La COVID-19 y sus estragos menos visibles  

Ancianos, niños, adolescentes o adultos jóvenes deberíamos reflexionar sobre el suceso que fue la COVID-19 y asimilar el trauma para lograr superarlo. 

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
(Ilustración: Alfredo Martirena)
Victoria Beatriz Fernández Herrera
Victoria Beatriz Fernández Herrera
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13 Febrero 2024

El informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) titulado «El impacto de la COVID-19 en las personas mayores» reveló que el 66 % de los adultos que sobrepasan los 70 años poseen condiciones subyacentes que los convierten en más sensibles ante los efectos del virus del SARS-CoV-2.

El personal de Salud cubano respetó cabalmente el dato anterior durante los primeros años de enfrentamiento a la pandemia y recomendó un confinamiento absoluto para este grupo etario como medida preventiva ante su vulnerabilidad; sin embargo, la propia restricción trajo aparejados otros riesgos.

Según la Dra. C. Idania María Otero Ramos, profesora consultante del Departamento de Psicología de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, «el cambio en el estilo de vida provocó perceptibles afectaciones físicas en los ancianos, aumentó el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares, además de potenciar desórdenes musculoesqueléticos y, en general, sedentarismo».

El impacto psicológico resultó aún más perjudicial en algunos casos. «La reclusión dentro de casa, la falta de ejercicios físicos, y las tantas restricciones sobre el contacto social, unidas al estrés, la limitada exposición a la luz del día y la ausencia de rutinas diarias incidieron en una de las principales funciones biológicas vulneradas: el sueño, y, a su vez, incrementaron los padecimientos de salud mental».

Trastornos depresivos, ansiedad, insomnio, sentimiento de soledad, fobias, estrés post traumático, desesperanza, ideas e intentos suicidas o, incluso, el suicidio constituyen los efectos más comunes en adultos mayores que sobrevivieron a la COVID-19. Aunque generalizar resulta un error en estos casos, la realidad evidenció que muchos sí necesitaron recursos para regular las experiencias y emociones negativas y la mayoría prescindió de ellos por un motivo u otro. 

«Podría pensarse que todo apoyo por sí mismo vale; pero, no es así. En situaciones ya diagnosticadas de ansiedad, depresión o duelos pendientes, además del apoyo solidario, el anciano requiere herramientas que sólo un especialista puede brindar. Las técnicas de los psicólogos en situaciones de crisis abarcan desde normalizar las reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y conductuales hasta intervenir para reducir la ansiedad y estimular el afrontamiento, el autocontrol y la autoeficacia» detalló la especialista.   

La explicación de la Dr.C. Otero Ramos nos hace cuestionar la efectividad de las estrategias que utilizamos con los mayores del hogar luego del retorno a la normalidad. ¿Cuántos de nosotros acudimos a un psicólogo? ¿Cómo lidiamos con los cambios en el carácter de los más viejos? ¿Comprendimos o juzgamos?

Casi cuatro años después de la detección del primer caso de COVID-19, podría asegurarse que prácticamente todos padecemos alguna secuela de la enfermedad; otros, los efectos adversos de la medicación, y la mayoría aún teme contagiarse. Ancianos, niños, adolescentes o adultos jóvenes deberíamos reflexionar sobre el suceso que vivimos y asimilar el trauma para lograr superarlo.

Si bien la protección y la inmunización resultan la prioridad fundamental para el mejoramiento del escenario epidemiológico, también sería prudente emplear las ciencias psicológicas en el proceso de asimilación del duelo y en el enfrentamiento al trauma.  

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