En el umbral de la vulnerabilidad

Tan integral como sus causas y manifestaciones debe ser la atención que se les presta a personas, familias y comunidades en situación de vulnerabilidad, con enfoques preventivos y participativos.

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Ilustración del Alfredo Martirena sobre la vulnerabilidad social.
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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09 Marzo 2024

Asimetrías, desigualdades, desventajas… vulnerabilidad. Ni estigma ni moda. Se trata de una situación concreta, tan compleja en cuanto a causas, manifestaciones y vías de solución, que identificarla y atenderla exige mirar desde múltiples aristas, con conocimiento, objetividad y sensibilidad.

Mucho se ha hablado sobre la necesidad de emprender transformaciones materiales y espirituales a la par, de evitar conductas asistencialistas, y de que las personas, familias y comunidades participen en la mejora de sus propias condiciones de vida, con el apoyo de empresas, gobiernos locales, organizaciones políticas y de masas, y otras instituciones.

La sistematicidad en el trabajo, la perdurabilidad de los logros y la labor preventiva, para atender los problemas de manera integral, antes de que alcancen un punto crítico, también han sido temas muy debatidos en los últimos tiempos.

No obstante los casos exitosos, en medio de la prolongada crisis económica que impacta sobre todos los ámbitos de la sociedad, la lista de los pendientes se alarga más que la de los logros.

De acuerdo con Maraiky León Iglesias, jefa del Departamento de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en la provincia, actualmente la atención en Villa Clara se centra en la vulnerabilidad económica. Al amparo de la legislación vigente, se identifica a las personas cuyos ingresos son insuficientes y carecen de familiares obligados a prestarles ayuda o estos últimos no están en condiciones de hacerlo.

Al enunciarlo así, resulta, cuando menos, tentador generalizar el concepto de vulnerabilidad e invertir la pregunta: ¿A cuántas personas les alcanzan los ingresos que obtienen de manera lícita para satisfacer, al menos, sus necesidades más urgentes?

Corresponde a los trabajadores sociales lidiar con tan peliaguda disyuntiva, evaluar cada caso en la demarcación que atienden y decidir, de la forma más justa posible, a quiénes priorizar.

Durante el pasado año, fueron beneficiadas más de 15 000 familias, con prestaciones económicas, servicios o recursos para el hogar, por un monto superior a los 500 millones de pesos erogados del presupuesto del Estado.

Actualmente, los trabajadores sociales están enfrascados en estimar cuántos individuos serían proclives a la vulnerabilidad una vez que entren en vigor algunas de las medidas anunciadas por el Gobierno, para corregir distorsiones y reimpulsar la economía, que incluyen incrementos de precios. Los más afectados podrían ser pensionados con una cuantía mínima, núcleos familiares numerosos, embarazadas en situación de riesgo y personas con discapacidad o con determinada patología.

Sin embargo, la misión profundamente humana de los «médicos del alma» —como los catalogó Fidel— debe ir mucho más allá, hacia la identificación y seguimiento de problemáticas que no tienen un origen económico, como las dificultades para el acceso a bienes, tecnologías y servicios; el impedimento de la movilidad, las demandas afectivas y de cuidado no satisfechas, sobre todo, adultos mayores, justo en la provincia más envejecida del país; brechas raciales o de género, adicciones, desvinculación del estudio y el trabajo, altos índices de delitos, entre otras.

La vulnerabilidad tiene tantas caras como las personas que la sufren. ¿Reversible? Casi siempre. ¿Deliberada? No tiene derecho a serlo. Se presenta como una puerta abierta. Dentro y a oscuras yace la comodidad de esperar de brazos cruzados a que otro dé, atienda, trabaje y vuelva a regalar; la reprochable extorsión, con la promesa de un escándalo si no se cumple el capricho de qué, cuándo y cómo quiero la ayuda, o el error de universalizar subsidios y gratuidades para una población con un poder adquisitivo desigual.

Fuera, crecen y se iluminan otras posibilidades: un empleo que puede mejorar con preparación y esfuerzo, un curso para dotar de conocimientos y habilidades necesarios; acceso a círculos y casitas infantiles, casas de abuelos y hogares de ancianos, para que el trabajo no se vea afectado; oportunidades de reparar o ampliar una vivienda sin necesidad de construir de cero; espacios de socialización, ocio y crecimiento cultural; rupturas de ciclos de violencia, mejores opciones de planificación familiar, participación directa en la toma de decisiones y otras muchas alterativas a la medida de cada demanda.

Nadie ha dicho que resulte fácil, pero luce mucho más prometedor aprovechar el beneficio para superar la cuesta más empinada y caminar con pasos propios hacia la realización personal, que esperar toda la vida un empujón, incluso, en los tramos más llanos del camino.

Comentar

Nicasio Vázquez VC

Domingo, 24 Marzo 2024 10:24

En medio de las penurias que estamos sufriendo las personas de la tercera edad, con ingresos por debajo de sus necesidades, es una gran esperanza contar con periodistas jóvenes como Mónica Sardiñas que dedican parte de su tiempo a esos analisis para que se resuelvan estas situaciones. Gracias.

Dacio

Miércoles, 13 Marzo 2024 13:24

Se debe completar e incrementar la plantilla de Trabajadores Sociales, comprobar su idoneidad, controlar sus resultados y remuneración en base a ello.
Hay mucho que hacer en esta tarea que dejó Fidel.