Michel, una historia de bravura

Haber perdido una mano no impidió a Michel Contino Rodrí­guez limpiar de marabú la tierra donde hoy crí­a ganado, tira cercas, ordeña, enyuga.

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Michel Contino Rodríguez, campesino ganadero de Santa Clara al que le falta la mano izquierda.
Michel es capaz de ordeñar y hacer otras múltiples tareas de un ganadero. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
2473
30 Agosto 2017

Michel Contino Rodrí­guez es un guajiro santaclareño doblemente guapo: no solo desmontó a golpe de machete la tierra infestada de marabú que le dieron para criar ganado, sino que lo hizo sobreponiéndose a una grave limitación fí­sica, pues a los 19 años perdió la mano izquierda en un accidente, mientras pasaba el Servicio Militar.

Así­ que si de gente brava se habla, debemos contar con este joven campesino de 39 años que en el campo hace de todo, como el primero y el mejor de los hombres.

Verlo ordeñar vacas en su finca perteneciente a la CCS 1.o de Enero, en la zona del Valle del Yabú es disfrutar del excepcional espectáculo de la perseverancia humana. Con su única mano, la derecha, amarra las patas traseras y la cola del animal. Se auxilia un poco con el muñón del brazo izquierdo, y luego ordeña con rapidez y elegancia.

Michel Contino Rodrí­guez, campesino de Santa Clara, Cuba.
Michel ha pensado que su finca debe nombrarse   «El Sacrificio ». (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Michel también «tira » cercas, chapea potreros, enyuga bueyes, muda los animales; en fin, hace lo que harí­a cualquier labriego en plena capacidad fí­sica.

«Me fue difí­cil al inicio, porque nunca pensé perder una mano. Estuve más de un año y medio sin poder mover el brazo de la amputación. Todo lo tení­a que hacer con la mano derecha, y el subconsciente no te trabaja igual. Con el tiempo fui adquiriendo práctica, casi sin darme cuenta.

«Hoy no existe nada imposible para mí­: si hay una vaca fajadora, ahí­ voy yo; si es una “tetidura”, esa la ordeño yo; si hay un tronco grande y pesado, también le meto el cuerpo para que la gente no esté hablando. Las mayores limitaciones de los seres humanos están en la mente ».

En un dí­a común, a las tres de la madrugada ya Michel está en pie haciendo el café. De ahí­ a ordeñar sus 30 vacas, con la ayuda de otro vaquero, y al filo de las 6:30 de la mañana ha terminado. Ahora, cuando poco a poco ha empezado a llover, sus vacas promedian cinco y seis litros de leche: unos 150 cada dí­a. Y en la época de la sequí­a acopiaba entre 40 y 50 litros diarios.

«Nunca dejé de entregar leche. Tampoco se me murió algún animal. La cuestión está en el cuidado y el amor que uno dedica a su trabajo. Ordeño temprano, pongo el ganado a pastorear hasta tarde, y no traigo las vacas para el cuartón mientras no estén hartas de comida ».

Reinier León Dí­az, presidente de la CCS 1.o de Enero, habla con admiración de Michel: «Mi mejor ganadero. Una gente laboriosa y honesta, para quien la mentira no existe. Trabaja duro en su finca, de ahí­ los resultados que viene alcanzando. El año pasado entregó, además, 90 quintales de maí­z y unos 30 de frijoles ».

Michel sueña alto: «Mi idea es hacer una vaquerí­a que compita con las mejores del paí­s. Quiero ir a la vanguardia ». Con esa convicción asegura que «no hay cosas imposibles, sino hombres incapaces ». A lo que me atrevo a sumar: mucho menos si se tiene al lado a una esposa tan trabajadora como Lisania López Toledo y a un hijo tan cariñoso y aplicado como su pequeño Diego, de nueve años.

La finca de Michel todaví­a no tiene nombre oficial. Pero el que ha pensado ponerle le retrata en cuerpo y alma: «El Sacrificio ».  

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