A propósito de su reconocimiento con el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, Vanguardia conversó con el coronel Jorge Eduardo Berrio íguila, director general del hospital militar de Villa Clara.
El pasado 29 de abril el coronel Jorge Eduardo Berrio Águila recibió el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. (Foto: Marcelino Vázquez Hernández, ACN)
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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08 Mayo 2022
08 Mayo 2022
hace 2 años
La tranquilidad de una tarde de mayo en las afueras del hospital militar Comandante Manuel Fajardo Rivero, de Villa Clara, nos devuelve a los días de paz epidemiológica. Mientras se restablece, poco a poco, la actividad habitual, solo quedan nasobucos y soluciones cloradas como recordatorios físicos de dos años temibles, aunque la memoria colectiva guarda mucho más.
Con la misma calma que conservó en los momentos más tensos, nos recibe el coronel Jorge Eduardo Berrio íguila, director general de la institución. La estrella de oro que brilla sobre el bolsillo izquierdo de la camisa constituye el motivo de la visita, y un pretexto para conocer la trayectoria del hombre que la exhibe y su batallar frente al mayor de los desafíos sanitarios.
Nació en Santa Clara, y creció en el poblado de Cascajal, perteneciente al municipio de Santo Domingo. Pasó por las secundarias en el campo de Manacas, donde la educación se vinculaba mucho con el trabajo. Luego, cursó la Escuela Militar Camilo Cienfuegos (EMCC), y no ahorra palabras de agradecimiento para la dirección y el claustro de profesores que lo dotaron de una preparación «fundamental para la vida ». Luego de los «Camilitos », llegó a la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara, donde se graduó como médico general, en 1987.
¿Por qué eligió la carrera de Medicina?
Cuando era niño, mi difunto padre me llevó al hospital de Colón, en Matanzas, donde estaba ingresada mi abuela, por un dolor de cabeza y un exoftalmos (una protrusión del ojo), que en cuestión de días la llevaron a la muerte. Recuerdo haber visitado aquella cama al menos en dos ocasiones, y con nueve años hice el compromiso interior nunca manifiesto a la familia de estudiar Medicina.
¿Y la Neurología?
En primer año de la carrera, teniendo en cuenta lo que había visto en mi infancia, me decidí por la especialidad. Una vez graduado, fui a prestar servicios en el Estado Mayor Provincial de Sancti Spíritus, mi primer año como oficial en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
«De procedencia rural y adaptado a la vida campechana, para mí fue una felicidad trabajar en unidades que tenían mucho despliegue en zonas del Escambray. Los jefes reconocieron mi trabajo y, como estímulo, me trasladaron al Estado Mayor Provincial de Villa Clara, cuya sede radicaba en Santa Clara.
«Al terminar los dos años restantes del posgraduado, me presenté al examen de oposición para Neurología Clínica, en el Hospital Naval, de La Habana, y obtuve buenos resultados. En 1993 concluí los estudios de especialización y fui designado para ocupar cargos aquí, en el hospital militar de Villa Clara, como fundador del servicio de Neurología. En el año 2020 alcancé el segundo grado de la especialidad ».
A la par de los compromisos clínicos, llegaron responsabilidades administrativas que, de manera gradual, lo prepararon como líder. Por los conocimientos adquiridos en Imagenología, la primera tarea consistió en organizar los servicios de medios diagnósticos. En el 2002 asumió la Vicedirección Clínica, cuando esta se separó de la Quirúrgica, y luego, se desempeñó como vicedirector general del centro. A raíz de la promoción del anterior director, el teniente coronel Silvio González Acosta, en 2012, fue designado para ocupar dicha responsabilidad, en la cual se mantiene hoy.
Antes de que la pandemia de la COVID-19 marcara una nueva era para los sistemas de salud en el mundo, ¿a qué vivencias concede un lugar especial en la memoria?
Ningún momento anterior se parece a lo que ocurrió a partir de marzo de 2020, pues la pandemia ha trazado una línea divisoria en el desempeño habitual de los servicios médicos en el país. Siempre recuerdo los finales de año, cuando nos preparamos para continuar atendiendo a la población y resultaba una felicidad evaluar los cumplimientos de cada uno de los indicadores hospitalarios en períodos anteriores. Este siempre ha sido un colectivo cumplidor, tanto en la calidad como en la cantidad de la asistencia médica.
«Como momento en extremo importante, recuerdo la tarde que nos visitó el Dr. Roberto Morales Ojeda, entonces ministro de Salud Pública, junto a varios miembros de su consejo de dirección. En este mismo salón donde estamos sentados, les expusimos el trabajo y los resultados de los cinco años anteriores y, al terminar el encuentro nos dijo: “Excelente institución. Hoy creo que son una de las mejores en Cubaâ€. Se lo comentó al jefe de la Jefatura Logística de las FAR, a la cual se subordinan los servicios médicos, y a partir de entonces, este lo mencionaba con orgullo en cada escenario.
«Por expresiones como esta no nos confiamos ni nos relajamos. Al contrario, siempre han servido de acicate para seguir luchando por mantener los resultados y si es posible, mejorarlos, sin que importe qué obstáculos se presenten ».
Marzo de 2020, la pandemia en Cuba y los primeros casos de COVID-19 en el hospital. ¿Cómo se prepararon para asumir el reto?
En diciembre de 2019 yo estaba de vacaciones. Durante ese período de descanso, revisé algunos artículos sobre lo que estaba ocurriendo en China y empecé a preocuparme. Me incorporé en enero, tan conectado con el tema, que en una entrega de guardia le hice varias preguntas a la jefa del departamento de Epidemiología Hospitalaria, y le dije: “Prepárate, porque me parece que de lo que va a padecer el mundo, nosotros no vamos a escaparâ€.
«A finales de enero y principios de febrero, comenzamos a recibir las alertas de nuestro General de Ejército, a propósito del curso que iba tomando la enfermedad y la necesidad de crear condiciones. Acudimos a las actividades de preparación y participamos en los chequeos de una comisión de Salud Pública en los hospitales militares, ya designados para enfrentar la pandemia.
«Nos sentimos en buen estado cuando el viceministro de Asistencia Médica visitó el centro y nos dijo en la puerta: “Ahora sí llegué a un hospital antiepidemiaâ€. Escuchar aquello nos dio alegría y, hasta cierto punto, seguridad, porque considerábamos que siempre quedaría algo pendiente, pero estábamos listos.
«Con la llegada del primer paciente sospechoso, aplicamos, de manera gradual, el plan de liberación del hospital y nos pusimos en función de la COVID-19. A partir de esa semana, se incrementaron el volumen y la complejidad de los casos, y así transitamos toda la etapa, siempre tratando de dar una respuesta a las afectaciones de salud de las personas que recibíamos, sobre la base de una correcta clasificación y la adecuada aplicación de los protocolos nacionales.
«Durante dos años atendimos a más de 8000 pacientes, en 147 camas de hospitalización. Aproximadamente el 60 % de los ingresados resultaron positivos, con representación de todas las categorías: niños, embarazadas, personas mayores de 50 años con comorbilidades, adolescentes y adultos ».
En medio de tantas tensiones, ¿qué momento lo impactó más?
Hubo algo que marcó al colectivo, sacó a todo el personal de los puestos de trabajo y nos movilizó en la parte central del hospital Fue el alta de Yaquelín.
«Yaquelín Collado Rodríguez resultó un caso único, no sé si habrá dos así. La paciente permaneció 59 días en la terapia, con afectaciones que le causaron gravedad extrema, y coqueteó con el desenlace fatal en muchas ocasiones. Nos llevó a tomar decisiones únicas, de colectivo, siempre bien analizadas, aprobadas, con una ejecución casi perfecta, y logramos salvarle la vida.
«Es significativo, no solo por el tiempo que estuvo en la terapia y los grados de gravedad que transitó, sino porque ocurrió en los inicios de la pandemia, cuando no dominábamos tanto el empleo de los medicamentos disponibles ni la evolución de los cuadros clínicos. El caso de Yaquelín incluye los resultados obtenidos, el esfuerzo, la dedicación, la profundidad de los análisis y la disciplina en el cumplimiento de las medidas que se adoptaron.
«Desde el punto de vista psicológico, haber destetado a Yaquelín de la ventilación, luego de varios intentos fallidos, elevó la moral de todo el equipo de trabajo de la Terapia Intensiva y nos fortaleció para atender a los pacientes que ingresaron después. Significa un premio verla hoy frente a nosotros ».
Sobran los méritos para obtener el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. ¿En qué pensaba mientras el presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, le colocaba la insignia sobre el pecho?
Antes de un acto de este tipo, siempre existe tiempo para meditar. Son muchas las cosas en las que uno piensa. Desde que me lo comunicaron, manifesté con toda transparencia y honestidad, que era un reconocimiento para el colectivo del cual formo parte. Ningún médico, aislado, puede hacer nada ante una realidad tan violenta como la pandemia de la COVID-19.
«Nos necesitamos. Necesitamos a nuestros especialistas, a nuestras enfermeras, a nuestras auxiliares generales, a las laboratoristas, a todo el personal que compone la plantilla, a los compañeros de diferentes instituciones de la Dirección Provincial de Salud Pública que nos apoyaron en todo momento, y a las entidades que, por convocatoria y designación de las direcciones del Partido y el Gobierno en el territorio, nos ayudaron en otras tareas.
«Cuando uno recibe una condecoración de este tipo, de la más modesta forma, en lo primero que hay que pensar es en el colectivo, porque lo merece. Dentro de lo que se hizo hay un granito de arena de cada uno, la felicitación que nos dio el presidente es para todos, y en la televisión se vio a quien representa a los trabajadores de esta institución y al pueblo de Santa Clara.
«Al tener al presidente de la República delante, creció, también, la disposición de elevar el compromiso ante cualquier tarea que a continuación se nos presente ».
Ahora mismo, la tarea consiste en el retorno gradual a la normalidad de los servicios hospitalarios.
Hoy estamos enfrascados en el mantenimiento y reparación de la institución y en ganar en niveles de asistencia médica, que prácticamente fueron nulos durante el enfrentamiento al virus. A partir de ahí continuaremos con lo que pudiese suceder, con toda la disciplina necesaria.
«El futuro es promisorio. Tenemos un cronograma de apertura con prioridad para los servicios ambulatorios, en correspondencia con los grados de afectación de la salud de las personas. De manera escalonada, iremos acometiendo las reparaciones contenidas en el plan y sumando nuevas áreas, con la menor cantidad de fallos posibles, para evitar insatisfacciones ».
Así habla un hombre que no encuentra tiempo para vanidades. Nos despide, cierra la oficina y sale a caminar por los pasillos, para mirar de cerca los locales que renacen, conversar con los trabajadores, resolver cuanto quede pendiente y acercar el anhelo de volver a ver el hospital funcionando a toda máquina.