo de malgastarla en la inacción paralizante de una emoción que nos domina. Como diría el dúo Buena Fe, no vale la pena tenerle miedo a la única vida que tienes.

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