La Dra. Norlenys Morales Cueto se encuentra realizada en la microbiología. «Creo que es lo mejor que me ha pasado», reafirma. (Foto: Ricardo R. González)
Ricardo R. González
@riciber91
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03 Diciembre 2023
03 Diciembre 2023
hace 11 meses
Para Norlenys Morales Cueto, la medicina fue una sorpresa en su vida. Así lo declara porque quería escribir historias, leer mucho y nutrirse de una carrera de Letras como sueño que la inspiraba desde niña; sin embargo, no pudo ser, y el camino estaba aún distante de vestir con bata blanca.
Del afán por una Filología o una Historia del Arte incursionó por los números, una senda totalmente opuesta, y a su puerta tocó la contabilidad. «Inicié un técnico medio en la escuela Ramón Pando Ferrer para luego comenzar la licenciatura, pero me di cuenta de que no era lo deseado y fui buscando la orientación hacia las carreras universitarias, hasta que un día llegó la de Medicina a mi vida».
Confiesa que el impacto le resultó estremecedor. De lo contable a las ciencias médicas, un trecho muy diferente, y los primeros años resultaron una especie de extraño universo.
«La primera conferencia a la que asistí fue la de Anatomía y me encantó. Nada que ver con los números, y al parecer había algo de genética, porque existen antecedentes familiares en el ejercicio médico que a lo mejor influyeron en mis patrones».
Para ella los primeros dos años de estudio de la carrera son más teóricos, pero también crean la base indispensable, y ya en tercer año «descubrí que mi mundo era ese, al vincularme directamente al paciente, llegar a dictámenes por propia convicción y vivir con mayor intensidad la pasión de ser médico».
—¿Cómo, entonces, comienzas?
—Me gradué en 2013 y desempeñé por casi dos años la especialidad de Medicina General Integral (MGI) con asistencia en el policlínico Marta Abreu. Luego me trasladé al «Chiqui Gómez» y recuerdo el cariño de mis pacientes. Considero que cada médico graduado debe rotar por esta especialidad, para reafirmar más lo estudiado durante la carrera.
«En estas funciones me mantuve como especialista hasta 2018, en que me otorgan la especialidad de Microbiología en el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM)».
—En medio de tu trayectoria te sorprende la maternidad.
—Cierto. Llegó luego de diplomarme como MGI en 2015, y cuando tuve la posibilidad de solicitar la segunda especialidad, me inclinaba por la Dermatología, mas no pudo ser en ese año y como segunda opción figuraba Microbiología.
—¿Hubo algo curioso en este tiempo?
—Sinceramente, cuando estaba en el Departamento de Postgrado para solicitar la especialidad, vi el expediente del Dr. Rafael Abreu Duarte —hoy trabajamos juntos— y de otros compañeros muy valiosos, y me subvaloré, pensé que no la iba a alcanzar porque era una especie de competencia con superprofesionales, pero lo logré.
—¿Tu primera impresión ya en el Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria?
—Por cualquier lugar donde existe la especialidad no nos hemos sentido desamparados, porque tiene un claustro excelente con profesionales que nos han abierto las puertas y nos han enseñado todas las bondades que emanan de la utilidad. Fui muy acogida.
«Me siento muy bien en un mundo plural de licenciados, técnicos, auxiliares… Todos tenemos nexos, porque sin ellos no pudiéramos avanzar desde el punto de vista laboral».
—En este capítulo de tu vida llegó la pandemia a uno de los sitios no exentos de peligros.
—Con la epidemia creo que la microbiología tomó una fuerza diferente. Un antes y un después. La especialidad tiene sus contrastes, pudiéramos decir que es muy tranquila, pero difícil a la vez, un mundo a descubrir y para estudiar virología la pandemia nos empujó a ello, ante el comportamiento actual de los virus, muchas veces impredecible, y tenemos que adentrarnos más en el universo de ese desarrollo virológico y de las nuevas tecnologías.
—¿Sentiste miedo?
—Esos años lo revolucionaron todo. Primero, un gran temor, sobre todo, las mujeres que tenemos niños, ante algo totalmente desconocido y bastante agotador, pero a la vez una fuente continua de aprendizaje.
«En lo personal me limitó mucho el contacto con mi pequeño. Llegaba a la casa y luego de retirarnos toda la ropa del laboratorio no olvidaré nunca sus ansias y su carita detrás de la reja, como implorándome que no demorara más el encuentro. Me recibía con sus brazos abiertos, mas no podía reciprocarlo de primer momento.
«Eran sentimientos encontrados, una mezcla de impotencia al trabajar con muestras directamente y llevarnos la duda de trasladar el virus al hogar, porque en esa etapa vivía también con mis padres, pero logramos que todo el personal que enfrentó la pandemia en el Laboratorio nunca enfermó. gracias al cumplimiento estricto de las medidas y normas de seguridad, una disciplina ante una experiencia sin igual».
—Hablas de disciplina. ¿Qué te inspiró la Dra. María de Lourdes Sánchez?
—Llegué a la oficina del Laboratorio y vi por primera vez a la Dra. Lourdes Sánchez- Recuerdo su sonrisa cuando me dijo: «Bienvenida a la especialidad y Microbiología es una gran familia. así te vas a sentir». Ese primer recibimiento me inspiró a seguir.
«La vida y el día a día me han demostrado que es excelente persona e inigualable profesional. Como guía nos ha mostrado el camino certero a quienes estudiamos la Microbiología; la admiramos todos los residentes, junto al resto de los profesores.
«Lourdes se creció mucho más que lo que normalmente hace. Fue el ejemplo cotidiano, era la última que cerraba el departamento, muchas veces se quedó y amanecía aquí, aun no sé cómo lo lograba en este Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria, que incluye otras secciones de trabajo y existe un grupo de jóvenes dedicados al perfil de la biología molecular
—¿Otros inspiradores en la carrera?
—Muchos (me menciona más de diez personalidades), y sumo sus respectivas familias. Cada uno de estos profesores tiene una linda huella en nuestras generaciones como residentes.
—¿Y tu mundo hogareño?
—Inmejorable. Hablé de mi pequeño Camilo Nel, de siete años, que me ofrece ese impulso diario. Me siento muy orgullosa cuando en su escuela les dice a sus compañeritos que su mamá es doctora y que estudia los bichitos. Eso me da aliento, y me impone el reto de ser mejor profesional y persona inspirada en él.
«Soy hija única, y mis padres siempre han estado al tanto de mis pasos y mi trayectoria, a tal punto que mi mamá me plancha la bata médica diariamente, y mi esposo, dedicado a la Cultura Física, desde el inicio de la carrera de Medicina es otro baluarte de apoyo».
—Hiciste un juramento el día de tu graduación. ¿Cómo lo sigues?
—Las personas dependen de un diagnóstico que nos corresponde procesar con calidad y seguridad; eso es maravilloso, indicar el tratamiento adecuado para prologar ese tesoro que se encierra en la vida y hay que salvarla.
—Pasará el tiempo y los años. ¿Te mantendrás en la microbiología?
—Es una pregunta difícil, pero pienso que sí. Siempre la llevaré adentro, fue el inicio más profundo. Es cierto que la MGI constituye algo indispensable y lo reafirmo, porque ofrece algo global de todos los segmentos de pacientes: niños, embarazadas, ancianos; sin embargo, la microbiología llegó para quedarse porque descubrir muchas irregularidades del cuerpo humano a través de los microscopios, y lograr prevenirlo y orientar, sin duda, es algo maravilloso. No me arrepiento haber dado este paso y creo que es lo mejor que me ha pasado. Lo volvería a hacer sin pensarlo.