Villa Clara sufre la peor sequía de su historia. En los últimos 40 años nunca los 12 embalses, las cuencas hidrográficas subterráneas habían estado tan deprimidos.
Villa Clara sufre la peor sequía de su historia. En los últimos 40 años nunca los 12 embalses, ni tampoco las 23 cuencas hidrográficas de agua subterráneas con que cuenta la provincia, habían estado tan deprimidos.
Según el parte del martes 22 de agosto las presas acumulaban 226,569 m3 de agua. (22,4 % de la capacidad total de llenado). Solo vertía la presa Arroyo Grande II, que abastece al polo productivo agrícola del Valle del Yabú. El resto estaba muy por debajo de sus potencialidades.
En la actualidad16 de los 23 sectores hidrogeológicos han alcanzado los niveles más bajos de agua subterránea almacenada en las últimas cuatro décadas, y aún en los meses de primavera, 10 de ellos mantenían tendencia al decrecimiento.
No ha existido peor momento. Sin embargo, la percepción de la población acerca del agua resulta engañosa, pues los aguaceros caídos en julio y lo que va de agosto algunos bastantes copiosos y el verdor de los campos, hacen creer, ilusoriamente, que la sequía es asunto del pasado.
En esa percepción un tanto indiferente o cuando menos despreocupada, incide la dolorosa realidad vista a diario en Santa Clara y en otras ciudades del territorio: los abundantes salideros, o mejor, el derroche de agua, miles y miles de litros que se dilapidan. Lamentable problema, y de tal recurrencia, que ha pasado a formar parte de una cotidianidad anómala.
Ante un acueducto colapsado en el tiempo próximo a cumplir la centuria, los esfuerzos y campañas de contingencia realizados en Santa Clara por los trabajadores de Acueducto y Alcantarillado, han dado pocos resultados o, al menos, no los esperados en esta batalla contra los escapes del líquido vital, algunos de una magnitud asombrosa.
Por suerte el completamiento de los nueve kilómetros del anillo de acueducto que bordea la Circunvalación de Santa Clara, ha sido un paliativo ante la carestía, clave para no regresar a los ciclos alargados de hasta 15 días, como sucedía en los barrios Santa Catalina, Dobarganes o Camacho-Libertad, entre otros.
Se trata de una inversión millonaria culminada a inicios del 2016, que permitió enlazar a los tres principales sistemas de abasto a Santa Clara (Minerva Ochoíta, Agabama Gramal y Hanabanilla- Palmarito) para tributar de conjunto al abastecimiento de la capital provincial.
Pero si bien preocupa y ocupa al Gobierno y a las entidades correspondientes, llevar el agua potable a las casas desde las deprimidas presas, más inquieta hacerla llegar a los poblados y comunidades que no disponen de esa facilidad, no pocos en el caso de Villa Clara: Camajuaní, Cifuentes, Encrucijada, Sagua la Grande, Quemado de Gí¼ines, Placetas, Ranchuelo y Santo Domingo, este último con una sequía más prolongada.
Un informe rendido en julio a la Asamblea Provincial reflejaba una población afectada por encima de los 193 522 habitantes, cifra que aumenta con el acrecentamiento de la sequía. Un quebradero de cabeza para la comisión gubernamental, que cada lunes coordina las acciones de la provincia y decide el combustible a emplear para paliar con pipas la compleja situación.
Y si bien resulta insuficiente la manera de enfrentar con medidas de ahorro el uso racional del insustituible recurso para la población, las afectaciones en la agricultura cañera y no cañera son más perentorias y lo serán más para el 2018, pues se ha visto reducido el riego de la caña, del arroz y de otros cultivos varios. De igual manera, casi se ha paralizado la producción de hidroenergía en la presa Hanabanilla.
Se afirma que las guerras en el futuro serán por el agua. Un recurso bien escaso, pues, a pesar de que nuestro planeta tiene una superficie de 71 % de ella, tan solo el 2 % es potable, por lo que debe ser utilizada a conciencia y no promover el desperdicio. Según datos internacionales, alrededor de mil 600 millones de personas en el mundo viven en escasez absoluta del líquido, mientras 663 millones no disponen de un suministro cercano.
En Cuba está demostrado que solo eventos meteorológicos de magnitud pueden elevar sustancialmente las capacidades de embalse, con sus pro y contra incluidos. No queda más remedio que depender de la naturaleza, sin dejar de hacer lo humanamente posible, pues en la provincia está en fase de estudio el montaje de dos plantas desalinizadoras, vinculadas ambas al desarrollo turístico.
El agua hay que administrarla bien y economizarla cuando aún disponemos de ella, y en materia de ahorro y racionalidad resta mucho por hacer.
Sin causar alarma: el asunto adquiere carácter de seguridad nacional. La recién aprobada Ley de Aguas Terrestres se encamina a preservar y hacer un uso más eficiente de ellas. Un recurso de la nación urgido de una eficaz planificación para satisfacer el interés social, económico, medioambiental y de salud de cada cubano, y en bien de las futuras generaciones.