Lo que mamá no te cuenta

Una felicitación y un abrazo inmenso a todas las madres en su día. Gracias por querer y sacrificarse en la misma medida. 

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Ilustración de Alfredo Martirena por el Días de las Madres.
(Ilustración: Alfredo Martirena)
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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12 Mayo 2024

A los cuatro años, cuando le regalaron la primera muñeca que conservó con todos los miembros intactos, la ilusión maternal hizo entrada en sus juegos infantiles. No te regodees: de aquella muñeca fue también cirujana, peluquera, diseñadora de modas, maestra, entrenadora de clavado o natación en las modalidades de bañadera y fregadero abandonado, compañera de acrobacias circenses y cafés imaginarios.

En la adolescencia decidió que el «reloj biológico» no guiaría su vida ni necesitaría nueve meses de gestación idílica para alcanzar la plenitud de la que todos hablaban. Decidió tenerte varios años después, consciente de que la harías feliz a ella y no a quienes la apremiaban, cuando se supo madura emocionalmente, con cierta independencia económica, dueña del futuro profesional al que aspiró y junto a un compañero de aventuras dispuesto a correr todos los riesgos.

Claro que sintió miedo, dudas, euforia, inseguridades, un coctel de emociones... Todo eso fuiste antes de los primeros latidos y la sombra impresa que hacía suspirar a toda la familia y obligaba a entrecerrar los ojos para distinguir al «frijolito». También fuiste malestares, antojos, revolución de hormonas, planes, guerra de nombres y colores, esperanzas y sobresaltos, al tiempo que apretabas sus órganos para expandir tu universo particular, y aquella máquina seguía palpándote desde fuera para dibujarte con mayor precisión.

La hiciste retorcerse de dolor hasta casi romperse, luchar por tu vida y por la suya cuando te traía al mundo, reír entre lágrimas y recomponerse para cuidarte; porque el mayor desprendimiento no fue de un nuevo ser, sino de egoísmos, placeres y libertades. ¿La compensación? Instantánea.

Te quiso tanto en tan poco tiempo, que la idea contrarió su racionalidad. La ilusionó aprenderse cada pedacito tuyo y adivinar tus reacciones, temió y se desesperó cuando no encontraba alivio ni causa de tu llanto, y se vio abrumada por los consejos de tantas madres con alma de comadronas. La castigaban el sueño de madrugada y un poco de envidia a la mañana siguiente, cuando hacía coincidir tu siesta con sus quehaceres, obligada a esconder el cansancio en algún rincón de la casa. De los sustos por enfermedades o travesuras preferiría olvidarse, como si no los llevara tatuados en la memoria.

Los dibujos animados, las canciones y los cuentos infantiles, repetidos hasta el cansancio, la atormentaban más que divertirla, pero bien valían la pena cuando le tarareabas alguna melodía o la sorprendías con nuevas palabras. Le encantaban las golosinas que siempre guardaba para ti, y de pequeña no comía tanta ensalada como te hacía creer; solo se permitía algunas mentiras piadosas para complacerte y hacer que crecieras saludable.

Sufrió con tus malestares y con los castigos que te impuso, temerosa de resultar demasiado estricta o permisiva, aprendiendo a la par de cada lección que te daba. Hizo suyos tus triunfos sin temor a exagerar y perdió la mesura cuando le tocó defenderte.

Durante los primeros años, la enternecían los besos y tu necesidad de tenerla cerca, a expensas, incluso, de su intimidad, y la halagaba que presumieras de «la mejor mamá del mundo». Luego, la frustraron tus ansias adolescentes de independencia y la ignorancia juvenil de «ya lo sé, mamá», ante una vida que a nadie le alcanza para conocer del todo.

Te abrió los brazos sin resentimientos y sin exigir disculpas en cuanto la volviste a reclamar como consejera y confidente, y se entregó a esa nueva etapa de complicidad, como una amiga mayor, con los roles de cuidado distribuidos de manera más equitativa.

Está ansiosa por que llegue el domingo. Siempre pide que no te excedas con los gastos en regalos y celebraciones, aunque le encanta que pienses en ella, mucho más si el detalle va acompañado de un dibujo o una postal dedicada con caligrafía infantil, similar a las que le entregabas hace mucho tiempo y aún conserva. No obstante, te recordará que antes de un presente lujoso prefiere las llamadas, tu visita, un abrazo, que cuentes con ella y que no necesites un Día de las Madres para llenarle la casa de alegría.

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