
Rostros tristes, personas conmovidas, compañeros de estudios, oficio y de innumerables jornadas acudieron al Palacio del Ajedrez, de la capital villaclareña, a homenajear al «profe», al científico que reintegró a la vida a tantos ciudadanos, al cubano criollo natural de Seibabo que se hizo querido en sus predios y abrazado por toda Cuba.


¿Quién dice que ya no está? Quizás se extrañará su presencia física en las instituciones de Salud, en los escenarios donde se pronunció a favor del bien, entre los vecinos de cuadra, y sus alumnos que, por respeto, se paraban para cederle el paso, y él sonreía a sabiendas de que, como me dijo una vez, no merecía tanto.

Se lo ganó por su talento, por su forma desinteresada de no pensar en las cumbres de manera absoluta. Se lo ganó por no esconder sus raíces campestres y defenderlas. Se lo ganó por formar su familia bajo la égida del bien, por compartir saberes, por regañar en el momento preciso para lograr conductas meritorias, y se lo ganó por no escatimar tiempo para un enfermo, por apretársele el corazón, a lo mejor sin exteriorizarlo, cuando la vida jugó su estocada final y no pudo salvar al prójimo.




Desde la mañana de este miércoles 7 de mayo nuestro Caballero emprende el camino eterno, y desde donde está será homenajeado en el recuerdo cotidiano.


A Osnay Miguel Colina Rodríguez, máxima autoridad política del territorio, le correspondió expresar las palabras en las honras fúnebres. «No tenemos más que agradecerle su estudio incansable de la ciencia y la tecnología. Gracias, Caballero, por tu lucha contra la COVID-19, por tus más de 40 años frente a la terapia intensiva del «Milián Castro». Hemos venido a gratificarte por tantas enseñanzas, por tu vida, tu obra y tu ejemplo. A nombre de todos los que te queremos y admiramos, hasta siempre».

Mientras su féretro era trasladado por sus hijos y ciudadanos queridos se escuchaban las notas instrumentales de Cultivo una rosa blanca. Un regalo mágico para un martiano de esencia que la cultivo en cualquier mes, no solo en junio o enero, y las regó con las bondades del alma, y con mucha razón, un obsequio merecido de cubanía para ese amigo sincero que tendió su mano franca.
Testimonios de compañeros de oficio
— Dr. Rubén Moro Rodríguez: «Cuando el inició su trabajo de montaje de la Sala de Terapia Intensiva en el "Hospital Viejo" ya nosotros hacíamos guardias, y demostró con su trabajo que la unidad era necesaria, por lo que la vida y el tiempo demostró que la razón estaba a su favor.

— Dra. Isabel Cristina Muñíz Casas (Coincidentes en la especialidad de Anestesia y Reanimación): «Una persona muy exigente lo cual agradeceré en mi formación, pero siempre con una sonrisa ayudándonos para que progresáramos cada día más en favor de la investigación, la docencia y la utilidad».
— Dr. Pedro Omar Casuso Hernández (Compañero de curso): «Uno de los más sacrificados, excelente en la familia, como docente y trabajador, lo vamos a extrañar, y más en aquellas reuniones de graduados que realizamos cada cinco años y a las que nunca faltó. Aprendí mucho de su sabiduría».

— Profesor Gerardo Álvarez Álvarez: «Como clínico y médico internista me unían lazos desde la época de estudiante. Una personalidad de alto vuelo, y se extrañará no solo en la Terapia Intensiva, si no en todas las especialidades por su perfil amplio de conocimientos».
— Dr. Pedro Fernández Busot: «Hay que detenerse en su recorrido, compartimos gran parte de la vida estudiantil y fue acumulando bagaje y conocimientos, no solo en la esfera académica, también en la política que por su integralidad se consolida como una de las personalidades más ilustres».