
Los faros constituyen antiquísimas obras de la construcción civil. Existen vestigios de faros romanos como la Torre de Hércules, en La Coruña, Galicia; el faro en funcionamiento más antiguo del mundo. Ubicados en puntos costeros estratégicos, los faros guían a los navegantes a tierra firme. Cuentan los añejos lobos de mar que cada fanal emite una señal lumínica única y poderosísima.
Cual faros de gran intensidad vamos las mujeres por la vida, guiñándole el ojo a los retos, haciéndonos visibles a grandes distancias por nuestro coraje, dignidad, altruismo, belleza. Brindando refugio, consuelo, guía, fuerza, impulso, amor. Desde niña, mujeres faro me inspiran y empoderan.

Una madre maravillosa viste con alas mis sueños y no mengua en protegerme de los males y vicios. Una madre fortísima de corazón no pierde la ternura y constituye mi mayor ejemplo. Una bisabuela se entrega afanosa a sus nietos y bisnietos y se erige como el mayor paradigma de desprendimiento y adoración. Cuando las arrugas, las canas, la experiencia, la buena educación, los abrazos y las bendiciones se aúnan, las luces son tan, tan vívidas.
Una mujer faro, excelente suegra, se viste de sencillez y humildad. Pese a sus dos fracturas de columna y su osteoporosis extrema, se consagra a los suyos, es la mejor ama de casa, y ese trabajo infravalorado es más que durísimo.
Dos jóvenes Doctoras en Ciencias difunden talento, esperanza, optimismo; refulgentes como girasol y fuertes como cactus, florecen, enamoran, irradian. Una joven posa en sus fotos de quince años con un estetoscopio, quiere estudiar Medicina y asegura que el futuro pertenece a quienes creen en la beldad y alcance de sus sueños. Una señora de cinco décadas sumamente valiente, poseída por la vida, le gana la batalla al cáncer de mama y luce linda y brillante.
Las mujeres constituyen sin dudas la mejor guía hacia rutas seguras. Agradezco por ser mujer y contar con el poder y la voluntad de hacerme haz de luz en mi camino y las veredas de otros. Soy y somos todas mujeres faros.