Ocho segundos para una historia

Instantes inolvidables previos a la inauguración de la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara, el 28 de diciembre de 1988.

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Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara, de Santa Clara.
La Tribuna de la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara tiene capacidad para unas 900 personas en 2 mil m2 y su mural a relieve inserta diferentes pasajes de la lucha revolucionaria, en tanto las jardineras (de seis y dos metros de alto) constituyen un tributo perenne a Guevara. En la mayor aparece la carta de despedida a Fidel.(Foto: Ramón Barreras Valdés)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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30 Diciembre 2018
Escultura del Che preparada para su izaje en el Plaza de Santa Clara.
Instante en que se sube la estatua del Che para su pedestal, de 16 m de alto. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Aquel hombre abordó el equipo superpesado con una serenidad incalculable. A pesar de la responsabilidad confiada a sus manos, parecí­a que desafiaba hasta el mí­nimo indicio de nervios. La expectativa reinaba en medio de un silencio absoluto, fuertes medidas de seguridad y un cordón policial inevitable, a fin de proteger a los curiosos espectadores de posibles accidentes.

Era el momento del izaje de la escultura dedicada al Guerrillero Heroico en la Plaza que lleva su nombre en Santa Clara. Veintiún fragmentos de bronce, ensamblados en armoní­a, irí­an al aire hasta ocupar el sitio definitivo.

Previo al movimiento de la grúa, el escultor José Ramón de Lázaro Bencomo (Delarra) (1938-2003) uno de los expertos que concibió el exterior del Monumento, incluso las formas que iba a tener la base, los murales y la figura del Che subió al pedestal mediante un andamio situado en la parte trasera de la columna. Algunos le advertí­an del peligro, pero llegó a la cima y realizó las orientaciones pertinentes.

La grúa comenzó sus movimientos, las miradas atentas, y antes de elevarla se realizaron infinidad de cálculos por la propia complejidad. Datos relacionados con la inclinación y apuntes que debí­an ser perfectamente interpretados por el operario.  

Izaje de la escultura de la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara, de Santa Clara.
Momento del izaje de la escultura del Che. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Instante crucial. Se jugaba el todo por el todo. No pocos cerraron los ojos, las féminas apretaban los labios; mas apenas bastaron ocho segundos para que decretaran la tarea finalizada. Entonces, estalló la algarabí­a como expresión de júbilo. Era un aplauso cerrado para darle, nuevamente, la bienvenida al Che en su ciudad.  

Las acciones precedentes  

Gerardo Parapar Dueñas ya falleció, pero fue uno de los hombres cruciales para saber lo acontecido por aquellos tiempos. Tuve la oportunidad de conocerlo y conversar mucho sobre su historia personal cuando estaba inmerso en las labores constructivas de la textilera Desembarco del Granma. Un dí­a llegaron preguntando por él y, sin mediar mucho diálogo, le comunicaron que serí­a el máximo responsable del Contingente 14 de Junio, encargado de erigir la Plaza Ernesto Che Guevara.

Una sensación de escalofrí­o invadió su cuerpo, así­ lo contaba... Tuvo la duda de si lo escuchado era real, y dos meses después se constituyó la agrupación con 223 integrantes. Fue el 14 de junio de 1986, y debí­an cobrar el mismo salario que recibí­an cada uno de sus miembros en los respectivos centros laborales.

La obra resultaba una verdadera prueba de fuego. El sitio escogido mostraba la soledad de una maleza en los terrenos cercanos a la tenerí­a de Santa Clara. El movimiento de tierra inició el 6 de abril de 1987, y solo los buldóceres realizaban la primera fase. Dadas las condiciones, se impuso la entrada de la fuerza constructora de manera paulatina. Primero unos 50 hombres, después otros más.

Era una mezcla de albañiles, cabilleros, ayudantes de distintas calificaciones; incluso, se crearon grupos especiales de trabajo por las caracterí­sticas de la tarea.

Poco a poco aquello se convirtió en un hormiguero popular. El pueblo se insertó, espontáneamente, en el proyecto a través de sindicatos y organizaciones de masas.

La realización general tuvo el aporte de 4 millones de horas voluntarias, y si hay algo digno de resaltar es la contribución del pueblo en la donación del bronce necesario para la escultura y las letras de las jardineras. Otro movimiento popular que convirtió a la Zona 108 de Las Minas, en el consejo popular Antón Dí­az, en la más destacada.

Muy al tanto de cada paso estuvo Delarra. En su estudio en la Habana Vieja comenzó la minuciosa labor, desde que le propusieron la idea, la cual se convirtió en el mayor reto del artista.

Soldadores laborando en la escultura del Che para la Plaza de Santa Clara.
Soldadores laborando en la escultura del Che para la Plaza de Santa Clara.
Fueron muchos los hombres que intervinieron en las diferentes etapas de la creación de la escultura del Che concebida por Delarra.

El trabajo estuvo muy bien pensado desde el inicio. La maqueta de la Plaza y la escultura fueron moldeadas, primero, en plastilina. Luego se hicieron los moldes de yeso. Esas acciones se extendieron durante 16 meses, a fin de emprender su traslado en partes a Santa Clara para su ensamblaje y soldadura.

El propio Delarra le solicitó a Parapar que seleccionara un grupo de hombres para trabajar con una brigada especial que él trajo desde La Habana, con énfasis en los soldadores.

Cuentan que el bregar no era fácil. A ello se unió el talento de nuestros arquitectos Blanca Hernández Guivernau y Jorge Cao Campos en la proyección de las diferentes partes, sin soslayar la contribución de numerosos especialistas en diferentes ramas.

La planta de hormigón trabajaba de manera continua, y casi sin iluminación. Los propios electricistas tuvieron que crear mecanismos para garantizar reflectores improvisados.

Un compromiso que no admití­a excusas ni fallas. Visitas constantes de dirigentes de la Revolución: Ramiro Valdés Menéndez, Ví­ctor Bordón Machado, Vilma Espí­n Guillois… Todos vení­an a trabajar y almorzaban a pie de obra. También, participaban Tomás Cárdenas Garcí­a y Alfredo Nieto Dopico, por sus responsabilidades gubernamentales a nivel provincial y municipal, respectivamente.

Era tanta la afluencia de público, que en ocasiones habí­a que «inventar » contenido de trabajo; cada jornada, que se extendí­a hasta la madrugada, se caracterizaba por la cohesión del pueblo con los integrantes de la ECOA13.

En la memoria de los constructores prevalece la carga de los adoquines, con más de 50 libras de peso. Habí­a que incrustarlos en la tierra, y después cercarlos con una hierba muy fina llamada serpentina.

La obra llevó toneladas de cabilla en los cimientos, sin descartar el montaje de estructuras prefabricadas, y si algo resulta también meritorio fue el trabajo de las mujeres a la par de los hombres. Por muy duras que fueran las faenas, habí­a disposición para la cita al dí­a siguiente, por lo cual puede decirse que la nota más sobresaliente se la adjudicó aquella complicidad creada entre los constructores y el pueblo.

La institución histórica, declarada Monumento Nacional, quedó inaugurada el 28 de diciembre de 1988 en acto conmemorativo por el XXX aniversario de la Batalla de Santa Clara y en el año 60 del natalicio del Che. Las palabras centrales estuvieron a cargo de Rogelio Acevedo González, general de división de la Reserva y uno de los participantes en el trascendental episodio épico, bajo la guí­a del Comandante Guevara.  

Años después          

Lí­der independentista Oscar López Rivera recorre Museo del Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara.
El Museo, como parte de la Plaza, exhibe una panorámica cronológica de la vida y obra de Guevara junto a objetos y documentos valiosos utilizados por él en diferentes contiendas. En la imagen aparece el independentista puertorriqueño Oscar López Rivera durante su visita a Villa Clara. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

En esta primera etapa quedaron a disposición de los visitantes la Plaza, la Tribuna y el Museo. Casi una década después arribaba de nuevo el Che a su ciudad. El silencio del pueblo reinó aquel 17 de octubre de 1997, cuando fueron inhumados sus restos con los de parte de los integrantes del Destacamento de Refuerzo para dar vida al Memorial. Desde entonces, una llama eterna, prendida por Fidel, flamea al final del recinto, mientras en su interior se respira ese aire a selva húmeda y tenebrosa.  

A veces parece como si cantara un ave libre que surca los cielos andinos en busca de un futuro sin rejas, o que las botas raí­das de los guerrilleros dejaran las huellas de la reciente pisada.

La inmensidad de un Complejo

√  La estatua en bronce del Che mide 6,80 m. Pesa 20 toneladas y se erige sobre un pedestal de 16 m de alto. Está orientada hacia el sur, en busca del histórico Escambray y del continente que clama por la esperanza, y muestra al guerrillero como arribó a la ciudad: con el brazo en cabestrillo y su fusil M-2.

√  La museografí­a estuvo a cargo del arquitecto José Ramón Linares Ferrera, especialista principal de Museografí­a del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, mientras que de la museologí­a se encargaron los expertos del Museo de la Revolución y del Museo Comandante Ernesto Che Guevara.

√  El 8 de octubre de 2009, con la presencia del General de Ejército Raúl Castro Ruz, y en ocasión del aniversario 42 de la caí­da del Che en tierras bolivianas, se inauguró el Mausoleo del Frente de Las Villas. En 112 de los 220 nichos existentes descansan los restos de los caí­dos durante la guerra de liberación y fallecidos después del triunfo de la Revolución.

√  A partir de la llegada de los restos del Guerrillero Heroico aparece la denominación de Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara, integrado por la Plaza, la Tribuna y el Museo, a los que después se unió el Mausoleo.  

Nadie habla frente a los nichos que se agigantan, y en medio de la penumbra fulgura una estrella que permanece inextinguible sobre la imagen de un hombre venerado. No dirí­a que resulta exclusiva, más bien deviene luz del guí­a compartida con el resto de sus compañeros. Lo demás pasa por la mente de cada visitante, personas de todo el orbe que agradecen, tributan, rezan y piden por ese mundo mejor que, si une la fuerza de todos, pudiera ser posible.

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