
Teresa Lourdes González es pediatra, en una ciudad como Placetas, a poco más de 30 kilómetros de la capital provincial, Santa Clara. Teresa llegó allí, proveniente de Sancti Spíritus y se radicó porque su padre ya envejecido se había quedado solo. Teresa tiene dos hijos, llegada la pubertad, el mayor de ellos le dijo que era gay. Teresa no se vino abajo.

«Nosotras (las madres) somos las que tenemos que estar a su lado afirma la pediatra González en un panel del IV Encuentro de Madres contra la Homofobia y la Transfobia. Contamos cómo fue la experiencia de cada una, y de paso, acompañamos a otras madres que están pasando por ese proceso. Hay que hacer labor en la familia que nos rodea, esta es una sociedad muy machista, y se hace muy difícil la comprensión. Si mi padre, “un guajiro machoâ€, lo entendió ».
A Teresa se le va a quebrar la voz y sigue contando: «En un principio hizo resistencia, es lógico, son generaciones distintas. Pero al final de sus días, en cada jornada contra la homofobia, en cada reunión que hicimos, sus manos eran las que pintaban cada cartel, cada consigna. No excluyan a sus hijos. Si lo has querido hasta el momento en que te contaron, por favor, es el mismo hijo, no ha cambiado, su forma de ser sexualmente no interviene en nada. Es mi hijo, mejor no lo quiero », concluía.

Esa fue Teresa, una doctora, que tuvo un camino menos espinoso que Rosa Ramírez, de origen campesino, marido borracho, y quien tuvo que lidiar desde temprano con que su primogénito, Yosvani, no quería ser él. Yosvani siempre quiso ser Malú. Rosa habla como las mujeres del campo, curtidas por el sol y los golpes físicos de un alcohólico. Rosa nunca se habría imaginado que sería una activista por los derechos de los transexuales en Cuba, y junto a Teresa, las únicas cubanas parte de la Red Latinoamericana de Madres contra la Homofobia.
«Para mí fue difícil porque él fue muy discriminado, muy maltratado, porque no lo aceptaban de la forma que él quería ser. Malú fue Malú desde el día que nació. La madre que se sienta madre tiene que apoyarlos, si no lo hacemos nosotras, prácticamente los mandamos a matar. Hay que respetar lo que quieren ser ellos. Los hijos son de nosotros, no de la sociedad », decía Rosa a la audiencia reunida en el Gobierno de Placetas, donde se encontraba en primera fila, la Dra. Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). Ella misma tomaría la palabra en los finales para agradecer que existan iniciativas como estas, e instó a las organizaciones más masivas, como la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), a que se unan al debate, al diálogo, a las propuestas.

« ¿De quién es la culpa? De nadie exponía Castro Espín a quienes fueron a escucharla en Placetas. ¿De Dios, que hizo una naturaleza tan variada? La naturaleza humana no tiene culpables. La naturaleza es más rica que cómo se ha querido interpretar, de cómo se ha querido ver, y la capacidad de amar de los seres humanos, esa capacidad de aprender a convivir y amar, se ha interpretado desde las relaciones heteronormativas solamente, las relaciones dominantes. Y ese poder genera desigualdades. Pero eso no se consigue por lo que decimos y ya; para generar espacios para el diálogo es nuestro trabajo. Como este espacio, donde escuchamos a madres que están asumiendo una función de participar, comunicar, tratando de ayudar a otras personas que están viviendo situaciones similares. Porque las personas dialogando pueden mejorar un montón de situaciones contradictorias que generan desigualdades y sufrimiento ».
Sobre el tema de la X Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia, identificada con el lema «Por escuelas sin homofobia ni transfobia », la Dra. diría que para que los maestros actúen ante casos de burlas o bullying por identidad de género, no hace falta esperar una orientación pedagógica o un manual.

«Solo hay que tener el mínimo sentido de justicia. Es más bonito ser amables. No hay que inventar excusas para lastimar a alguien. El ser humano es muy diverso. No podemos pretender que todos seamos iguales, como muñequitos de goma. Cada persona es única e irrepetible, entonces no podemos pretender que cada persona sea idéntica a otro. Eso es absurdo. Vamos a ser una nación más feliz, cuando ya desde la escuela les podamos explicar a las niñas y los niños que se puede ser de distintas maneras, pero lo que es más importante es que se sea bueno, solidario, respetuoso », concluía.