Este 20 de enero, el republicano Donald Trump se convertirá en el segundo presidente con dos mandatos no consecutivos en la historia de los Estados Unidos.
Llegó a la Casa Blanca cuando muchos lo consideraban imposible para un hombre de negocios ajeno a la política, mantuvo un estilo de gobierno tan escandaloso como la propia campaña, que sembró dudas sobre su capacidad para ejercer el cargo; perdió la reelección y rechazó el resultado con declaraciones y actitudes que envalentonaron a los asaltantes al Capitolio, el 6 de enero de 2021.
Prometió regresar, recuperó el apoyo del partido republicano y de sus seguidores, mientras en un juicio lo hallaban culpable de 34 delitos; venció en un duelo electoral reñido en encuestas, aunque bien definido en votos, y este 20 de enero se convertirá en el segundo presidente con dos mandatos no consecutivos en la historia de los Estados Unidos, antecedido por Grover Cleveland (1885-1889 y 1893-1897).
Al calor de los mítines en varios estados, Donald Trump hizo numerosas promesas para el «primer día» de gestión, relacionadas con derribar medidas impulsadas por su antecesor demócrata Joe Biden, o implementar decisiones propias, muchas de ellas retomadas de las candidaturas de 2016 y 2020 y radicalizadas ahora.
El expresidente comienza su segunda administración con el respaldo mayoritario en el Senado, la Cámara de Representantes y la Corte Suprema, en un contexto marcado por la consolidación de la extrema derecha mundial en el poder, el agravamiento de la crisis económica internacional cuya recuperación va en detrimento de las garantías o aspiraciones sociales, una mayor tensión política internacional —evidente en los conflictos armados entre Rusia y Ucrania e Israel y Palestina—, el ascenso de tendencias fascistas a nivel global, y la profundización de la crisis de la democracia representativa.
Catalogado como salvador o amenaza para la democracia estadounidense, según el bando desde el cual se le juzgue, Trump ha mantenido en vilo a los norteamericanos y al mundo sobre cuán ciertas y profundas serán las propuestas que hizo como candidato, cuáles se concretarán en la agenda y las que quedarán como señuelo de campaña.
Si abundar en detalles, ha dejado claras algunas pretensiones. En materia económica —la mayor preocupación de los ciudadanos norteamericanos—, el magnate asegura reducir la inflación, y ha hablado sobre ampliar los recortes de impuestos para las grandes corporaciones y los estadounidenses más ricos, y beneficiar a la clase media y trabajadora con exenciones fiscales para los ingresos provenientes de propinas, horas extra y pensiones de la seguridad social.
Asimismo, propone incrementar los aranceles para productos extranjeros, con tarifas del 10 % al 20 % a casi todas las importaciones y del 60 % o más a las procedentes de China. En el caso de la industria automotriz, ha amenazado con elevarlos hasta el 200 % a todos los automóviles provenientes de México, para evitar que fabricantes del gigante asiático se instalen en el país vecino.
El aumento de la producción de energía con mayor explotación de combustibles fósiles, los recortes del gasto público, con la asesoría del empresario Elon Musk, y la reducción del costo de la vivienda a partir de un programa de construcción de casas en tierras federales y de la disminución de la demanda que generarán las deportaciones masivas de inmigrantes figuran entre las medidas anunciadas.
En cuanto al tema más candente de la campaña, las intenciones se centran en reducir la migración en general —legal e ilegal—, mediante el cierre de la frontera sur, la amenaza de llevar a cabo la mayor deportación de la historia de ese país, el fin de la ciudadanía por derecho de nacimiento para los hijos de inmigrantes indocumentados, la ampliación de las prohibiciones de viaje a personas de varios países de mayoría musulmana, la propuesta de una «selección ideológica» de los posibles inmigrantes, el restablecimiento de políticas del primer mandato como la de «Permanecer en México», que limita a los inmigrantes por razones de salud pública, y la guerra contra el crimen y la violencia, de lo cual responsabiliza, fundamentalmente, a los inmigrantes.
Expertos afirman que la postura de Trump en los asuntos internacionales son aislacionistas en lo diplomático, no intervencionistas en lo militar y proteccionistas en lo económico.
El presidente electo asevera que establecerá acuerdos de paz en Europa y el Medio Oriente, reforzará y modernizará el ejército de EE. UU. y construirá un gran escudo antimisiles. Además, mantiene una actitud crítica hacia la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza de la cual amenazó con retirar a Estados Unidos durante su primer mandato, si el resto de los países miembros no asumía los gastos de defensa acordados.
Por otro lado, ha planteado ampliar los poderes presidenciales y despedir a un gran número de empleados federales, limitar los derechos civiles (raciales, religiosos, sexuales, de género, de la comunidad LGBTQ+, entre otros), poner fin a los programas de diversidad, equidad e inclusión en las instituciones gubernamentales financiados con fondos federales, introducir cambios conservadores en la educación, reformar el sistema sanitario, volver a retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, y revocar las normativas dirigidas a enfrentar el cambio climático, potenciar las energías limpias e incentivar el uso de vehículos eléctricos
Aunque el aborto ha sido otro tema bastante polémico, le restó importancia durante los meses previos a las elecciones. No obstante, se atribuye el mérito de lograr que la Corte Suprema pusiera fin al derecho federal de la mujer a interrumpir un embarazo y devolviera la regulación a los gobiernos estatales, y prometió que vetaría una prohibición nacional del aborto.
En paralelo, un conjunto de propuestas políticas conservadoras, conocido como el Proyecto 2025 e impulsado por la Heritage Foundation y otros grupos afines antes de que Trump se presentara oficialmente a las elecciones de 2024, ha encendido alarmas dentro y fuera de EE. UU.
Aunque el expresidente manifestó no saber quién está detrás y los representantes del Proyecto 2025 afirmaron que correspondería al candidato electo decidir qué recomendaciones implementaría, fuentes especializadas han identificado al menos 140 personas relacionadas que trabajaron en su anterior gobierno, y varios puntos de contacto con su campaña. Otra incógnita que quedará despejada en los próximos cuatro años.
Las proyecciones de Trump hacia Cuba para su segundo mandato han sido bastante discretas, no obstante, el nombramiento del senador cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado resulta un adelanto contundente de la política hacia la isla.
A diez años del histórico acercamiento entre ambos países, el panorama es muy diferente.
El pasado martes, el gobierno de Estados Unidos anunció la decisión de excluir a Cuba de la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo, hacer uso de la prerrogativa presidencial para impedir que se pueda tomar acción en tribunales estadounidenses ante demandas judiciales presentadas al amparo del Título III de la ley Helms-Burton, y eliminar la lista de entidades cubanas restringidas con las cuales se prohíbe a ciudadanos e instituciones estadounidenses realizar transacciones financieras, lo que ha tenido efecto en terceros países.
La medida, correcta pero limitada y tardía, no mueve un milímetro el bloqueo económico, comercial y financiero que ocasiona perjuicios crecientes cada año a la economía y al pueblo cubano, ni las más de 200 sanciones reforzadas por el propio republicano y sostenidas por el demócrata que le sucedió.
Recordemos que, en 2021, también una semana antes de dejar la Casa Blanca, fue Donald Trump quien incluyó a la isla en la lista negra —de la cual la había retirado Obama en 2015— y sus colaboradores más cercanos no tardaron en amenazar con revocar la decisión comunicada el pasado 14 de enero.
¿Qué ocurrirá en lo adelante? A partir del lunes lo sabremos.