Hablaba en silencio con Ita querida, y yo la veía como si quisiera detener el tiempo entre los nichos del Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara. Allí, fluían los recuerdos mientras Nadia Bíder estaba con su hija Haydée Tamara Bunke y arropaba flores en el pecho.
De vez en cuando tributaba una caricia a esa especie de bóveda incrustada en las piedras, dejaba escapar una leve sonrisa y alguna que otra lágrima hasta que se despedía sin pensar cuándo sería el reencuentro y si existiría una próxima vez.
Era la paradoja de los años. Nunca interrumpí sus sentimientos, y ya recuperada emprendimos una larga conversación en la que muchas veces la anciana me hacía cómplice de su felicidad y en otras su voz decaía, se quebraba, con pausas bien marcadas.
« ¿Qué quieres saber de mi hija? », dijo
Era fascinante escuchar los relatos sobre aquel marco familiar que inculcaba el amor por los libros y el arte, tanto a ella como a su hermano Olaf, o de historias pocos conocidas en las que Tamara hacía diana en el tiro deportivo con la conquista de varias medallas; sin embargo, un pesar constante acompañaba a la ya adolescente por lo leído en torno al fascismo y la injusticia.
Nadia Bíder echó a volar sus memorias. No olvida aquel día en que su hija conoció al Che, en 1960, durante una visita a Alemania al frente de una comitiva de intereses comerciales.
Después, Alicia Alonso la convidó a conocer Cuba. Llegó a la Isla y se nutrió del trópico, de sus costumbres, de la vida cotidiana hasta provocarle una fascinación especial. Así emprendió el camino del Periodismo, supo del lead y de los diferentes géneros. Laboró en el Ministerio de Educación, en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y en la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), sin abandonar las guardias de milicia y otras responsabilidades.
Nadia jamás imagino que aquel marzo de 1964 cambiaría los destinos de su hija. Nunca lo supo hasta años después de los acontecimientos en Vado de Puerto Mauricio. El Che citó a Tamara a su oficina del Ministerio de Industrias para explicarle, de manera confidencial, cuál sería su misión en tierras bolivianas.
Ita cambió. Las cartas se hacían más prolongadas, debió alejarse de las amistades, acostumbrarse a la soledad, posponer su boda y el deseo de la maternidad… Una madre impaciente por saber de su hija. Un día y otro, y nada. Incluso en determinada ocasión pasó a 200 m del hogar berlinés y ni siquiera pudo llegar ».
Cada vez más sorprendía la entereza de la anciana. Supo por qué aquella pequeña rubita se convirtió en Haydée Bíder González para entrar nuevamente a Europa, y quién fue Vittoria Pancini, Marta Iriarte o Laura Gutiérrez Bauer, la argentina que laboraría clandestina en Bolivia a fin de iniciar el camino de la guerrilla.
Tania formó parte de la retaguardia guiada por Juan Vitalio Acuña Nuñez (Vilo). Su conducta en la selva alcanzó idéntico mérito que en la clandestinidad. Superó todos los contratiempos de la vida en campaña. Caminaba largas distancias a pesar de las llagas que colmaban sus pies, mientras se deslizaba por la tierra y sufría arañazos ocasionados por las piedras.
Agosto de 1967 marcó su día final. Ese 31 resultó fatídico. El pacto de los traidores con los enemigos tejió la emboscada. La muchacha fue la penúltima en sumergirse en la corriente del río. Había que alcanzar la otra orilla… Apenas el agua les dio por la cintura detonaron las primeras ráfagas. La única mujer del grupo trató de empuñar su fusil, mas las balas fulminaron los pulmones. No llegaba a los 30 años.
La corriente arrastró su cuerpo, encontrado una semana después. A partir de historias posteriores aquella madre acumulaba vivencias de las que quisiera escapar. En octubre del 67 dos cubanos llagaron a Berlín para proponerle al matrimonio un viaje a Cuba sin adelantarles nada. Y algo les hizo pensar en una desgracia.
Fue cuando se enteraron de la verdadera misión de su hija y de la muerte en combate. Desde entonces Nadia Bíder pedía que algún día, antes de morir, encontraran a su Tamarita. Décadas después Vilma Espín le dio la noticia del hallazgo para que fluyera la tranquilidad espiritual en su alma.
Hace cinco décadas de aquella emboscada y Nadia también emprendió el camino eterno. Su corazón dejó de latir en febrero de 2003 en la Alemania de los tantos recuerdos, mas su hija emerge desde el Santuario de la Solidaridad con su acordeón indetenible entre notas de milongas y tangos que prenden en la alborada anunciando los buenos días para América.