Fénix de mujer

Seamos mujeres corajudas y emprendedoras, de esas fortísimas que describe Dulce María Loynaz: «Yo seré como el río que se despeña y choca, y salta y se retuerce… ¡Pero llega al mar!».

Compartir

Vanguardia - Villa Clara - Cuba
(Ilustración: Martirena)
Claudia Yera Jaime
Claudia Yera Jaime
728
08 Marzo 2024

Dichosa de ser mujer me erijo titánica ante el mundo, tan de flores o pedradas, «camino» sobre innumerables construcciones subjetivas. Hija de la modernidad, pujo por forjarme a mi sazón y tajar cuanta ajena voluntad pretenda compararme, juzgarme, despojarme de mi identidad ante discursividades hegemónicas.

Soy mujer porque la biología así lo impuso, mas no creo que los cromosomas puedan dominarme, dominarnos. Ni usar falda o pantalón, ni llevar el pelo largo o corto, ni rasurarnos o depilarnos las cejas, ni ser madres o decidir no tener descendencia, ni trabajar ante el surco, el microscopio, un timón o un buró, ni compartir entre sábanas con quien nos plazca debe estar esquematizado; debe valernos lo que nos haga sentir seguras, felices, amadas, protegidas.

Lo masculino y lo femenino nos imponen sus coordenadas espacio-temporales, propias del momento histórico, y nos ubican en realidades sociales y emocionales diferentes. Las asignaciones sociales de lo que nos define como mujer penden siempre, o casi siempre, de una construcción masculina, que invita a liberarnos masculinizándonos, asumiendo atributos propios de los hombres que nos parecen negados, en esa frustrante ansia de hacernos competir.

Y es que los patrones androcentristas insisten en despojarnos de potencialidades, pese a las muchas políticas públicas de inclusión que, a nivel nacional e internacional, nacen para poner en ley la igualdad de derechos.

Nos toca alzarnos con fuerza incólume, acabar con las interpretaciones y patrones machistas. Proponer una lectura de lo femenino más osada, valiente, variopinta, sagrada e intocable, menos lastrada, y con base en lo que nos aúna.

Sea marzo, junio o diciembre, las mujeres deseamos incitantes y confortadores mensajes de amor y fuerza. Un abrazo, un beso, un café. Hombres y mujeres nos necesitamos y complementamos. La masculinidad y feminidad, en última instancia, constituyen experiencias íntimas, particulares y profundamente subjetivas. Reconceptualicemos los géneros y su relación entre sí, con una ética de inclusión y respeto. 

Presentémonos ante la sociedad sin miedo, desnudas de perjuicios y prejuicios, como criaturas fenomenales, con pensamientos más dinámicos y desacralizadores, demostrando la pertinencia de las mujeres en todos los espacios y proyectos. 

Validemos nuestro valor social, cultural y económico. ¡Que nuestras victorias sean constantes y reconocidas, no vistas como hazañas! Como el ave Fénix emerjamos excelsas, una y otra vez. Seamos mujeres corajudas y emprendedoras, de esas fortísimas que describe Dulce María Loynaz: «Yo seré como el río que se despeña y choca, y salta y se retuerce… ¡Pero llega al mar!».

Comentar