Modesto Cifuentes

La localidad villaclareña de Cifuentes arribará en octubre a su bicentenario de fundación. Apenas hay distinción de los ecos de la celebración.

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Poblado de Cifuentes
Plaza central de Cifuentes, antesala de la iglesia Santa María Magdalena, donde ofició en septiembre de 1889 el Padre Dobal, insustituible personalidad del clero separatista cubano contra la dominación española. (Foto del Autor).
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
2689
17 Agosto 2017

Un poblado de entrecruces, de caminos en los puntos cardinales, Cifuentes, arribará al bicentenario fundacional en octubre próximo. Todaví­a no escucho las fanfarrias y anda carente de aspavientos. No todos los dí­as se llega a ese tipo de existencia en predios centrales del paí­s.

La ocasión es única para la localidad. Modesto Cifuentes en su actuación.  Desconozco el porqué del mutismo. Al menos escribo unas letras simbólicas y de alertas. A diferencia de otros territorios, hay en la superficie que ahora domina (San Diego del Valle y Mata), marcas de referentes en la historia y la cultura cubanas. No importa que, de próspero asiento de ingenios azucareros   durante siglos, partiera a la nulidad. Ahora exhibe un ánimo   con otros señorí­os.

Un cambio de entorno rural y urbano, en simbiosis,   se volcó hacia el contexto agropecuario que abrió otros pasos a los lugareños. Todo marcha en contratiempo. Las chimeneas de los ingenios se apagaron al uní­sono. Cierto conjuro apareció en esa ruta de Santa Clara-Sagua la Grande, un punto, casi equidistante, de camino real con ambas ciudades.

De una y de otra siempre hubo un brebaje que tomó en lo particular. La antigua coexistencia de Cifuentes comenzó con las mercedes de tierra entregadas por los cabildos de San Juan de los Remedios y del Espí­ritu Santo (Sancti Spí­ritus), juridiscciones entonces.

A partir de 1582 arrancan las haciendas comuneras en San Lorenzo de Mata, San Diego y Amaro, en lo fundamental. El alférez Antonio Dí­az, quien dio cobijo en su hato a las familias que fundaron Santa Clara, adquirió posesiones agropecuarias por allá. Idéntico hizo Luis Pérez de Morales, el verdugo de la población remediana que renegó su traslado tierra adentro. Con su esposa, Juana Márquez (la Moza), el capitán geófago Santa Cruz de Maguaraya creó su finca.

Los intereses económicos, principalmente ganaderos, incitan la expansión geográfica en tierras de fértiles cualidades. En una rústica iglesia, bajo el azote de una fina llovizna, en misa religiosa, se congregaron los vecinos en márgenes del arroyo La Magdalena. El miércoles 22 de octubre de 1817 oficializaron la organización del caserí­o. Es la fecha que toman para conmemorar la fundación.

Estación Ferroviaria del poblado, sitio escondido y de inobjetable arquitectura, merece una atención más reiterada para conservar la belleza que tuvo siempre. (Foto Ramón Barreras Valdés).

Así­ evoca el erudito Francisco González del Valle. En el repaso está Manuel José Dobal Garcí­a, párroco que en septiembre de 1889 hizo magisterio eclesiástico en Cifuentes, en la actual iglesia, antes de ejercer curato de ingreso en Nuestra Señora de los Dolores (Santo Domingo), y figurar en la nómina del clero separatista cubano contra la dominación española.

El nacimiento del poblado en las fronteras del Camino Real trajo el trasiego   mercancí­as y caminantes. También surgieron las primeras edificaciones que, de un lado a otro, marcan las diferencias estilí­sticas y las épocas de construcción.

El poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), al menos transitó en tres ocasiones diferentes por allí­ luego que en marzo de 1843 hizo su «malhadado viaje a Sagua » en el periplo a Villaclara. Es extraño que el bardo no dedicara un verso a las perfecciones aledañas que admiró en las márgenes de los rí­os Maguaraya, Sitio Grande o Yabú, así­ como del paso por Berracos, Serrano y Tumbadero, algunos de los lugares de traslación.

Uno de los puntos más emblemáticos está en la periferia. Es la estación ferroviaria, amplia y vistosa, que desde noviembre de 1858 se enlazó con Sagua la Grande. Dos años después serí­a el punto de unión con Cienfuegos, y más tarde hacia el este para tocar Camajuaní­, Remedios y Caibarién. Es una ruta por la cual  pasaron los más increí­bles escritores, intelectuales y artistas que llegaron a Sagua la Grande.

El estadista español Ramón de la Sagra dejó acotación de la belleza del paisaje en nota a Gertrudis Gómez de Avellaneda. La poetisa  también transitó por allí­ en agosto de 1860. De igual manera lo hicieron otros viajeros, entre los que destacan Claudio Brindis de Salas, Ignacio Cervantes, Federico Garcí­a Lorca, Fernando de los Rí­os y Gabriel Garcí­a Maroto, por mencionar a notables artistas e intelectuales.

Cifuentes, denominado el Oasis Villaclareño, alberga cultura e historia. De Patria también se empina la localidad. Desde la cuna natal del poeta-mambí­ Ramón Roa Garí­, así­ como del periplo inicial del galeno-general Juan Bruno Zayas, hasta la disputa interminable con Sagua la Grande por la paternidad de Emilio Núñez Rodrí­guez, el General de las tres Guerras de Independencia.

La persuasión viene dada por el nacimiento del incondicional mambí­ en el antiguo ingenio San Francisco, en Amaro, cabecera de partido judicial entonces que asumió la territorialidad del actual Cifuentes. Tal vez sea porque Amaro, el sitio de marras, perteneció a Santo Domingo, punto apropiado después por Sagua la Grande.

El polémico tópico aguanta más de una controversia. No obstante, el General mambí­ es idolatrado en Cifuentes. En su parque central, la Plaza de La Libertad, una de las pocas existentes, el curioso encuentra el busto en mármol de Carrara que el italiano Luigi Pietrasanta esculpió, y las palmas reales que recrean la antesala de la iglesia católica.

También quedan huellas de las fortalezas militares españolas que circunvalaron   el poblado, y del testamento en Piedad, legado por Francisco de Paula y Machado sobre el bando de reconcentración que impuso Valeriano Weyler entre 1896 y 1895 para sofocar a las huestes independentistas cubanas.

Otras historias, algunas ya perdidas y las más cercanas, tiene Cifuentes que expresar con atrevimientos inusitados. Necesita soltar las amarras y festejar el bicentenario fundacional en campo florido.

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