Reverdecer urbano

Distantes, muy distantes, permanecen los resultados que, desde una observación apriorística, muestran las producciones de hortalizas y vegetales frescos. Un cambio de mentalidad en los sistemas alimentarios locales se precisa por todas partes.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
(Ilustración: Martirena)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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07 Agosto 2023

Andar por la ciudad, incluso en otros escenarios cercanos, invita a consumir, más allá de los precios de ofertas, dos hortalizas en reiteración: habichuela y pepino. Por fortuna apareció, bien caro, el aguacate de estación.  En la agricultura urbana, a pesar de decir que en algunas zonas se avanza en patios y pacerlas, persiste un retroceso que abarca todas las rutas de los socorridos condimentos frescos.

Cuesta trabajo hacer producir la tierra de manera intensiva. Conspiran desde la falta de brazos y piernas —desalentadas por los escasos salarios— hasta los precios de las semillas certificadas y de la materia orgánica, así como las carencias de medios biológicos para enfrentar plagas y enfermedades y, por supuesto, la obsolescencia de sistemas de riego de agua.

Nada de eso es nuevo. Para desgracia de una población que se acostumbró a consumir vegetales frescos, sin la preocupación de conservarlos por semanas. Los tiempos cambiaron.

Con sólo mirar, desde las alturas, y conversar con los trabajadores del organopónico La Riviera —el mayor de la provincia—, se encuentran algunas de las respuestas. No obstante, a pesar de las adversidades, allí prefieren producir a brazo partido antes de erigirse en «revendedores» de verduras y viandas importadas desde otros campos.

En el tópico de los organopónicos hay un libro abierto donde el escribiente emborrona cualquier cuartilla y, con seguridad, el lector halla las más disímiles historias. Hasta las antológicas emulaciones que antes existían desaparecieron, como en similar medida pasaron al olvido algunas de las mejores prácticas agroecológicas y la observancia del rendimiento promedio por cultivo y época de plantación.

Por la ausencia de semillas de calidad y los precios en Tiendas Consultorios, retomar la usanza de conservar simientes a partir de producciones con esos fines, será un camino viable para contar con mayores volúmenes de siembra. Igual tendrán que retomar la lombricultura y espacios agrícolas que permitan la obtención de pequeñas cantidades de materia orgánica para mejorar los envejecidos sustratos del suelo.  Son algunas de las prácticas que ya en ciertos lugares tienden a enraizarse como paliativo ante las ausencias de insumos.

¡Ah, la prolongada sequía y sus efectos adversos sí que golpean!, pero más daña la mentalidad de monocultivadores, según lo que rápidamente reporta dinero, sin importar calidad ni variedad en las ofertas.

Ahorita, en septiembre, está por llegar la campaña de frío y el fomento de aquellas siembras de ciclo corto, casi olvidadas en lo que va de año. Apenas se escucha a los productores hablar del tema. ¿Será porque estamos en período vacacional y los estómagos se apagan ante la denominada comida chatarra? ¿Dónde se metió la acelga, el rábano, la col china, la espinaca…? La cultura vegetariana, antes coronada, quedó reemplazada y permanece ausente…

Ahora se comenta, incluso, aumentar la superficie destinada a la agricultura urbana. Sin embargo, en el caso de los huertos y organopónicos, el área en explotación está subutilizada. En patios y parcelas, sin muchos aspavientos, vecinos del reparto José Martí, en Santa Clara, se «apropian» de plazas comunes de los edificios y, con esfuerzo individual y colectivo, levantan sembradíos dignos de admirar. Son iniciativas que, en definitiva, refuerzan las aspiraciones por conseguir verduras, condimentos y viandas de ocasión para el hogar. El sudor allí, como debe ser en muchas partes, se traduce en disminución de gastos monetarios para la adquisición de alimentos frescos. 

Nada de la producción intensiva salida del Programa de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar suple las necesidades de los residentes en pueblos y ciudades, ávidos de consumir sistemáticamente hortalizas y vegetales. La razón reside en el retroceso, la involución y el deterioro de un proyecto que, con 35 años de existencia y surgido en los lustros agónicos del período especial, decayó por múltiples razones.   

Reforzarlo y limar las asperezas que llevaron a la pérdida de sus fundamentos, obliga al completamiento de la infraestructura tecnológica, la adecuación de ciencia y técnica, y la asesoría directa de especialistas, en ocasiones ausentes en los sitios de labor agrícola. Tal parece que atrás quedaron las exigencias fitosanitarias, así como la utilización de barreras vivas, de cultivos repelentes y hasta de siembras de plantas medicinales.

Ahora hay metas de rebasar los 10 m2/habitante, y otros comentarán: ¿para qué si con lo existente no se produce lo necesario? Ciertamente, el propósito es noble y siempre vale la pena soñar, pero urgen regateos de una mentalidad dormida a la hora de valorar qué, cuándo, cómo y dónde colocar recursos materiales que den al traste con las pérdidas acumuladas hasta el presente.

Por llegar está la campaña de frío, y el cebollino, el ajo puerro, la col china y el cilantro quedan a merced de algunos particulares. En escasos lugares de la Agricultura Urbana se piensa ahora en semilleros de acelga, lechuga, ají, quimbombó, tomate, remolacha, rábano y espinaca, plantaciones que en corto tiempo rinden acopios y alimentos.

En las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular se abordaron los aspectos de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, y se fundamentó el porqué las escuelas deben enseñar a producir la comida diaria. Las cosechas conseguidas desde huertos y organopónicos, patios y parcelas familiares, estaban en el foco neurálgico de las ideas vertidas.

En los centros docentes, no obstante, esa práctica del vínculo con el campo también decayó. No todos por igual, pero en escasos lugares se cultivan los condimentos y las hortalizas frescas que se necesitan para el día. Centros de producción y de servicios no están muy alejados de esas ausencias.

¡Claro, en muchos lugares se optó por la ausencia de almuerzos ante las escaseces de insumos! Semanas atrás, como caso aislado, en el restaurante-cafetería-comedor-centro recreativo BellaCuba, en Quemado de Güines, con satisfacción se apreció, en la entrada del recinto, pequeñas siembras de yuca y condimentos frescos.

Cualquiera pensaría en un hecho simbólico, pero no. Sirven para elaborar platos, aumentar las ofertas y abaratar los costos. Por si fuera poco, ya disponen de 13.42 ha de tierra (una caballería) para la siembra de cultivos varios. ¿Y quiénes atenderán las plantaciones?: los trabajadores. Allí, como debe ser, no se piensa que, en lo esencial, aparezcan suministros de comida por la denominada autogestión de los directivos. En diciembre, dicen, tendrán lo que necesitan del campo, obtenido con el esfuerzo colectivo.

Ojalá ejemplos de ese tipo abunden en muchas partes y pulule un pensamiento «diversificado» a la hora de conseguir más alimentos. Entonces no estaríamos tan inquietos por alcanzar los 300 gramos per cápita de vegetales frescos, y el «carro» de comida circularía a menos precios en ofertas. El quebradero de cabeza a la hora de cocinar sería menor y tendríamos garantías absolutas de consumo de vitaminas, minerales y fibra dietética, muy importantes para la salud de todos.

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