
Caen las últimas tardes de verano. El sol comienza a ceder su protagonismo. Decaen la algarabía y las órdenes maternales induciendo al baño y la tranquilidad del hogar. Existe cierto vestigio agridulce en las caricias del viento. Estos crepúsculos parecen conscientes del significado de su partida.
En las calles son menos frecuentes las porterías, el juego del pon y las bases. Las olas van adquiriendo un compás sereno, como una banda sonora acompañando un final inminente. El tiempo de pausa y reencuentro inicia su despedida con la misma serenidad con la que abrió sus puertas.
Durante estos meses, las risas compartidas, el abrazo oportuno, el corretear por los parques, la conversación sin prisa y el ocio nos hicieron crecer. Por instantes prolongados agradecimos el aquí y el ahora, disfrutamos de las cosas simples y reconectamos con nuestro lado humano.
Ahora, el calendario nos llama a volver a la rutina. La escuela abrirá nuevamente y el trabajo retomará su ritmo de cara a los últimos meses del año. El barrio recobrará ese movimiento que alude al pequeño rompecabezas de una obra colectiva. Regresar a la cotidianidad no es perder la magia del verano, sino transformarla en energía para construir, aportar y seguir soñando con un futuro mejor.
Estas tardes traen un adiós para un tiempo de autoconocimiento e introspección. Gracias a la brisa marina, reanimamos fuerzas, imaginación y carácter, y vimos la vida con otro enfoque, nuevas vibras y oportunidades. Regresar al trabajo no es solo un deber, sino una manifestación de amor por el porvenir.
Preparemos mochilas, libros y libretas. El esmero de médicos, ingenieros y padres aglutina vocación, deseos y originalidad. Obreros y constructores dan la bienvenida al futuro. Mamá organiza rutinas y actividades. Todos asumiremos tareas y responsabilidades ante el regreso.
En los barrios ya no se escucha el estruendo propio de los días de vacaciones y las visitas de familiares. Las olas del reencuentro hanvuelto al estado apacible. Arranca el retorno a los quehaceres. En nuestras manos quedan las instantáneas del tiempo de calidad compartido. Ha llegado la hora de darle play a la vida, pero que este adiós sea un «hasta el próximo verano».