Dinámicas poblacionales en Villa Clara: desafíos y nuevas miradas (II final)
¿Un aumento estadístico de adultos mayores significa, inequívocamente, inmovilismo o retroceso? ¿Acaso una gran parte de los villaclareños mayores de 60 años no están insertados en la vida laboral?
Carlos Daniel Quiroga Morejón y Chábeli Rodríguez García
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29 Junio 2023
29 Junio 2023
hace 1 año
Pocos fenómenos demográficos provocan tantas interrogantes, preocupaciones y debates como el envejecimiento poblacional. Aun cuando las migraciones externas parecen acaparar la atención e inquietud de muchos, la significación de estas suele valorarse en relación con impacto que provocan en un país altamente longevo.
Al localizar sus principales causas, los especialistas coinciden en las migraciones, la baja fecundidad y natalidad, el aumento de la esperanza de vida y disminución de la mortalidad como factores determinantes en el envejecimiento poblacional. Desde el año 2012, a raíz de los datos arrojados por el Censo de Población y Vivienda, Villa Clara quedó establecida como la provincia más envejecida de Cuba. Hoy, en el 2023, continúa como tal, con un 25.3 % de sus habitantes superando los 60 años de edad.
La relevancia de esta cifra radica en cómo la cantidad de ancianos aventaja, notablemente, a los 108 424 pobladores villaclareños que oscilan entre cero y 14 años, según los datos de la Interfase de Provincias y Municipios de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), al cierre del año 2022. Dicho esto, no sorprenden los criterios que señalan al éxodo de jóvenes como la causa principal del problema del envejecimiento en Cuba y Villa Clara. Sí, los procesos migratorios inciden notablemente en la composición de los grupos etarios de la nación. Pero, si solo tenemos en cuenta la ola migratoria de 2021 y 2022 como la única causante, y no se analiza la etapa previa a estos años, resulta un enfoque reduccionista de un fenómeno demasiado complejo.
En la primera parte del presente reportaje, concluimos que la baja natalidad y fecundidad de la provincia influyen sobre el envejecimiento poblacional. Sin embargo, las migraciones internas y externas, la postergación de la paternidad o el uso consciente de métodos anticonceptivos —reguladores de la natalidad y fecundidad local—, necesitan contemplarse como logros en la autonomía de las mujeres y una práctica más meditada y responsable de la paternidad. Si se desea fomentar la natalidad en Villa Clara, urge renovar el discurso y, en lugar de centrarnos en aumentar números, debemos ahondar en cómo las brechas de género, la poca accesibilidad a los servicios o un mejorable aseguramiento de la calidad de vida, inciden en el crecimiento demográfico del país.
Precisamente, estas mismas problemáticas se relacionan con el envejecimiento poblacional, y un enfoque renovado también resulta pertinente al abordar dicho fenómeno. Los especialistas consultados coinciden en la necesidad de abandonar las miradas pesimistas sobre los procesos de longevidad y, aun sin dejar de valorar las consecuencias negativas que pueden acarrear, resulta importante entender al aumento de la población de adultos mayores como expresiones positivas de la promoción de la esperanza de vida y la disminución de la mortalidad.
¿Qué significa una provincia envejecida?
Conclusiones precipitadas llevan a pensar en una provincia envejecida desde los códigos de un filme post apocalíptico. Pero, ¿un aumento estadístico de adultos mayores significa, inequívocamente, inmovilismo o retroceso? ¿Acaso una gran parte de los villaclareños mayores de 60 años no están insertados en la vida laboral del territorio?
La ausencia de personas jóvenes puede derivar en escasez de profesionales o fuerza de trabajo. Según Milaxy Yanet Sánchez Armas, vice gobernadora provincial: «la mayor parte de la población villaclareña, cerca del 80 %, vive en la ciudad; ello denota que, aproximadamente, el 20 % radica en el campo. Esto trae consigo una falta significativa de fuerza laboral en zonas rurales. Al arribar la población a su etapa de retiro, disminuye la fuerza laboral, uno de los problemas más preocupantes que tenemos hoy en Villa Clara».
Según la Interfase de la ONEI, 169 226 habitantes componen la población rural villaclareña. Las migraciones internas y externas están estrechamente vinculadas con esta problemática. Al respecto, Lucrinés Azcuy Aguilera, doctora en Ciencias Sociológicas y profesora del Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV), señala que «Villa Clara tiene la particularidad de presentar un envejecimiento poblacional mucho más elevado en las zonas rurales. Estamos hablando de municipios en los que hasta el 30 % de su población rural está envejecida».
Entre los territorios más longevos de la provincia podemos contar a Quemado de Güines, Cifuentes, Encrucijada, Remedios y Placetas . A su vez, estos ostentan una mayor presencia de residentes mayores de edad en las zonas rurales, en relación con su totalidad de habitantes. Para Lucrinés Azcuy, «dichos números deben servir como guías para mejorar la calidad de vida de los pobladores rurales; porque se conocen las dificultades en el acceso a los servicios en estas zonas; los inconvenientes para la transportación o lo lejano que puede estar un consultorio médico o los sistemas de atención a la familia que cubren necesidades básicas para todas las personas, como la alimentación».
La calidad de vida resulta garante fundamental para la permanencia de los jóvenes en el territorio nacional, ya sea en el espacio urbano o rural; pero también urge asegurar las condiciones pertinentes en beneficio de los adultos mayores. Con la edad, las capacidades físico-motoras se deterioran y, actividades que antes no resultaban complejas, pueden erigirse un desafío. La lejanía de servicios básicos o las barreras arquitectónicas constituyen dos de los principales obstáculos a los que se enfrentan los ancianos villaclareños. Factores que se agravan si pensamos que, según la Dra. Marta Monzón Quintero, jefa de la sección Adulto Mayor, Asistencia social, Discapacidad y Salud mental de la Dirección Provincial de Salud, 45 025 de esos ancianos viven solos; sin familiares que los apoyen de forma directa en las labores domésticas o en otras gestiones.
Por otro lado, el envejecimiento también resulta un causante directo del síndrome del cuidador, tan común entre muchos adultos que deben velar por la atención a ancianos que no puedan valerse por sí mismos. Este síndrome y el desgaste físico y mental que provocan las labores domésticas y de cuidado, influyen, negativamente, en la calidad de vida de las personas que arriban a la tercera edad.
Al respecto, Livia Quintana Llanio, asociada al Programa del Fondo de Población de Naciones Unidas en Cuba, ahonda: «Aunque las mujeres suelen sobrevivir un poco más a los hombres, por cuanto su esperanza de vida es mayor, muchas no se encuentran en condiciones óptimas, porque han pasado por una mayor carga en los temas de cuidado; han estado mucho más pendientes del resto de la familia. Las mujeres que muchas veces llegan a la edad de jubilación con menos años trabajados, también lo hacen porque han dedicado más tiempo al cuidado».
La tendencia a invisibilizar las labores domésticas y no reconocerlas como trabajos, con la misma connotación y responsabilidad de cualquier otra labor, obvia la carga que, fundamentalmente las mujeres, deben sostener a lo largo de su vida. El hecho de que ellas tengan una mayor esperanza de vida en comparación con los hombres, no significa que esos años que les aventajan estén desprovistos de todo tipo de padecimientos físicos.
El envejecimiento poblacional refuerza y se condiciona por tabúes y prejuicios culturales. A pesar de que, según valora Lucrinés Azcuy, no resultan similares la calidad y condiciones de vida de un adulto mayor en 1970, a alguien que tenga más de 60 años en pleno siglo xxi; seguimos arrastrando, en el imaginario colectivo, la idea de que estas personas aportan poco a la economía del país o del hogar. Incluso, no faltan aquellos que, directamente, llegan a discriminarlos cuando los califican de estorbos. Por otro lado, la renuencia de hijos y familiares a recurrir a instituciones como casas de abuelos —a veces justificada en los problemas infraestructurales de estos centros— y la obcecación en limitar la autonomía de los adultos mayores, fomenta la percepción sobre el envejecimiento como un problema sin ningún tipo de aristas positivas.
Para una mejor calidad de vida
En la provincia, tanto las autoridades gubernamentales como otras instituciones encargadas de velar por los adultos mayores han tomado varias medidas encaminadas al bienestar de esta población. Aunque no resulten suficientes y algunas no se mantengan en el tiempo, sí constituyen una proyección importante con el fin de no desamparar a este grupo vulnerable.
Con tal propósito, el Programa de Atención al Adulto Mayor en Villa Clara, está estratificado en tres niveles de atención, según explica la Dra. Marta Monzón. «Primeramente, un nivel comunitario, la base de esa pirámide, donde está la mayoría de los adultos mayores. Se trabaja desde el Consultorio Médico de la Familia, el equipo básico de salud. Cada consultorio posee un grupo de trabajo atendido por un trabajador social. Ellos buscan las vulnerabilidades, los riesgos. Justo a ese nivel se identifican los adultos mayores que deseen integrar los círculos de abuelos. Cada consultorio cuenta con uno, donde les enseñan a los ancianos actividades que potencien su autonomía. Los policlínicos también forman parte del nivel comunitario y, en la mayoría de ellos, trabaja un geriatra para la atención especializada».
El nivel institucional constituye el segundo escalón del Programa, integrado por las casas de abuelos y los hogares de ancianos. Sobre el acceso a estos espacios, explica la Dra. Monzón: «Requisito número uno: la voluntad. El anciano tiene que firmar una carta de solicitud. La casa de abuelos es diurna: desayunan, meriendan, almuerzan, comen y retornan para sus viviendas tras recibir cinco frecuencias de alimentación. En el hogar hacen su vida permanente, residen ahí. En todos los hogares hay plazas de seminternos. En estas instituciones se hacen actividades diversas: interactuamos con las sedes universitarias del adulto mayor, con Cultura, el Inder, Educación, se realizan paseos por lugares históricos».
Lamentablemente, las casas y hogares de abuelos no escapan de nuestra compleja situación socioeconómica. La falta de personal, problemas infraestructurales y una cantidad de plazas lejana a satisfacer las demandas, no permiten la estandarización de estos centros como alternativas para el cuidado del adulto mayor. Hoy, según declara la Dra. Marta Monzón, se llevan a cabo procesos inversionistas y de mantenimiento en muchos de estos centros, pero el ritmo de ejecución lo dictan la disponibilidad o no de los recursos.
El último peldaño del Programa de Atención al Adulto Mayor en la provincia resulta el nivel hospitalario; conformado por las salas y los servicios de Geriatría. El Programa contempla, además, a los adultos mayores que cuidan a otros adultos mayores. Por ello, han implementado las llamadas escuelas de cuidadores, un curso con una frecuencia semanal donde por seis semanas, en el horario de la tarde, un grupo de profesionales de la salud enseñan las reglas básicas de los cuidados. «En el primer encuentro le aplicamos un test al cuidador para evaluar su grado de afectación. Y en el último volvemos a aplicarles dicho test, con la pretensión de cambiar algo», comenta la Dra. Marta Monzón.
Los adultos mayores que viven solos, una cifra considerable en la provincia, resulta el primer foco de atención para los organismos encargados de su protección. Según afirma Anagret Mederos Anido, profesora del Departamento de Sociología de la UCLV y Coordinadora del Observatorio Demográfico provincial, se han suscrito acuerdos con la fábrica Ciclos Minerva para la elaboración de sillas de ruedas. Además, se han creado proyectos de desarrollo local para la confección y reparación de las camas Fowler. Por otro lado, desde la Dirección Provincial de Cultura, existe una política para la atención a los adultos mayores, para garantizar su calidad de vida y recreación. De igual forma ocurre con el Inder.
La vinculación del Gobierno provincial con el trabajo científico de la UCLV y de la Universidad de Ciencias Médicas resulta otra de las acciones encaminadas a lograr un bienestar superior para nuestros adultos mayores; así lo afirma Milaxy Yanet Sánchez Armas, vice gobernadora provincial, quien agrega: «Estamos trabajando con el objetivo de ampliar capacidades en hogares y casas de abuelos para lograr atender a toda esta población, mejorando las condiciones de estos lugares. También queremos acercar otros servicios a las zonas más envejecidas: farmacia, punto de gas, evacuar las rutas de transportación. Tenemos varios proyectos de desarrollo local que tributan a lo relacionado con la dinámica demográfica. El proyecto Relux que radica en Santa Clara, ellos reparan sillas de ruedas, camas Fowler. De igual manera, la fábrica de Ciclos Minerva, este año, debe producir más de 1000 sillas de ruedas para todo el país y continuar trabajando con la provincia a partir de los propios proyectos de desarrollo».
Para propiciar una mejor calidad de vida a los adultos mayores, resulta imprescindible entender el envejecimiento como una oportunidad y no como una limitación. Marisol Alfonso de Armas, jefa de la Oficina del Fondo de Población de Naciones Unidas en Cuba, hace hincapié en la importancia de poseer políticas que tengan en cuenta los desafíos y las oportunidades que tienen los adultos mayores. La reincorporación a la vida laboral luego de la jubilación constituye una de ellas; contribuyendo a disminuir las brechas de género asociadas al proceso de socialización.
Al respecto, Lucrinés Azcuy agrega: «Hemos visto que muchas de estas personas de 70 años y más, se encuentran hoy ocupadas laboralmente, así que una vez que llegan a los 60, en el caso de las mujeres, y a los 65 en el de los hombres, deciden seguir ocupando su mismo puesto de trabajo o desarrollar otra función. Siempre pensamos que es por la situación económica y sí, la situación económica es uno de los factores que los motiva a continuar ocupando un puesto de trabajo; pero además está el hecho de sentirse útiles, consideran que aún pueden seguir aportando al desarrollo de su sector, de la provincia, pero también a sus familiares».
La práctica demuestra que los adultos mayores que así lo desean, se reintegran satisfactoriamente al trabajo. No obstante, queda mucho por hacer para que la motivación económica de estas reinserciones sea el último de los alicientes. La prioridad radica en brindar opciones que se ajusten al estilo de vida de cada persona, sin imposiciones: decidir entre una merecida jubilación o mantenerse activo profesional y laboralmente.
Una definición esencial para comprender de manera desprejuiciada el envejecimiento poblacional, resulta la resiliencia demográfica. «Al proceso de cómo abordar desafíos de la dinámica demográfica y cómo convertirlos en oportunidades, se le ha llamado “proceso de resiliencia demográfica”. Las sociedades que son resilientes desde el punto de vista demográfico, se adaptan positivamente a los cambios, eliminando las brechas de género, apoyando el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva para que los derechos reproductivos se puedan ejercer», argumenta Marisol Alfonso.
En ese sentido, como refiere Lucrinés Azcuy, debemos dejar de ver al envejecimiento como un problema; algo que paulatinamente y gracias a la asesoría de grupos de trabajo y especialistas, se está logrando. «Entendemos al envejecimiento como una expresión de logros que se han tenido, por ejemplo, en la salud pública; cuando una persona llega a los 60, cuando se considera un adulto mayor, aún puede vivir 17 años más. En el caso de las mujeres, podemos hablar hasta de 20 años más, porque su esperanza de vida es más alta y, por tanto, también constituye un logro».
Para una asimilación del envejecimiento poblacional como dinámica demográfica normal, que experimentan muchos otros países, se precisa un gran esfuerzo en la confección de campañas comunicativas a niveles institucionales. Por supuesto, la tolerancia y la desmitificación de este fenómeno tampoco puede invisibilizar o restarle importancia a los factores negativos derivados de un país altamente envejecido, pero con tendencias al decrecimiento y la baja natalidad y fecundidad. Estos últimos aspectos merecen un arduo trabajo en relación con el aseguramiento de mejores condiciones de vida y la creación de motivaciones para mitigar las consecuencias de las migraciones externas e internas por parte de los más jóvenes; este es un empeño que no podrá concretarse a corto plazo.
¿Qué resta? Estudiar a cabalidad las características poblacionales de Villa Clara y articular políticas acordes a las dinámicas demográficas de la provincia; insertar a nuestros adultos mayores en la vida social y productiva del territorio; asegurar el confort de aquellos que decidan disfrutar de sus etapas como jubilados; garantizar los cuidados de los ancianos que no puedan valerse por sí mismos y eliminar las brechas de género para asegurar un arribo saludable a una feliz vejez.