Innovación y ciencia: ¿a conveniencia?

La ciencia y la innovación en un país pequeño, bloqueado, que lucha por el desarrollo sostenible, y que sus resultados se reflejen en la calidad de vida de los ciudadanos, más que elección deviene imperativo. 

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Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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14 Enero 2024

¡Cuánto orgullo ha regalado la actividad científica a este país! Desborda las vitrinas de los museos, los rostros severos enmarcados en grandes cuadros y los archivos que guardan hoy lo que en el pasado fue una verdadera revelación. Porque la ciencia es vida, movimiento, un continuo latir que no cabe entre las paredes asépticas de algún laboratorio.

Las preguntas sin respuesta a mano, el chispazo de una idea, el líder tildado de loco, confrontado pero seguido por un equipo fiel; el trabajo vuelto sacerdocio, a fuerza de disciplina y metodología; puertas, muros, atajos hacia respuestas que obligan a reformular las preguntas iniciales; carencias, desvelos, presiones… y, por fin, el milagro conseguido por seres de carne y hueso, demasiado pegados a la tierra para creerse dioses, ansiosos por contestar las próximas interrogantes.

¿A qué desarrollo sostenible podríamos aspirar sin la probada resiliencia de los cubanos en tiempos de crisis, sin los soñadores o atrevidos que enmiendan lo roto, mantienen vivo lo obsoleto, saltan la brecha entre el Norte y el Sur, y pelean contra la sentencia de que «todo está inventado»?

Burocratismo contra la ciencia.
(Ilustración: Alfredo Martirena)

Sin embargo, ¡qué desdicha cuando tanto conocimiento puesto a disposición del bien común termina condenado a reposar en silencio sobre el papel, cuando burócratas intermediarios resultan mejor remunerados que los propios investigadores, cuando las comodidades y conveniencias personales cancelan ideas de gran impacto, cuando los expertos acuden sólo a corregir chapucerías, porque a nadie se le ocurrió consultarlos antes, o cuando el pueblo no percibe que los esfuerzos mejoren sus condiciones de vida!

La ciencia y la innovación constituyen pilares fundamentales de la gestión gubernamental en Cuba, desde la comunidad más apartada o la empresa más pequeña hasta la Presidencia de la República. La voluntad se establece arriba, la tradición existe y la institucionalidad se consolida, pero las alianzas se construyen desde abajo y a diario.

El asunto no puede ser asumido como una formalidad, para llenar el informe o cumplir el acuerdo de la reunión anterior, sino como la necesidad de impulsar el desarrollo en todos los ámbitos, fortalecer la soberanía, y dar soluciones rápidas y efectivas a problemas económicos, sociales, políticos y culturales.

La responsabilidad, el diálogo y la acción tampoco admiten parcelas. Corresponden por igual a los sectores del conocimiento, la producción, los servicios y la administración pública. Asimismo, involucran a científicos, educadores, profesionales, empresarios, obreros, campesinos, dirigentes y a la población en general, sin faltar a la máxima martiana de que «haga cada uno su parte de deber».

Asumir la ciencia y la innovación como motores del desarrollo sostenible e inclusivo no implica multiplicar, con ciega lógica fabril, la cifra de investigadores, proyectos o publicaciones ni obligar a obtener títulos académicos a quienes no realizarán después ningún aporte; como tampoco se justifica limitar las aspiraciones individuales de superación, porque alguna mente estrecha considere que los resultados no serán aplicables o positivos dentro del perímetro de las suelas de sus zapatos.

Hace falta más conocimiento, personas dispuestas a generarlo, socializarlo, asimilarlo y aplicarlo; capacidades tecnológicas, vínculos entre diversos sectores y actores, contrapunteo y sistematicidad en los análisis, celeridad en las respuestas y actitud proactiva, para que cada día se geste una revolución científico-tecnológica.

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