Flores de verde

Siete muchachas optaron por el Servicio Militar Voluntario Femenino (SMVF) en Villa Clara a pesar de los prejuicios, incertidumbres e incomprensiones; su determinación las impulsó a seguir adelante y no menguar en el empeño. Valga este reportaje para homenajear a las mujeres cubanas en su día este 23 de agosto. 

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Siete jóvenes villaclareñas se empeñan en alcanzar sus respectivas carreras gracias al Servicio Militar Voluntario Femenino. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)
Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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23 Agosto 2024

Sus femeninos cuerpos vestidos de verde contrastan con los férreos aditamentos que portan en las prácticas y ejercicios. Con sus botas, fusiles, palas, cartucheras y cantimploras parecen flores silvestres capaces de resistir cualquier adversidad, aunque sus compañeros y jefes las cuidan como a sus propias hijas o hermanas.

Estas siete muchachas optaron por el Servicio Militar Voluntario Femenino (SMVF) en Villa Clara a pesar de los prejuicios, incertidumbres e incomprensiones. Pero su determinación las impulsó a seguir adelante y no menguar en el empeño.

Las muchachas han adquirido disímiles conocimientos, destreza y preparación que también les servirá en el trascurso de la vida. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)

Las jóvenes llenas de sueños aspiran a conquistar el futuro gracias a la oportunidad que puso en sus manos las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). La lejanía de la casa y la familia golpea un poco, pero saben que todo es cuestión de tiempo, paciencia y fuerza de voluntad.

Con sus 18 años de edad Lyl Tadia de la O Morenza, de Remedios, se esmera en pasar el SMVF con la idea de estudiar Estomatología. Cuenta que le resultó fácil, aunque su mamá «se lo tomó un poco raro» porque aún para muchas personas no es común el servicio militar para mujeres. Pero La pequeña remediana estuvo muy dispuesta porque quería asegurar esa carrera, la única que le interesa estudiar.

«Me he sentido muy bien, es una experiencia muy buena, me encanta. He aprendido de todo, armar y desarmar el fusil, y cosas que generalmente son temas de hombres, pero para mí resultan interesantes como mujer. Hemos tenido nuestros altibajos porque es una convivencia con gente desconocida. La primera semana fuimos muy educadas, la segunda parecíamos una familia de toda la vida, después nos regamos un poquito, con discusiones normales. Pero tenemos una jefa que organiza y nos pelea, aunque para tener orden. Entre todas nos ayudamos», comenta.

Según Lyl Tadia sus compañeros las tratan maravillosamente bien. «Son nuestros hermanos», expresa. Mas el hecho de estar entre tantos varones no fue bien asumido por otras personas como su novio a quien explicó con firmeza la importancia de su decisión

«Al principio tuvo una reacción rara, pues no se ve como algo normal una mujer en el servicio y eso a él no le gustaba. Pero tuvimos una conversación seria y le dije que necesitaba garantizar mi futuro. No estoy segura de que él estará siempre (a mi lado), pero sí de lo que quiero. Al final estuvo de acuerdo y aquí estoy», manifestó.

Un momento para descansar y relajarse. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)

Su amiga Ana Laura Abreu, de Santa Clara, ha tenido similar experiencia. Según relata fueron a su escuela en un momento en que daban formación vocacional y un teniente explicó a las muchachas que, de no hacer las pruebas de ingreso, podían alcanzar la carrera de manera directa luego de pasar un año en el SMVF. 

«Quiero estudiar Lengua Inglesa. Tenía un buen escalafón para las pruebas de ingreso pero al ser tan pocas carreras para todo el municipio analicé que no me llegaría. Opté por esta vía, más fácil, que aunque se pasa más trabajo al final te enseña muchísimo.

«Mi mamá me apoyó desde el primer momento al igual que mi papá. Me decían que sería difícil, sin embargo estuve más de un año becada por lo que para mí no era nuevo, solo que ahora es militar. Mis amistades me tildaban de loca, pero yo sabía que podía lograrlo.

«Al principio en la previa tuve mucho dolor muscular, pues no estaba adaptada a hacer ejercicios y marchas; pero una le va cogiendo el ritmo. Es como si ya estuviera tres años aquí. Nos levantamos, hacemos gimnasia, desayunamos luego damos clases o hacemos ejercicios prácticos. Como decía Lyl, parecemos una familia que llevamos años conviviendo juntas. Y con los varones de lo más bien», argumenta. 

Para Ana Laura el mayor escollo estuvo en el dominio del fusil, pues con su peso de poco más de tres kilogramos le resultaba más difícil al ella ser delgada. «Después de un tiempo no sientes el peso y te adaptas».

Al igual que sus compañeros Gabriela de la Caridad y las demás jóvenes han desarrollado varias habilidades.  (Foto: Francisnet Díaz Rondón) 

«Es cierto que pierdes un año de universidad, pero es un año que ganas experiencia en lo militar. Vamos a salir de aquí como civiles, pero aprendes cosas que pueden ponerse de manifiesto en la vida. Te vuelves independiente, sabes valerte por ti misma y no necesitas ayuda para hacer cualquier actividad», asevera.

Por su parte, Gabriela de la Caridad Ortiz Ofarrill, de Corralillo, quien estudió en el IPU José Martí, de Rancho Veloz, vio en el servicio militar una buena opción, pues aspira estudiar Comunicación Social.

«Me he sentido en una estancia maravillosa, pues hemos creado entre todas un vínculo estrecho. Tenemos nuestros problemas pero se resuelven, y hasta ahora nos hemos sentido muy bien. Mis padres me apoyaron de la mejor manera, solo me preguntaron si estaba segura de lo que quería. Dije que sí y ¡para adelante! Lo único que se hace difícil son los viajes a la casa durante el pase, pero una se adapta rápido», dice.

Y desde el mismo centro de Cuba, de Guaracabulla, Placetas, se encuentra también Jennifer Martínez Álvarez, quien se siente muy segura y decidida. A veces ha estado agotada, pero el camino ya ha sido recorrido y la meta será alcanzada. 

«Una mujer puede ser capaz de lo que se proponga», manifiesta Jennifer Martínez. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)

«He sufrido el machismo con mis amistades antes de venir para acá y por parte de mi familia también me juzgaron porque lo consideraban una opción sin sentido, que éramos siete mujeres entre cientos de varones. Tengo tres hermanas, de ellas una mayor quien sí me dijo que me apoyaría en lo que yo necesitara. Lo escogí (el SMVF) porque, aparte de la carrera —opto por Turismo— siempre quise saber qué se sentía ser militar porque me gusta.

«Una mujer puede ser capaz de lo que se proponga. Las personas cuestionan y comentan que aquí pasaríamos trabajo, pero no es así. Todas podemos y lo que te propongas lo puedes lograr».

Con igual pensamiento se hallan sus demás compañeras Gabriela Valdés Briñones, Vaniela Valdés Bofill y Gabriela Armenteros Mendoza, de Santa Clara, Remedios y Caibarién, respectivamente. Todas juntaron su destino en el servicio militar para perseguir esos sueños, que cada vez se encuentran más cerca para tocar y abrazar con las manos y el corazón.  

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