La mamá de la mamá

Este verano aún no he podido mojar mis pies en el mar, y llevo más de un mes sin ir a la peluquería. Sólo me he ocupado de ser la mamá de mi mamá.

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Ilustración de Alfredo Martirena sobre madre e hija cuidadora.
(Ilustración: Alfredo Martirena)
Liena María Nieves
Liena Marí­a Nieves
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03 Agosto 2023

¡Ñoñísima! Pero esa mirada de paloma herida y la suavidad con que suele salirse con la suya me desarman irremediablemente y la dejo hacer.  Menos en las horas de sueño, la he cuidado con mimo y ternura durante las últimas semanas. No le gusta la leche demasiado caliente, y el talco debe caerle sobre el pecho y la espalda como si espolvoreara una nube. La peino después del baño, y me pide entonces que le ponga su colonia; no, esa no, la de violetas, o la del pomo rosado, que huele a lo que deben oler los ángeles o los besos de amor. 

¡Qué linda es! Les juro que podría perderme en esos ojos, que suelen ser, tantas veces, la única certeza que necesito para saber que mi vida es hermosa. 

Me esfuerzo, mucho, para que le gusten mis comidas; mientras pico, en porciones minúsculas, dos cebollitas rojas para la sazón de los chícharos, borbotea la olla en la que hierven las guayabas con que haremos mermelada. En otra reposan, humeantes, los mangos que batiremos junto con la guayaba. ¡Compota de «guango» o sorpresa de «manyaba» !, y ambas reímos de la ocurrencia.

¡Y cómo nos parecemos! Todos los que han llegado hasta la casa durante estos días nos lo hacen saber. Que si la sonrisa y la cara de luna llena; que si los gestos y los ojos achinados, convertidos en líneas con pestañas, aunque lo que más quisiera tener suyo es su capacidad para serenar 
tempestades. Vino al mundo con el don de verter paz, regalo divino que lleva hasta en la voz; sin embargo, pecho adentro le late un vendaval, o una mariposa que vuela bajo los goterones gruesos de la lluvia de agosto, decidida a vivir y a espantar malos augurios.

También ha llorado porque se siente vulnerable. La punta punzó de la nariz delata lo que quiere negar con palabras. «¿Por qué tenía que caerme?», me dice, finalmente. «Para evitar que estuvieras en otro lugar donde, quizá, pudo haberte ocurrido algo peor. ¿Quieres que te tueste un pan con queso?». Y, casi de inmediato, se seca las lágrimas y asiente con la cabeza. 

Los mediodías son mi momento favorito. La siesta, a su lado, se ha convertido en nuestra oportunidad para meternos una bajo la piel de la 
otra. Hablamos de los que ya no están, del deseo de comer panetela con helado, del escándalo con 4 ceros que cobró el payaso que actuó en el cumpleaños del hijo de unos amigos, del calor, de «la cosa», de nosotras….

«¿Qué habría sido de mí, con este brazo roto, si tú no hubieras estado aquí?». Yo no tengo respuestas, y no por miedo a que me hinque la conciencia, sino porque no hay lugar en el mundo que se compare con el arco de amor que forma un abrazo de mi madre. Donde esté ella, estará mi hogar. 

Este verano aún no he podido mojar mis pies en el mar, y llevo más de un mes sin ir a la peluquería. Sólo me he ocupado de ser la mamá de mi mamá y, les aseguro, no hay nada más hermoso.

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Pedrito

Domingo, 06 Agosto 2023 20:59

Cuando habla el corazón no hay faltas de ortografía.

Marina

Domingo, 06 Agosto 2023 20:47

Hermoso, muy hermoso y sincero.