
Cada 17 de mayo los trabajadores de la Fábrica de Bujías Neftalí Martínez Peláez de Sagua la Grande evocan al Comandante Ernesto Che Guevara, el promotor de fábricas, que con su visión de futuro se dedicó a industrializar el país en su condición de Ministro de Industrias.
A 53 años de la inauguración de la fábrica por el cubano-argentino, sus trabajadores guardan con celo el libro que acuna las memorias de la inolvidable jornada.
Fue un día lluvioso aquel 17 de mayo, y para que el Che no se enfangara las botas, con mucha premura cimentaron un camino. Sin embargo, todos quedaron sorprendidos, cuando vieron a Guevara llegar por la entrada principal y aparecer con las botas sucias.
La visita se convirtió en un importante acontecimiento para los sagí¼eros, que venían de todas partes para conocer al entrañable compañero de Fidel en quien depositó toda su confianza.
Ante el entusiasmo motivado por su presencia, la gente ocupó las áreas verdes de la fábrica. De ahí que al dirigirse a los trabajadores de la naciente industria, pidió que cuidaran el entorno y repusieran los jardines.
Sobre la industria manifestó: «[…] se construyó con todo nuestro amor, para darles a los obreros un centro de trabajo, donde todo invite a trabajar, a defenderlo[…] »
Las anécdotas de quienes dialogaron con el hombre que pronto se convirtió en leyenda, quedaron atrapadas para siempre en la historia.
Una de ellas guarda relación con íngela Martín Domínguez ya fallecida, quien le fuera presentada como obrera de vanguardia.
Intrigado el Che, le preguntó cómo era posible que el propio día de la inauguración ya contara con esa condición. Ella le explicó que a la par de estudiar, desde hacía un año practicaba en el torno.
Antes de que Guevara concluyera el recorrido por los talleres, se volvió a encontrar con íngela. Entonces, insistió en comprobar si de verdad era vanguardia, y comenzó a medirle el tiempo. Nerviosa, le manifestó que así no se valía, y el Che se echó a reír.
Cuando íngela terminó su labor, el ministro de Industrias tomó su lugar, y dijo que le iba a ganar, pero como no tenía experiencia en el torno, no pudo terminar la pieza. Para justificarse, expresó que no le ganó porque ella también lo puso nervioso.
Atilana Gómez Tablero también fallecida, resultó otra de las mujeres con las que el Che intercambió.
En su misión de adornar la industria, Atila desconocía que el Che había llegado a la fábrica. De pronto, divisó una silueta en la puerta, y se le aflojaron las piernas.
Guevara le preguntó qué hacía, y ella le explicó todas las operaciones de su máquina, pero le fallaba la voz. Para disculparse, le dijo que estaba vieja para tantas emociones, a lo que respondió: « ¡Qué va, si usted vivirá mucho más! »
Los años han pasado, las producciones se han diversificado, y los obreros ya no son los mismos, pero la presencia del Che aquella mañana lluviosa, mantiene intacto el espíritu de trabajo, como el día en que con sus botas de eterno guerrillero recorrió la Fábrica de Bujías.
Todavía las maquinarias que le dieron vida siguen allí, donde Guevara las dejó, ahora manejadas por jóvenes que no tuvieron el privilegio de estrechar su mano, pero que impulsan el desarrollo económico del país, como quería el Che.