
Hace algunos años, Edel decidió abandonar el magisterio. Bien sabe la vida que no fue por faltarle el compromiso, sino por dura y pura economía. En ese entonces, acabaron para él las interesantes reflexiones del físico estelar, del hombre de ciencia, del joven promesa para la educación santaclareña.
Ahora mismo no tiene decidido si alguna vez regresará a las aulas. Eso quisiera. Pero en tanto no se resuelva el tema salario y otros tantos pendientes, seguirá donde mismo: vendiendo productos en una shopping.
Y mientras miles de maestros buscan sustento delante de un timón, al calor del surco, con martillo y cincel en mano o en las más diversas labores, Villa Clara se las ingenia para intentar que en las aulas no exista un alumno sin recibir clases.
Así, el éxodo de profesores en nuestro país aturde a quienes apostamos todo por la educación. Duele ver cómo, luego de tantos años de estudio y consagración en el gremio, muchos educadores se marchan de las escuelas para no volver atrás. Del porqué de este fenómeno, Vanguardia conversó con profesores y máximas autoridades del sector.
Oiga, ¡familia!
Según el Dr. en Ciencias Liem O’Farrill Mons, director de Educación en Villa Clara, el mayor déficit de profesores se encuentra en la enseñanza media, aunque el fenómeno no resulta privativo de este nivel, sino del sistema educacional en general. Aunque es cierto que la remuneración salarial resulta el tema que traspasa diametralmente el asunto, otras causas objetivas y subjetivas han desalentado alguna vez a los maestros cubanos.
«Nací para ser maestra. Pero hoy día resulta imposible asumir la profesión sin incomodarse. Si se le rompió una silla o una mesa al estudiante, si hay un libro roto, si el aula está sucia o despintada: todo ello debe solucionarlo el maestro en muchas ocasiones. Y lo más difícil es que pocas veces puede contarse con el apoyo de la familia », explica A, profesora de primaria que se niega a exponer su nombre en el semanario.
Para B, profesora veterana, «no había mayor placer que ver a los muchachos crecer, apoyarlos en el camino hacia la educación superior o hacia una profesión que los hiciera cultos, preparados y útiles ». Mas, no lograba «lidiar con las indisciplinas » cuando tomó la decisión de su vida: trabajar como cuentapropista. Pero la pasión por el magisterio no es algo que pueda esfumarse repentinamente. Por eso, en las tardes, B se da un gustazo «repasando a muchachos con deseos de aprender ».
Aunque señala que los malos comportamientos siempre han existido, «antes la figura del maestro era venerada por el alumno, la familia y la sociedad. Hoy, la mayoría de los padres ven el centro de estudio como un lugar de segura estadía de sus hijos y no como un plantel de educación y formación de valores. Para los padres, el alumno siempre tiene la razón, y más de una mamá delante de mí le ha dicho: “No le hagas caso a esa vieja loca†».
Oiga, familia, ¿cómo vamos a permitir que se rebaje la estima y se descredite a quienes forman los hombres y mujeres del mañana? Vale la pena que hagamos un profundo examen de conciencia al respecto. Solo así podrán evitarse actitudes en contra de la civilidad y la ética social.
Aceptar los errores de casa
Aunque la ruptura de los nexos entre escuela, familia y comunidad constituye un factor decisivo para que muchos profesores abandonen las aulas, otra carga de responsabilidad opera sobre las erróneas políticas de dirección de algunos centros escolares.

C, joven graduada de la Escuela Pedagógica Manuel Ascunce Domenech, de Santa Clara, apenas aguantó dos cursos en su primaria. Aun cuando logró enseñar a leer y escribir a los pequeños, decidió que su mejor opción era marcharse. «Mi primera y única experiencia fue traumática. Me ubicaron en primer grado, un año muy complejo académicamente. Tuve que soportar burlas y que mis compañeros de trabajo y los padres de los alumnos me llamaran maestrilla », comentó.
Estas historias de vida, si bien no son regla infalible, constituyen preocupantes casos que se repiten. Ello violenta el prestigio y la credibilidad no solo de los educadores, sino también de los centros escolares donde se consuma el hecho.
Otras realidades de los profesores apuntan hacia la sobrecarga de asignaturas, las negativas de superación y la encomienda de cargos de dirección a jóvenes egresados, entre otros factores que trazan la ruta hacia el descontento.
Por esos motivos, «si la cosa no cambia », A piensa que no se recontratará luego de su jubilación. «Creo que no puedo con toda la carga. Debemos llevar los planes de clase, registros de asistencia, 0-9 (medios básicos), las revisiones de libretas y cuadernos, así como todo lo que pida la directora en los consejos.
«Además, los especialistas instructores de arte, profesores de Inglés, biblioteca y computación, entre otros casi nunca te cubren el aula. Entonces, por falta de tiempo, a veces tenemos que completar los documentos los fines de semana, en la casa », expone esta consagrada docente, cuya experiencia laboral supera los 30 años en el sector.
A propósito del tema, el director provincial de Educación asegura que hoy los profesores han de llevar menos documentos que en épocas pasadas. «E incluso, hace algún tiempo se racionalizaron las visitas a clases y se dividieron en dos los períodos de evaluaciones, para dar posibilidad de rectificar errores ».
Otras historias socavan la educación en la provincia. «Fueron varios los sinsabores que me dejó el impartir clases. Pero no aguanté más cuando mis superiores me ordenaron revisar con lápiz y goma, pues ningún alumno podía ponchar », constata D, quien resolvió «colgar los guantes » sin pensar en sus diez años como profesor en la especialidad de Construcción de Maquinarias.
Algo queda claro: compromiso a veces falta, pero más que ello, autoridad profesional, reconocimiento social y un poco de dinero en el bolsillo. Porque todos aquellos que hayan contribuido alguna vez al sistema de enseñanza de este pueblo cubano, merecen más que respeto y consideración. A ellos, los que se fueron, no podemos recriminarlos, sino motivarlos al regreso, por el que muchos aguardan.
Un balance de soluciones
El éxodo de profesores incide directamente en las aulas. Aun así, actualmente Villa Clara tiene cubierto el 90 % de la plantilla docente, según el director provincial de Educación. El resto del personal que imparte clases se ha suplido mediante diversas alternativas, como las contrataciones por hora, la reincorporación de jubilados y el trabajo del Contingente Pedagógico, entre otras.

«En Santa Clara, dicho Contingente es la principal alternativa. Hablamos de los estudiantes de las universidades que acceden a realizar un contrato profesional con nosotros por una mínima cantidad de horas clases. Indiscutiblemente, no todos esos estudiantes tienen el dominio de la didáctica y la metodología, pero sí del contenido. Aunque esta no es la solución deseada, constituye una atenuante », asegura O’Farrill Mons.
¿Cuál es la solución definitiva para que, como dice usted, en las aulas no exista un alumno sin recibir clases?
En los últimos dos cursos hemos cumplido con la política de lograr los planes de ingreso a los centros formadores de maestros: la Escuela Pedagógica, el Colegio Pedagógico, y aumentar las matrículas del curso regular diurno. Ello nos permite asegurar una renovación para aquellos que se marchan del sector. Nuestra responsabilidad recae en tratar de orientar y seleccionar correctamente a los jóvenes que deseen ser maestros.
«Respecto a los directivos, debemos gestionar y asegurar todo lo que se pueda hacer por la atención al maestro en el orden de la preparación de las escuelas, el local de clases, buró, módulo que se le otorga, etc., además de ejecutar otras acciones que aseguren su bienestar ».
Enhorabuena, con tesón y entrega incondicional, miles de educadores aún consagran su vida al magisterio y otros tantos se preparan para hacerlo, «porque enseñar es labor eminentemente humanista ».
Así lo considera Carlos Alberto Rodríguez Alonso, director del IPU José Martí, de Camajuaní, quien recibió hace pocos días, junto a otros 21 educadores activos, la condición de Personalidad Distinguida que otorga el Partido y el Gobierno en Villa Clara. Nada mejor que sus propias palabras para plantear estrategias que sitúen a los maestros en el lugar que les toca por derecho merecido.
«A quienes dirigimos nos toca aprender a retener nuestra fuerza laboral con formas de ser y hacer éticas y cercanas a las vicisitudes de la gente. Si no hay dinero, sí tiene que haber preocupación y políticas novedosas que permitan estimular. A muchos nos mantiene en el sector el compromiso, el arraigo a una profesión que nos ha forjado. Debemos aprender a manejar los disgustos e insatisfacciones para que no rebasen las motivaciones ».