Historia del muñeco que nunca sería quemado

Para Mireya, no hay 31 de diciembre sin muñeco quemado. ¿Podrá mantener la tradición este año?

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Ilustración de Alfredo Martirena sobre tradición de quemar un muñeco el fin de año.
(Ilustración: Alfredo Martirena)
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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31 Diciembre 2023

Buenos días, ¿Josefa? ¡Ay, mi amiga, menos mal que puedo hablar contigo, aunque sea por teléfono! Últimamente, nunca estás cuando te llamo. ¿Cómo anda la familia? ¡Qué bueno! Por aquí estamos más o menos. No, no, no hay nadie enfermo, pero las preocupaciones y los disgustos nunca faltan. Así mismo. La última calamidad es que este 31 de diciembre no voy a poder hacer el muñecón que a mí me gusta quemar todos los años. ¡Hasta eso se ha puesto difícil!

Bueno, te cuento. El otro día llamé al vecino que tiene el platanal aquí cerca y le pedí unas hojas secas para el relleno; él me las regala todos los años. ¿Tú sabes lo que me ha dicho? Que las había donado para la última caldosa del CDR.

Sí, niña, yo también me imaginé que estaría hablando de los plátanos, hasta que me dijo: «¿Cómo usted cree que ese caldo alcanzó para toda la cuadra?». Sólo de hacerte el cuento me erizo todavía. Por suerte, ya la vesícula no me acompaña para esos trajines y ni siquiera la probé, pero Aurelio, mi esposo, sí tomó y se quedó esperando la segunda vuelta. El pobre, siempre ha tenido muy buena boca.

Como me quedé coja con el relleno, me dije: «Mireya, asegura lo demás, que después algo aparece». De todas maneras, este año viejo no tiene que quedar tan gordo. Entonces, empecé a buscar las cositas por la casa.

Para forrar los brazos, se me ocurrió usar las medias negras que siempre me ponía para los velorios. Sí, esas que te gustan mucho, las que dan picazón. Ya mis hijas no me dejan ir a la funeraria, porque lo que hago es maquinar cuándo me recogerá a mí la carroza o encabronarme con la gente que pasa el tiempo haciendo cuentos y riéndose del difunto.

Cuando procuré las dichosas medias, no aparecían. Y al rato me acordé de que se las había prestado a Nayeli de la Caridad, mi bisnieta más chiquita, la que cumplió los 15 el otro día, ¿te acuerdas? Ella me dijo que las necesitaba para hacer un «jaulín» o algo parecido, yo ni la entendí bien, porque nunca sé si habla conmigo o con el teléfono ese. La llamé para pedírselas y me ha soltado un carnaval. «¿Qué jaulín ni jaulín, abuela? ¡Te las pedí para un disfraz de Jalogüín!». O Jálogüin, ni sé cómo se dice. Es la fiesta esa de brujas de los americanos que les ha dado a los muchachos por hacerla aquí en Cuba ahora. Pero deja que ella venga por aquí otra vez, va a aprender lo que es una bruja cuando yo la reciba a escobazos, y me tiene que buscar algo con qué forrar el muñecón.

Oye, no te rías, Josefa, que yo esto me lo tomo muy en serio todos los años. Te sigo el cuento. Claro, tú sabes que no me doy por vencida tan pronto.

Como no tenía ni relleno ni forro a mano, fui para el escaparate a buscar, por lo menos, la ropa que le iba a poner. Me encontré un pulóver negro bien ancho, igualito a uno que usaba mi hijo Manolito cuando iba a la universidad y le dio por hacerse el roquero, y debajo había un pantalón ripiado y desteñido, buenísimo para completar el atuendo.

¡Muchacha! Casi me crucifican. Resulta que esa era la ropa nueva que le habían comprado a Nayeli y la guardaron aquí en la casa para que no la viera antes de tiempo. ¡Cómo me voy a imaginar yo que a la chiquita le gusta salir en esas condiciones! La he visto con las amiguitas y todas se visten un poco raro, pero ya esto es demasiado. La culpa es de los padres, que le dan todos los caprichos. Si fuera conmigo…

¿Los zapatos? ¿Qué zapatos? ¡Ah, los del muñecón! Sí, esos los tengo guardados bajo llave para que nadie se antoje. Son las botas que usó Aurelio en la última zafra, y el sombrero. Todo eso está feo y deteriorado, como no te puedes imaginar. 

Para no hacerte el cuento muy largo, porque casi no te he dado chance de hablar, parece que este año no habrá ni muñeco quemado, pero que tenga cuidado Aurelio y no se duerma esa noche frente al televisor, porque yo no me quedo con la espinita clavada de una tradición, y lo mismo le doy candela que le echo un cubo de agua arriba.

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Domingo, 07 Enero 2024 17:32

Jamás, jamás, había visto en mi vida un peor fin de año.
Ya tendrán que responder ante la historia y ante los tribunales.